Casi todos los agronegocios, en mayor o menor medida, están expuestos a los vaivenes climáticos y la falta de agua está comenzando a preocupar en serio, en especial en la agricultura. Que llueva poco en enero no debería llamar la atención, pero la variabilidad climática se ha agudizado en los últimos años y en varias zonas la sequía ya preocupa. En las últimas semanas de 2024 ya se había advertido que las lluvias venían por debajo de los promedios históricos, pero tanto la ganadería como los cultivos de verano tempranos (en especial maíces de primera) cerraron el año en buena situación, en promedio. Sin embargo, ya entrado 2025 no se han dado lluvias relevantes y -al mismo tiempo- se están dando días con mucho viento, lo que también reduce rápidamente la humedad en plantas y suelos. En algunas zonas del litoral y el sur ya hace un mes que no llueve de manera relevante.
En este marco, la Agencia de EEUU para el Océano y la Atmósfera (NOAA, por su sigla en inglés) informó esta semana que se configuró oficialmente una Niña en el Pacífico (temperaturas inferiores al promedio histórico), lo que aumenta la probabilidad de lluvias inferiores al promedio en el comienzo de este año. Es una Niña moderada y pasaría a una fase neutral hacia el otoño, pero su sola mención genera obvia preocupación.
Los modelos climáticos regionales dan lluvias para la segunda quincena de enero; habrá que ver si se concretan y en qué magnitud. En la gráfica adjunta se muestra la evolución del Índice Oceánico del Niño (ONI, por su sigla en inglés), que en el trimestre octubre-diciembre cayó a -0,4°C; los últimos datos indican que baja aún más (-0,5°C ya configuran Niña). Obviamente, es un dato alcista para el mercado, aunque preocupante para los productores. Pero el clima no es lo único que preocupa.
Conflicto sin solución.
Esta semana transcurrió con normalidad en la industria frigorífica, después de días de conflicto e incertidumbre. Pero es una calma tensa: el sindicato de trabajadores de la industria (FOICA) anunció que retomará los paros en cualquier momento. En estos días se está dando una intermediación del PIT-CNT buscando acercar las partes, pero si no hay avances volverá el conflicto. Que sea el PIT-CNT (los dirigentes nacionales de la central) el que intermedie, habla de la radicalización a la que se ha llegado en los reclamos.
El último convenio colectivo venció en junio. Pasadas unas semanas, la FOICA presentó una plataforma de reclamos de amplio alcance, que la industria juzgó imposible. No apuntaba a un mayor ajuste salarial, sino que reclamaba fuertes aumentos en distintas partidas que hacen al ingreso de los trabajadores: premio por presentismo de 2.000 pesos mensuales (las pretensiones del sindicato ahora están en 1.000 pesos); partida carne-comedor para trabajadores que hagan mínimo de 50 horas mensuales (antes el mínimo era 125 horas); elevar partida por antigüedad de 4 a 6%; ampliar la partida por productividad al sector mantenimiento; preservar días de licencia a pesar de hacer uso de seguro de paro, etc..
En la acumulación, empresarios industriales estiman que -para una planta media con actividad normal- incluir los puntos principales de aquella plataforma implicaría un aumento de costos laborales cercano a los US$ 900.000 anuales. La masa salarial de los jornaleros iría a un promedio de 90.000 pesos mensuales nominales. Obviamente, nadie puede oponerse a que el objetivo sea aumentar el salario de los trabajadores; el asunto es si eso es sostenible sin afectar la producción por sobre costos.
En las semanas posteriores el MTSS buscó acercar las posiciones y hubo en noviembre cierto acercamiento, con la posibilidad de hacer un convenio a 15 meses (tomando desde julio 2024). Era un acuerdo muy acotado, pero era algo. Sin embargo, a último momento el sindicato lo rechazó, pidió que el acuerdo fuera solo a 12 meses y reclamó una partida única de 15 mil pesos para cada trabajador. Mirado desde fuera, esto último puede parecer un esfuerzo aceptable, pero para las plantas grandes significa entre 400 y 600 mil dólares; para las medianas y pequeñas, según se plantea en la industria, se vuelve directamente imposible. El asunto volvió a foja cero y el gobierno decretó el aumento.
El decreto hace el racconto de todos los meses de negociación (casi una decena de convocatorias), remarca que la FOICA no asistió a las 3 últimas convocatorias y resuelve el decreto con ajustes salariales nominales, con correctivo por inflación al final de cada período. El decreto establece aumentos hasta junio de 2026. En la gráfica adjunta se muestra la evolución del jornal mínimo en términos reales, que está en máximos históricos. La mayoría de las empresas (en especial las más grandes), pagan notoriamente por encima de esos valores. El dato a enero de este año muestra una leve caída porque el decreto establece un aumento anual levemente por debajo de la inflación hasta ahora, pero si eso se mantiene, se corrige en junio.
El problema es que ya no hay más convenio, lo que implica que no hay mecanismos de prevención de conflictos ni cláusula de paz; los problemas pueden volver en cualquier momento. Por otra parte -y aquí hay discusiones interpretativas- en la medida que el convenio cayó, caen todos los beneficios. Los frigoríficos han transmitido que, de todas formas, mantendrán los beneficios vigentes a junio pasado y los ajustarán por inflación, como gesto de buena voluntad. El asunto irritó a la FOICA y se cruzaron comunicados en tono elevado, otra vez. Hay que recordar que -luego de la queja empresarial en la OIT- quedó derogada la ultraactividad de los convenios. Esto debería llevar a las partes a negociar de manera casi automática, pero no parece ser el caso. ¿Será que los enfoques del derecho laboral no están incorporando bien la relevancia de la productividad y el empleo? Porque, a no dudarlo, de seguir esto así se seguirán perdiendo puestos en la industria.
Y los ganaderos ven esto “de afuera”, a pesar de ser los más perjudicados. En los días de paros -sobre todo cuando son sorpresivos- hay una grave afectación de los ganados prontos para faena (asunto ya de por sí muy serio), con pérdidas de plazos de cuarentena, pérdidas de kilos y de calidad. En la primera semana del año, los paros llevaron la faena a apenas 15.131 cabezas, alrededor de la mitad de lo que se faena habitualmente. Los productores enfrentan la duda (grave) de cómo seguir adelante con la preparación de los lotes (de corrales o verdeos), en la medida que la FOICA ha resuelto seguir con paros aleatorios y sorpresivos. Para una agroindustria que tiene su propia zafralidad y perecibilidad en el producto (esto vale para todo el agro) es el peor de los escenarios; y se vienen los remates por pantalla, con el riesgo de que la demanda de los invernaderos -lógicamente- merme. Toda la cadena resulta afectada, en especial los productores.
La Asociación Rural ha pedido que el gobierno decrete la esencialidad de la faena de vacunos, pero desde el MGAP se argumenta que no están las condiciones para eso, según el marco legal actual. ¿Habría que cambiarlo? Seguramente: los productores son los principales rehenes de una situación en la que no tienen arte ni parte. Con la producción sujeta a ciclos biológicos (lo mismo sucede con los granos, lácteos, etc.) este tipo de medidas son mucho más dañinas que en otro tipo de industrias. Si hay real “conciencia agropecuaria”, debería haber herramientas legales para proteger a los productores en este trance.
Mercados.
Clima y conflictos evolucionan en el marco de un contexto de mercados siempre en movimiento. En ganadería el cierre del 2024 fue auspicioso, pero no así para los granos, que tocaron precios mínimos. Sin embargo, el viernes el Departamento de Agricultura de EEUU (USDA, por su sigla en inglés) recortó significativamente las proyecciones de cosecha de EEUU en soja y maíz; si bien no cambió los datos para América del Sur, en Argentina ya se está incorporando el clima seco, con proyecciones de producción en revisión. Son datos alcistas porque la oferta -como mencionamos la semana pasada- tiene restricciones.
En cualquier caso, sigue la incertidumbre sobre la economía global. En pocos días asume Donald Trump en EEUU y comenzará a definirse la nueva agenda comercial internacional; las expectativas no son positivas, pues el próximo residente de la Casa Blanca no ha cesado en su retórica proteccionista. Esto, sumado a una economía endeudada pero que sigue dinámica, afirma una perspectiva de mayor inflación, más tasa de interés y dólar más fuerte respecto al resto de las monedas (gráfica). Sin dudas, un nuevo escenario global que hay que incorporar, porteras afuera y porteras adentro.