Publicidad

La historia del trabajador rural que se jubiló a los 99 años

Juan María Echegoyen narró los desafíos y los logros que marcaron su camino, en un relato que es testigo de su resiliencia y compromiso

Juan María se jubiló después de 72 años de trabajar en el campo. Él es de Durazno, pero trabajó toda su vida en Piedra Sola.
Juan María se jubiló después de 72 años de trabajar en el campo. Él es de Durazno, pero trabajó toda su vida en Piedra Sola.

El primer contacto con Teresita fue varios meses atrás, pero por cuestiones que más adelante entenderán nos pareció mejor encontrarnos en persona para poder concretar la entrevista. Y eso sucedió los últimos días de mayo, cuando pasé una noche en Tacuarembó para, al otro día, seguir mi viaje rumbo a Artigas. No eran más allá de las siete de una tarde otoñal y helada en la ciudad norteña. Él me esperó en su casa, con su boina bien calzada, el fuego prendido y una silla forrada con un cuero de corderito estratégicamente posicionada a pocos metros de él para que me escuchara bien y a otros pocos que nos distanciaban del fuego. Enfrente se sentó Teresita, la menor de sus cinco hijos.

La que les voy a contar hoy es la historia de Juan María Echegoyen Halbide, un hombre de 100 años, que a sus 99 pudo conseguir finalmente su jubilación como productor rural. Nació en Durazno, vivió cinco años en Montevideo, pero hizo su vida en Piedra Sola, del lado de Paysandú. En realidad nunca estuvo muy convencido de hacer la entrevista, pero con la ayuda memoria de su hija, Juan María fue tejiendo palabra por palabra y reconstruyendo los recuerdos una vida que creía olvidada.

Después de trabajar 72 años en el campo, Juan María se jubiló. Se jubiló con 99 años, en mayo del año pasado, luego de varios años de papeleos. “La jubilación de papá demoró mucho. Estuvimos un año tramitando y un día se perdieron los papeles. Un día me cansé y resolví hablar con un político. Conseguí el teléfono y lo llamé de mañana. Rafael Menéndez arrienda un campo pegado al de casa. Le dije que papá tiene 99 años, que hace dos años que estamos con esto y que nadie me sabe dar respuestas. Eso fue a las 9 de la mañana. A las 12 del mediodía me estaban llamando del BPS que estaba la jubilación. Y no solo eso, sino que estaba la jubilación con el 100% de lo que le correspondía a él, porque antes nos dijeron que le iban a dar el 80%”, narró Teresita.

“¿Extraña el campo?”, pregunté esperando una respuesta que, en realidad, me sorprendió. “No, la verdad que no”, me dijo muy seguro. Contó que tomó la decisión de apartarse del campo a sus 95 y lo hizo porque estaba muy cansado de la actividad.

Juan María Echegoyen Halbide ofrece un testimonio viviente de la historia rural uruguaya. Su vida ha sido un reflejo de trabajo arduo y compromiso con la comunidad.

También le pregunté por lo que más le gustaba del campo: “la verdad que no había nada en especial que me gustara. Me gustaba el campo nomás. Me gustaba vivir en el campo, trabajar y hacer las cosas que había que hacer”.

Nació en Durazno, un 31 de octubre de 1923, en el seno de una familia dedicada al campo. “No te vayas a equivocar y pongas 2023”, me dijo bromeando.

Contó que sus padres eran gente de campo: su madre provenía de Cardozo, y su padre trabajó en el campo de Molles.

Cuando su padre murió en 1939, Juan María tenía solo 15 años. La familia vendió sus propiedades y se mudó a Montevideo, en donde permanecieron cinco años para que los hijos pudieran continuar sus estudios. “Mi madre resolvió vender todo absolutamente y nos fuimos a Montevideo”, rememoró.

En 1945, la familia se trasladó a Piedra Sola, arrendando un campo para dedicarse a la ganadería. Su madre, a pesar de los desafíos, decidió instalarse y empezar de nuevo en esta zona, estableciendo una vida que perdura hasta hoy.

Juan María se casó en 1950 con Beba, María Esther Suarez de Lima, una mujer de una familia numerosa. Juntos, tuvieron cinco hijos y se dedicaron al campo. “Nos conocimos porque tenían campo cerca de Piedra Sola,“ relató sobre su esposa fallecida en 2018 y con quien compartió gran parte de su vida.

La vida en el campo. En 1952 compró una fracción de campo y allí se instalaron a través de Colonización. No obstante, debieron hacerle todo: la casa, el galpón, los corrales, un pozo de agua, el molino, el baño de oveja, más adelante el baño de ganado y hasta le plantaron árboles. “Hubo que hacerle una buena inversión para habilitar el predio que nos tocó, porque era un campo pelado”, recordó.

Juan María trabajó principalmente con ovejas y ganado. “Empezamos con ovejas Corriedale y después nos inclinamos un poco sobre el Merino,“ explicó.

En cuanto al ganado, comenzaron con razas como el Duran y terminaron comprando animales Hereford y Angus.

Contribuciones a la comunidad. Juan María no solo trabajó en el campo, sino que también se involucró profundamente en la vida comunitaria de Piedra Sola. “En realidad éramos muy pocos los de Piedra Sola así que los pocos que habíamos entrábamos en alguna comisión, queriendo o no queriendo. Era de las cosas que me tocaban hacer, pero fui aprendiendo de a poco”, contó.

Fue así como participó activamente en la Liga del Trabajo, una institución que buscaba mejorar la calidad de vida local. “Compramos una moto niveladora para mejorar los caminos de la zona,“ recordó con orgullo. Esta inversión mejoró significativamente la infraestructura de la región, facilitando el transporte y el comercio.

También estuvo involucrado en la construcción de la escuela local. “Hicimos una preciosa escuela que el otro día pasé por detrás y me quedé asombrado de lo bonita que está,“ dijo Juan María. Esta escuela, construida con esfuerzo comunitario, ha servido a generaciones de niños en Piedra Sola.

De igual forma, fue parte de la gestión que realizaron los vecinos para obtener un cementerio para el pueblo.

Por otro lado, él junto a otras seis personas fueron los responsables de llevar las viviendas Mevir a Tambores. “La reunión fue un domingo de mañana y me acuerdo que había una mesa inmensa, 14 o 15 personas integrantes de Mevir. Ahí tuvimos que exponer la situación y me tocó a mí. Yo estaba con una apretura horrible. Entonces pedí una máquina de escribir e hice una carilla más o menos de las cosas que tenía que exponer: dónde estaba, qué población tenía, si tenía liceo, si tenía escuela, todo. Cuando terminé de exponer las cosas, el doctor Gallinal dijo: ‘bueno, esta gente sabe lo que tiene y sabe lo que quiere, y nosotros tenemos que estudiar la cosa muy bien, pero le prometemos que dentro de 15 días le vamos a contestar si entramos o no entramos en el asunto’. A los pocos días nos llamaron y nos pusimos a buscar gente interesada. Entraron 15 primero, después fueron 25, después 30, después 80. Hicieron un barrio de 80 viviendas, después hicieron otros cuatro más y hoy deben haber 300 o 400 casas”, contó.

Su vida hoy. “¿Y ahora qué hace todo el día?”, le pregunté. “Ahora realmente no hago nada”, me dijo riendo. Pasa sus días un poco con Teresita y otros días con su hijo mayor, Francisco.

“Él se hace todo: come solo, duerme solo, pero siempre rezonga que anda mal”, agregó su hija.

Siempre fue un gran lector. Leía todos los diarios: Marcha, La Democracia, El País. De hecho, siempre que está en la ciudad aprovecha y compra el diario El País, pero cada vez se le dificulta más la lectura.

“Ahora ya no puedo leer absolutamente nada. Porque la última vez que estuve con el oftalmólogo me dijo que tenía que leer 10 o 15 minutos, más o menos. Tengo un problema en la mácula y me debilita la mirada”, lamentó.

“El tema es que cuando agarra un libro y le gusta, ¡lo quiere leer todo, todo! Y le tengo que estar diciendo, ‘papá descansa un poco la vista’”, agregó su hija.

“El último libro que leí fue de Fischer, sobre la guerra de Paysandú, pero me costó muchísimo leerlo. Era un libro chiquito, de ciento y pocas páginas. Además de no poder leer, las cosas que leo se me van de la cabeza y no las recuerdo. Hasta los noventa y pico de años tenía muy buena memoria, pero la perdí en estos 10 años”, expresó.

Juan María Echegoyen Halbide es un testimonio viviente de la dedicación y el esfuerzo que caracteriza a los trabajadores rurales de Uruguay. Su vida, llena de desafíos y logros, sigue siendo una inspiración para su familia y comunidad. “Uno va recordando,“ reflexionó, “de repente me acuerdo de otras cosas, pero es muy difícil estar desordenado así y pretender ordenarse un poco con cierta coherencia.”

A pesar de las dificultades, su legado de trabajo duro, compromiso comunitario y amor por el campo perdura. La historia de Juan María es un recordatorio del valor de la perseverancia y la importancia de las raíces y la familia en la vida rural.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

Publicidad

Publicidad