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Columna de Nicolás Lussich: La ganadería después de la fiebre

Los agronegocios no son inmunes a los sacudones globales. Hemos logrado amortiguar los golpes, aunque persisten problemas de competitividad.

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Ganadería.

Nicolás Lussich | [email protected]

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El escenario externo, regional y global, está plagado de incertidumbre. ¿Alguna vez dejó de estarlo? Los cambios en el contexto de la economía -y por tanto para el agro- son permanentes y lo clave es ponderar bien lo principal de lo accesorio. En este sentido, hay que destacar algunas tendencias clave.

En primer lugar, es claro que China y Estados Unidos entraron en una confrontación dura que, más allá de los vaivenes, ha deteriorado el escenario económico y comercial global. Es una puja por el liderazgo que no se resolverá en una semana. El asunto erosionó aún más el sistema multilateral comercial, que ya venía escorado por una tendencia a los acuerdos bilaterales entre bloques o países, donde el Mercosur quedó al margen y perdió pie.

El acuerdo entre el Mercosur y la Unión Europea fue una bocanada de optimismo en este escenario complicado, pero la confrontación entre Brasil y Francia por los incendios en la Amazonia lo ha puesto en riesgo. En el episodio coinciden dos tendencias claves de la política global: el populismo, encarnado en el presidente de Brasil Jair Bolsonaro, y el movimiento ambientalista, de influencia central en Europa y del que se hizo eco el presidente de Francia, Emanuel Macron; cada uno con sus cálculos políticos: Bolsonaro reafirmando su nacionalismo ante una caída en la popularidad, Macron aprovechando para inclinarse a los cuestionamientos al acuerdo por parte de los productores rurales franceses. Al populismo prefiero criticarlo y al ambientalismo apoyarlo, pero lo principal es entenderlos: todo indica que llegaron para quedarse un buen rato y eso condiciona cualquier estrategia de negocios. Con populistas en el poder, formular acuerdos es más difícil (aunque hay que hacerlos). Con el ambientalismo tomando cada vez más protagonismo, parece claro que los agronegocios uruguayos deberán extremar esfuerzos en hacer cada vez más sostenibles sus sistemas de producción y explicar e informar cómo genera sus alimentos. Tenemos puntos fuertes, pero también muchas oportunidades de mejora.

En segundo lugar, también es claro que la región entró en un período complicado, no solo por Argentina, que atraviesa una crisis grave. Brasil está estancado y economías como Paraguay y Chile, que se mostraban dinámicas, hoy enfrentan problemas. Nuestro país gozó de un empuje muy fuerte por la demanda global de alimentos entre 2006 y 2014, en especial desde China. Pero también aprovechó el fuerte impulso de las economías regionales, en especial de Brasil entre 2007 y 2012, al tiempo que Argentina también crecía. Ese escenario regional cambió totalmente y nos afecta -para empezar- a nivel cambiario: Argentina volvió a devaluar su moneda y se abarató, mientras Brasil -más moderadamente- también ha llevado al dólar bien arriba de los 4 reales. Uruguay ha dejado deslizar el dólar (aumentó casi 16% en el último año) y es positivo; pero es solo un amortiguador del problema, no lo soluciona.

Ante este escenario regional, Uruguay está mejor. Pero estar mejor no es estar bien: nuestra economía está estancada y con riesgos de entrar en recesión. La inversión de UPM puede ser un salvavidas, pero su impacto demorará. En los agronegocios el sector forestal avanza por la inversión en celulosa, mientras el resto de los rubros tiene mayores desafíos de mercado. La agricultura sigue peleando el empate: la productividad aumentó en forma notable, pero los márgenes siguen siendo estrechos y las áreas solo se sostienen. La lechería mantiene una dinámica de remisión admirable y sigue aumentando la productividad, pero muchos productores siguen quedando por el camino. Un indicador que sintetiza bien la situación es el precio de la tierra, que ha caído en los últimos años (casi 20% desde el máximo de 2014, según datos de la Consultora APEO).

El caso excepcional es la ganadería: impulsados por la demanda china -que está acentuada por la crisis de la fiebre porcina-, los precios en toda la cadena cárnica (que existe y funciona) alcanzaron niveles cercanos al récord. China ya es destino de casi el 65 % de las exportaciones de carne vacuna (medidas en dólares) y ya superó a Brasil en compras de carne ovina. Los uruguayos -carnívoros líderes mundiales- estamos importando más carne barata de la región para hacer la diferencia con lo que exportamos al gigante asiático y otros mercados de alto valor.

Mientras, en la base productiva los corrales han tomado protagonismo, cubriendo la oferta en pleno invierno, en un avance tecnológico destacado, no solo en cuanto a las técnicas en sí (recría, racionamiento) sino en el hecho de que se dinamiza toda la cadena, se afirma la demanda por reposición (en especial los kilos jóvenes, como debe ser) y el ganado vale. Claro está, hablamos de vacas y no de cerdos: la respuesta a la demanda lleva su tiempo y los volúmenes de faena no alcanzan los del año pasado, por limitaciones de stock.

Y he aquí el asunto de fondo: la situación ganadería corre el riesgo de ser una primavera pasajera. Por la desgracia sanitaria de los chinos, estamos en un momento excepcional, pero se sabe que no va a durar eternamente. Pues entonces: ¿hay que invertir a fondo en ganadería? Para que la respuesta sea positiva hay algunos puntos críticos. Por un lado, reafirmar la libre exportación de ganado en pie. Si a los invernadores e industriales les falta, que paguen más (como ahora); si las cosas llegan a un extremo, subsidiar (racionalmente) la compra de terneros no es un disparate. Pero los criadores tienen que tener garantías de largo plazo, como lo exige el negocio.

Por otro lado, Uruguay tiene que reducir sus costos, y esto vale para todos los rubros. Aun con los buenos precios ganaderos, los márgenes son estrechos en toda la cadena cárnica. Además, Uruguay tiene que estar más proactivo en lo comercial y en lo ambiental, para no quedar entrampado en discusiones entre populistas y ambientalistas. Se han hecho cosas, pero el escenario global no está para bollos. Carne a pasto con aranceles bajos es una oportunidad de oro para la sociedad uruguaya. El último punto es el convencimiento político: ha costado mucho -en especial para ciertas visiones de la izquierda tradicional, aunque no solamente- creer que la ganadería es una oportunidad de desarrollo; que es un rubro del futuro, no del pasado. Que es un rubro para invertir, no para recaudar. Las señales políticas en este plano son claves. Los productores y sus vacas las están esperando.

Guillermo Crampet

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