El director de escritorio Federico Rodríguez Dos Santos realizó un análisis sobre la venta de campos en Uruguay.
Pablo D. Mestre.
— ¿Qué balance hace del 2020 en materia de venta de campos?
—Ha sido un año más que nada de consultas, de actualización de valores y predios, en general de re posicionamiento de la oferta y demanda, de pocas concreciones en número de negocios, donde operaron más que nada uruguayos. El mayor número de consultas de argentinos fue de agosto a octubre, y estuvo más quieto en noviembre y diciembre. Hubo más consulta de argentinos por renta de campos.
—¿Se notó la llegada de extranjeros?
—Hay consultas, pero no hubo llegada, mas allá de alguna cosa puntual.
—¿Cuántos negocios concretó y a qué valores?
— Un valor de referencia de negocio concretado de campo ganadero en Cerro Largo, con instalaciones completas, casa, bien de alambrados, precio US$ 2.600 la há.
—¿Qué proyecta para el 2021 en este rubro?
Hay cierta expectativa en el mediano plazo de que se concreten operaciones con extranjeros. No están dadas las condiciones del mercado regional para que las inversiones se materialicen en gran escala, pero como ha sido históricamente son procesos lentos y en este momento de mercado mucho más cauteloso.
El escenario actual (en el medio de la Pandemia) es muy incierto, aunque ya se están respirando aires de esperanza con la elaboración de diferentes vacunas, que ya son una realidad.
En tiempos de pandemia el campo demostró una vez mas que es una inversión sólida, no solo a niveles económicos, sino un lugar seguro donde la pandemia se pudo ¨disfrutar¨ y fue el refugio de muchas familias en los primeros meses de incertidumbre, donde se puedo fortalecer valores familiares, y eso lo vivo la familia de campo.
Más allá de su rentabilidad marginal, es un activo seguro, con un futuro prometedor, la pandemia nos hizo entender que los bienes suntuosos no son lo importante, el alimento siempre como bien de primera necesidad, siempre debe estar, así el campo no paró nunca, genero protocolos rápidos, se adaptó y las agroindustrias siguieron alimentando las ciudades. Uruguay cumplió con los compromisos, sobre todo en las exportaciones en el cual otros países tuvieron que cancelar compromisos.
Vemos acá un proceso de mejora tecnología en el campo, una mayor inversión apunta a profesionalizar el trabajo de la tierra, el pastoreo rotativo es cada vez más desarrollado, las señales del Gobierno en apoyo a las inversiones generan un dinamismo que se palpa, y se materializa desde predios pequeños., por lo cual se genera un valor agregado a la tierra y con el trabajo de generaciones jóvenes que están involucradas. Veo un potencial en el ganadero uruguayo que pueda seguir invirtiendo en tierras y desarrollando áreas.
No veo que se vaya a dar la ola de inversión que se dio hace 10 años de argentinos en Uruguay, los grandes fondos de inversión no están operando acá. Por otra parte el tipo de cambio es bien distinto, el de ese entonces al de ahora, el poder de compra no es el mismo. Si bien en Brasil los valores de la tierra han aumentado algo, Paraguay mantiene sus valores, en Argentina han bajado y en este segundo semestre más, mientras que en Uruguay los campos se han mantenido, no hay una gran oferta de campos en venta, el que tenía que vender ya se adecuo y vendió, y la oferentes actuales no están dispuestos a bajar valores para concretar negocios.
El perfil de productor que podría llegar a venir es el ganadero de producción intensificada, desarrollada a través de los granos, en rotación ganadería / agricultura.
Siempre haciendo referencia a extensiones de campos productivos, si hablamos de inversiones rurales (chacras) donde el valor inmobiliario supera lo productivo el mercado se comporta muy diferente, ya que este tipo de inversiones inmobiliarias, en la cual se busca mayor calidad de vida, ya era tendencia mundial desde antes de la pandemia y esta la ha acelerado.