Fue presidente de la Asociación Cultivadores de Arroz de 2016 a 2024, y este 10 de diciembre culmina sus funciones en ese cargo. Lago dice que el vínculo con los gobiernos siempre fue bueno, que el relacionamiento con la industria pasa por uno de los mejores momentos de la historia y que los avances en materia de competitividad han sido escasos: “frustrante” en los combustibles y demasiado ambicioso en materia de inserción internacional, donde ACA reclama desde hace años tener más conversaciones con los países de Centroamérica. Respecto de una posible expansión de superficie, dijo que la gremial tiene el estudio de la posibilidad y el impacto de crecer hasta 250.000 hectáreas, lo que permitiría divisas por más de US$ 1.000 millones provenientes del sector, pero para eso se necesita inversión en infraestructura para una mayor explotación de los recursos hídricos. Para cerrar, Lago dijo que no tiene claro lo que va a suceder con su futuro, pero afirmó que no logra identificarse dentro de la política partidaria y que cree que no es necesario que vuelva a la ACA.
—¿Qué balance hace de estos años como presidente de la gremial?
—Primero voy a hablar del grupo directivo. Los 5 titulares y 5 suplentes, con las variaciones de estos años, hemos formado un equipo muy comprometido con la representación de los productores, cada uno defendiendo a su región. Ha sido una gran fortaleza, al igual que en años anteriores, y los resultados son consecuencia del trabajo en equipo. Ha habido mucha acción y algunas conquistas.
—¿Cómo piensa que fue el relacionamiento con los gobiernos?
—El relacionamiento ha sido un fuerte de la ACA como institución. Siempre buscamos potenciarlo y lograr la comunicación más directa posible. Fue así con Vázquez y su gobierno, con los ministros de agricultura y de industria y con el canciller Nin Novoa. Hubo una buena capacidad de llegada también con las comisiones del Parlamento. La forma de comunicarse con este gobierno que está terminando tuvo una cercanía mayor, quizás con algo más de confianza, pero eso no significa que sea peor o mejor, solo que fue más sencillo. Con el gobierno electo ya hemos entablado comunicaciones y si bien no seré yo, doy por hecho que seguirá siendo muy buena.
—¿Y el relacionamiento con la industria arrocera?
—Otro de los puntos altos de este período, con un gran nivel de madurez en la relación. No fue sencillo atravesar el momento del arbitraje, pero recordemos que en el medio seguimos conversando y negociando en conjunto incluso el precio de la siguiente zafra. Eso muestra la capacidad de las personas de generar un diálogo respetuoso en pro de la cadena arrocera, aún en la discrepancia. Tenemos enfrentamientos, pero el nivel de relación es de los mejores de la historia de la integración de la cadena arrocera.
—El precio convenio tuvo un ajuste en la cláusula para venta de arroz spot, ¿cuál es la evaluación?
—El contrato tiene más de 60 años, está desde 1959, ha sufrido pocas modificaciones y esta fue la última. Más que nada, es un ajuste. Hasta el 2000 casi el 100% del arroz de Uruguay estaba dentro del sistema precio convenio. En las últimas dos décadas la participación de los independientes se fue incrementando. Llegó a ser un 30% y hoy está en un 25%. Era importante entender esa realidad. La claúsula de venta spot permite captar de nuevo a gente que se fue y de esa forma aumentar el volumen de las industrias bajando costos fijos, y por otro lado evitar la fuga de productores a ese sistema. Soy un convencido que no hay nada mejor que el precio convenio, pero tampoco queremos evitar esa competencia con operadores que pujen por su volumen de arroz, generando dinamismo. La industria incursionó en la venta de arroz cáscara, abriendo distintos mercados. No sé si es el ideal, pero es otro camino a seguir.
—Uno de los reclamos sostenidos por la gremial y por usted en los discursos de inauguración de cosecha es la competitividad. ¿Cómo analiza puntualmente el tema combustibles e inserción internacional?
—Si analizo y valoro la situación desde 2017, cuando empezamos a plantear esto, es frustrante. La LUC atendió el reclamo de los combustibles, pero de forma muy parcial y no se fue a fondo. Ha sido una gestión sin logro alguno y todo sigue como está. El precio de paridad de importación no se ajusta a la realidad, son cálculos teóricos que no contemplan muchos insumos que generarían un PPI más real que desnudaría el precio de ANCAP. Por el lado de la inserción internacional, siempre está dentro de las prioridades. Hay que ir a 2003 para ver el último acuerdo comercial con impacto, que fue con México en el gobierno de Jorge Batlle. Pasaron 4 gobiernos después y ninguno logró un acuerdo de magnitud. En este último período, una de las observaciones que se le puede hacer al presidente Lacalle, que sí estaba convencido de la necesidad de hacer acuerdos, es que se apuntó demasiado alto y fuimos demasiado ambiciosos. Pasamos mucho tiempo intentando lograr el TLC con China, que no está pensado que salga en el mediano plazo, y dejamos pasar cosas más alcanzables. Hablo de países no tan relevantes, como ACA ha expresado, por ejemplo los de Centroamérica, que no tienen inconvenientes con el Mercosur. Veremos qué pasa con el acuerdo con la Unión Europea, que puede ser perfectible pero siempre lo que importa es que se firme.
—¿El tipo de cambio es una batalla perdida para el sector agropecuario?
—Las variables macroeconómicas del país tienen su parte endógena y su parte exógena. La intervención en la tasa de cambio, siempre se ha hecho para bajarla y nunca acelerarla. Es tentador para los gobiernos porque ubica a Uruguay como el de mejor ingreso per cápita cuando se hace el análisis frío numérico comparativo en dólares. A veces las acciones prolongan su impacto, como sucedió en la pandemia. La batalla está perdida, sí, porque nunca un gobierno tuvo en cuenta la necesidad de una tasa de cambio que beneficie al agro, siendo que esto es beneficiar a la economía del país, pero el análisis es de mediano y largo plazo. Sin querer hacer un análisis político, considero que la gente no entendió la bondad de la baja de la inflación, porque lo habría valorado más en las urnas. Se hizo daño al sector agroexportador, que en el sector arrocero fue absorbido por un ciclo de buenos precios. Si no, la situación habría sido diferente.
—¿Es posible pensar en 200.000 hectáreas en el corto plazo?
—Sí, el sector está pensando en eso. Todo productor piensa y tiene como objetivo, crecer el año que viene. Hay herramientas para dominar superficies mayores y la escala es más necesaria que antes. Se pueden contratar servicios, hoy es más fácil crecer. Hay límites que tienen que ver con los recursos naturales, como la tierra. Sin entrar en el monocultivo, hay mucho por colonizar y mucho que aún no tiene intensidad de rotaciones. Debemos mejorar en los recursos hídricos, aprovechando las fuentes naturales. En la década de 1990 se hicieron muchas represas prediales, para 1 o 2 productores, pero debemos trabajar con el sector público y entender la necesidad represas más grandes, en zonas altas de la cuenca. Hablamos de obras de otra dimensión, como Palo a Pique. Es un objetivo y la ACA ha hecho el estudio de ir a 250.000 hectáreas, lo cual al extrapolarlo en productividad y valores de exportación representaría más de 1.000 millones de dólares en divisas por exportación del sector arrocero.
—Desde el punto de vista productivo: rendimientos que crecen, un área en expansión, apoyo a la investigación...
—Forma parte de la estructuración a largo plazo que tiene la ACA. La forma de defenderse que tiene el productor son los altos rendimientos o la productividad. Entre productividad, precio y costo, es la de más impacto. Por eso apostamos a la investigación, innovación, mejoramiento genético. INIA tiene un programa que es de los mejores del mundo en lograr variedades con alto potencial de rendimiento, cuidando la calidad y la baja necesidad de insumos. En ese sentido tenemos cantidad, calidad e inocuidad. Tratamos de dar el mayor respaldo posible a los productores para que se desempeñen de buena manera porteras adentro de sus establecimientos.
—¿Cuál es el futuro de Freddy Lago? ¿Puede aparecer la política? ¿Podría volver a la ACA?
—No lo tengo claro. No logro identificarme en política partidaria, y eso en Uruguay tiene mucho peso. Hay fanatismo partidario, en el buen sentido. Uno tiene que estar de un lado o del otro, pero en mi caso veo gente buena en el Frente Amplio como veo gente buena en la Coalición, al igual que malos. Me gusta opinar de política, me gusta hacerlo de política partidaria, pero no siento atracción hacia ningún lado. Además veo que el día que tome posición, que quizás la tengo porque uno vota, no me sentiría bien de atarme, y una vez que tomás un camino quedás condenado a esa posición. Respecto de ACA, las veces anteriores que me fui no fue un problema porque sabía que iba a volver. Hoy no sé si corresponde que vuelva, o si es necesario. Creo que no voy a volver a la ACA.