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Optimismo por cultivos de invierno en el Este del país

Precios, logística, genética y manejo podrían viabilizar cultivos de invierno en zonas arroceras

Los cultivos de invierno han tenido un crecimiento muy importante en los últimos años en nuestro país. Venimos de dos zafras excelentes desde el punto de vista de rendimientos (la de 2020 fue récord en trigo y cebada), y con una mejora de precios que no solo viabilizó en gran medida el doble cultivo, sino que hizo crecer el área de invierno a casi 650.000 hectáreas en 2021 y con expectativas de crecer aún más en el corriente año, sobre todo en colza.

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Además, el proyecto del puerto Terminal Tacuarí que permitiría exportar producciones por la Laguna Merín desde Cerro Largo al puerto de Río Grande del Sur está en una etapa avanzada, y hay optimismo de que en breves se comience con el dragado del canal San Gonzalo del lado brasilero, y así concretar esta obra tan esperada y que brindaría muchas oportunidades al este y noreste de Uruguay.

En este contexto, sumado a un avance genético importante en los cultivares y un conocimiento agronómico creciente, la empresa Fadisol realizó ensayos experimentales de cebada, trigo, colza, centeno, lupino y avena en Treinta y Tres, de la mano de la consultora Asinagro.

Se instaló un ensayo en una chacra que antes tuvo una pradera artificial de cuatro años de duración, luego soja y raigrás. Fue realizado en un campo de lomadas que facilita el escurrimiento superficial del agua precipitada, condición que favorece a los cultivos invernales. Sin embargo, la textura arcillosa del horizonte B dificulta el drenaje interno, lo que determina, en ocasiones, problemas por exceso hídrico, sobre todo en el invierno, siendo este el principal inconveniente para la realización de esta clase de cultivos en dicha zona.

La chacra está ubicada en una localidad representativa de la zona de lomadas del este adyacentes a la cuenca tradicional arrocera de la Laguna Merín, con el objetivo de probar estos cultivos en lugares con determinadas restricciones asociadas a topografía y tipo de suelo, con un manejo tecnológico que apuntó al ajuste de la fertilización y control de malezas y enfermedades buscando explorar el mayor potencial de rendimiento de cada cultivo.

La siembra se realizó sobre mediados de junio, fecha considerada como tardía, pero pese a ello los cultivos se desarrollaron bien y alcanzaron muy buena productividad, pese a la menor disponibilidad de agua hacia el final del ciclo.

“Hay experiencias que han determinado que es difícil realizar cultivos de invierno en el este, pero ante cambios en tecnología, genética, precios y logística se abre una nueva puerta”, comenzó diciendo el Ing. Agr. Hernán Zorrilla de San Martín, director de Asinagro, “por eso me parece excelente lo que está haciendo Fadisol de investigar este aspecto en parcelas experimentales”. El ensayo se realizó sobre rastrojo de soja, que mejora sustancialmente las condiciones de campo natural para entrar con un cultivo de invierno. En el caso de concretarse, podría estudiarse la posibilidad de una rotación que comience con soja, vaya a un cultivo de invierno, vuelva a soja y descanse con una pastura.

“A lo que menos miedo le tengo es al desafío tecnológico, porque en eso se avanza y se copia rápido”, dijo el Ing. Agr. Emiliano Ferreira, director de Asinagro. Con esta prueba ya se puede dar un salto importante de validación, eligiendo los mejores materiales en cada caso. “Este ambiente tiene restricciones productivas pero también logísticas. A veces el cultivo queda con un margen tan chico que el flete a Montevideo o Palmira ya te saca del negocio”, expresó. “Por eso, si tenemos condiciones estructurales, de precios y logísticas que permitan que aunque los márgenes se achiquen no pasen a ser negativos, los cultivos pueden sostenerse”. Entre ambos investigadores hay consenso de que si se mide “pelo a pelo” una situación de la misma chacra de soja o de invierno con zonas más ricas como puede ser el litoral, siempre “vamos a sacar menos kilos”.

Zorrilla de San Martín, investigador y productor criado en la zona se mostró optimista con el proyecto: “Soy un convencido de que en la medida que funcione la hidrovía de la Laguna Merín van a haber muchas más oportunidades. Es un avance brutal, y tal vez no sabemos por dónde, pero se van a abrir nuevas posibilidades”. A esto, Ferreira, destacado investigador y productor arrocero del este del país, dijo que si además los cultivos de invierno, como el trigo, mantienen los valores actuales, “todo se viabiliza”.

Resultados agronómicos.

Si bien se trata de un ensayo experimental donde todavía no se pueden sacar conclusiones demasiado representativas, las cifras arrojadas fueron muy buenas.

En trigo se sacó una media de 4532 kilos, en cebada 4182 kilos, en canola 2064 kilos, en centeno 2941 kilos, en avena 1707 kilos y en lupino 1275 kilos.

Respecto de estos números, el trigo fue quizás el que mejor se adaptó, acompañado por la cebada que de todos modos fue un poco más errática, al tiempo que la colza tuvo un excelente desempeño pero es el primer experimento que se hace aquí. “Si bien hay optimismo y hoy los valores vuelan, es una incógnita porque es el primer experimento que hacemos en colza, al tiempo que de trigo y cebada ya existe información de otra época”, aseguraron.

En el caso del centeno, fue la especie más afectada por la siembra tardía, cosechándose a fines de diciembre, la avena sufrió un considerable daño de pájaros y el lupino no tuvo una buena distribución de plantas, aunque de todos modos tuvo una cosecha interesante.

“No podemos confirmar nada del centeno, pero hay confirmaciones satisfactorias con el trigo, que de los cereales es el que mejor se adapta a esta zona”, aseguró Ferreira, quien amplió diciendo que a pesar de tener plantas chicas tuvo muy buenos rendimientos con un índice de cosecha muy alto. En el caso de la cebada, se registró mayor sensibilidad el régimen hídrico.

Un aspecto clave que mencionaron los investigadores fue la concreción de una siembra temprana. Los cultivos deberían instalarse en el otoño para llegar bien al invierno. Además, es importante la calidad de la siembra: el poco drenaje interno hace que máquinas pesadas anden en el barro cuanto más entrado el invierno estemos, lo que dificulta luego también una buena población e instalación de los cultivos.

“Si te vas adentro de mayo podés evitar las heladas tempranas que pueden complicar,, pero también ya más adelante no hay buenas condiciones de siembra”, dijo Zorrilla. Ferreira respalda la idea de que sembrar en la primera quincena de mayo sería recomendable, porque además, cuando el ciclo es más largo, más producción hay porque hay más materia seca que produce grano. “Un ciclo largo de trigo en una siembra temprana puede ser la mejor combinación”, aseguró, pero con la cebada es más complejo porque la siembra temprana, con un ciclo más corto, ubica la floración en períodos donde todavía hay heladas.

En estos casos, la colza podría funcionar bien porque se siembra temprano y entrega la chacra antes, con un buen rastrojo, para una implantación en buenas fechas de soja. “Como verás, hay muchos aspectos de manejo para seguir investigando”, expresaron Zorrilla y Ferreira, pero manifestaron gran sorpresa y satisfacción por la mejora genética de los cultivares.

Conclusiones.

Viable es. Optimismo hay. Mejoras de precios, logística, genética y manejo pueden impulsar esta situación en el este del país, pero la cautela es denominador común en los entrevistados: “Hay que hacer más investigación”.

Finalmente, Zorrilla y Ferreira recuerdan el ingreso de la soja en el este en rotaciones con el arroz, con beneficios en la sinergia más allá de los precios únicamente. La soja en el este es un sistema que ya “camina solo”, y parte del avance de los cultivos de invierno es encontrar también su lugar en estos esquemas productivos. Puede parecer más complejo desde el punto de vista agronómico, pero la soja en zonas arroceras antes no se pensaba, y hoy se hace en rotación y tal vez con mayor superficie. Cautela sí, y hay que combatirla con investigación y mejora en las condiciones estructurales. ¿Optimismo? Optimismo también.

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