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Agricultura de conservación, una opción en el Año Internacional de los Suelos

Reducir la erosión del suelo, aumentar la fertilidad de la tierra, disminuir la concentración de los gases de efecto invernadero en el sector agrícola y colaborar en la conservación y buen estado de los recursos hídricos son los beneficios de la “agricultura de conservación”.

La agricultura de conservación es una cuestión de plena actualidad: Naciones Unidas ha declarado 2015 como el “Año Internacional de los Suelos“, bajo el lema “Suelos sanos para una vida sana”, ya que albergan la cuarta parte de la biodiversidad del planeta y son fundamentales para ayudar a combatir el cambio climático y almacenar y filtrar el agua. Según explica a Efeagro el presidente de la Asociación del Maíz Argentino (Maizar), Gastón Fernández Palma, “abastecer de proteínas, fibras y energía renovable a una población en crecimiento” necesita “un paquete de buenas prácticas agrícolas que incluyen la siembra directa, la reducción del uso de combustibles fósiles, menor emisión de gases de efecto invernadero y simplicidad operativa”.

 ¿Qué supone la agricultura de corservación?

La Asociación Española de Agricultura de Conservación precisa que este tipo de prácticas supone, en los cultivos herbáceos (como los cereales), la siembra directa y el mínimo laboreo en el terreno; y en los leñosos (olivar y viñedo, entre otros) la protección con una cubierta viva o inerte en el espacio entre las hileras de árboles. Su práctica, según detalla, conlleva beneficios económicos por la reducción de operaciones, combustible, maquinaria y mano de obra, y su papel en la protección del medioambiente.

Para Fernández Palma -médico cirujano y laboral, y también expresidente de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid)-, el impacto económico positivo de la agricultura de conservación “es ilimitado” y pone como ejemplo que “en Argentina, con poco valor agregado aún, cada 100 hectáreas de maíz generan 11 puestos de trabajo directos y más del doble indirectos”. ”En los países no desarrollados un aumento de la producción por hectárea mejora sustancialmente los ingresos de los pequeños agricultores rompiendo el círculo de la agricultura familiar de supervivencia, permitiendo la participación en el mercado local y, con ayuda, en la competencia mundial”, añade.

Biotecnología contra el hambre

En este sentido, defiende el uso de “la biotecnología como una herramienta revolucionaria para combatir el hambre y las enfermedades en los países en desarrollo; con ingeniería genética, innovación y tecnología en una agricultura de procesos se logrará con el tiempo minimizar el uso de insumos, mejorar el efecto sobre el ambiente y, a la vez, aumentar la producción”. Hay que tener en cuenta que la siembra directa y la reducción del laboreo supone tener que manejar las malas hierbas en las explotaciones con métodos químicos como los herbicidas.

A juicio de Fernández Palma, “la agricultura sustentable de alta producción requiere el uso de agroinsumos que impiden que las cosechas se pierdan por competencia con las malas hierbas; su uso debe ser reglamentado y adaptado al sitio específico con una fuerte participación de los entes públicos para su control”.

En Europa

En Europa, se han realizado estudios sobre estas prácticas agrícolas, y en el caso de Alemania, el Instituto de Agronegocio de Giessen analizó los distintos tipos de laboreo, la experiencia internacional en este ámbito, los efectos económicos de la agricultura de conservación y la utilización de herbicidas como el glifosato en diferentes rotaciones de cultivos en el país. Entre sus conclusiones, además de las relativas a los beneficios sobre la erosión, contaminación, recursos hídricos y reducción de costes, recuerda que dichas técnicas conllevan el uso de diferente maquinaria y de herbicidas para combatir las malas hierbas que normalmente se controlarían a través de las labores de arado. Y señala el glifosato como una herramienta para controlar la más resistentes como la “black grass” o “hierba negra” que disminuye el rendimiento de los cultivos.

Según el experto argentino, “es tarea del sector invertir tiempo, recursos humanos y económicos en información real, sencilla y eficiente mostrando los mejores aspectos de la agricultura sostenible. No esquivando debates científicos basados en concepciones académicas; no políticas, ni dogmáticas”. ”La transformación de proteínas vegetales en animales, la producción de bioetanol con burlanda seca (del maíz) genera un mercado altamente demandante. Solo hay que liberar su potencialidad, dando transparencia a los mercados y el comercio internacional sin límites como lo establece la FAO en su declaración de Roma, contribuyendo a la seguridad alimentaria global”, resalta.

Y concluye Fernández Palma, “el mundo sin agricultura y agricultores no existe, es inviable; debemos salir de nuestro aislamiento, integrándonos al cuerpo social como un engranaje más, seguramente el más dinámico, pero uno más al fin”.

Extraído de www.efeagro.com

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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