Los cultivos venían bien, pero faltaba agua en varias zonas del litoral. Las lluvias llegaron y la preocupación pasó a ser la sanidad, pero el escenario parece mantenerse positivo: luego de las lluvias las temperaturas mínimas se mantuvieron bajas y los posibles problemas sanitarios por humedad se contuvieron. Si bien faltan algunas semanas para la plena cosecha, todo indica que habrá una muy buena producción de trigo y cebada, tanto en cantidad como en calidad. Las cifras preliminares indican que podría llegarse a un récord de producción en cereales de invierno.
Técnicos y productores señalan, sin embargo, que las chacras sembradas en fechas más tardías -atrasadas por las intensas lluvias del pasado otoño- mostraron ciertas limitaciones en el período de llenado de grano. Esto afecta particularmente a las cebadas, que pueden tener problemas de tamaño de grano (un parámetro clave de calidad). Pero en general, se espera una muy buena producción.
Los rendimientos promedio volverán a ser muy buenos; tal vez no del nivel récord que alcanzaron la zafra pasada en el caso del trigo, pero de todas maneras destacados. Tomando el rendimiento promedio de los últimos 4 años y con áreas estimadas de 370.000 hectáreas para trigo y 260.000 para cebada, se estima una producción total de cereales de invierno que se acerca a 2,7 millones de toneladas. Esta puede ser una estimación conservadora, pues varios actores de la producción estiman que el área de trigo está más cerca de 400.000 hectáreas, entre otras cosas por la reasignación de áreas previstas para colza que, al no poderse sembrar en fecha, pasaron para trigo o cebada.
Son estimaciones gruesas que se comprobarán cuando la producción se levante, porque -lamentablemente- estamos sin cifras oficiales de área. La encuesta de DIEA se ha demorado y es una carencia relevante al momento de analizar la situación sectorial. Esperemos que esta falta de cifras oficiales se subsane pronto.
El clima ayuda ahora, pero lo clave en los cereales de invierno ha sido el apreciable avance en rendimientos, producto de la mejora genética, nuevas variedades y un manejo que cada vez en mayor medida se enfoca en maximizar rendimientos. En los últimos años, tanto trigo como cebada han mostrado una tendencia consistentemente al alza en los rindes, punto esencial para que el cultivo sostenga márgenes económicos razonables.
Un factor clave que explica esta evolución es la inclusión paulatina de materiales genéticos de origen europeo, de alto rendimiento (baguette y similares). Estos materiales se han ido incorporando en los programas de mejora de las principales empresas e instituciones regionales y locales, elevando el potencial. Acompañando estas variedades con un aporte más potente de fertilización y mejores insumos para la protección de cultivos, los rendimientos no han hecho otra cosa que crecer. La mejora genética ha continuado en los últimos años y los rendimientos potenciales se siguen superando, con nuevos materiales de INIA y diversas empresas comerciales.
A su vez, la mejora en la gestión de los sistemas agrícolas también tiene respuesta en mayores rendimientos de los cereales de invierno. Y los agricultores van por más: tecnologías como el encalado y otras están en proceso de análisis e incorporación. Un proyecto liderado por la Asociación Agropecuaria de Dolores está analizando el impacto del encalado en las chacras, con resultados impactantes. La tecnología no es nueva, pero la valorización reciente de la tierra y el aumento del potencial productivo, le da fundamentos para ser adoptada de manera generalizada. La reducción de la acidez en determinados suelos libera nutrientes y eleva el “piso” de rendimientos, aportando a un mejor desempeño productivo general de la agricultura.
Al analizar los cereales de invierno no se puede soslayar lo que sucede también con la oleaginosa que los acompaña. La colza retrocedió sensiblemente en su área este año, pero el cultivo llegó para quedarse y -además- mejoró su escenario de mercado, ante el aumento en el precio internacional de los aceites. Esto confirma la consolidación del área de invierno con un interesante nivel de diversificación, lo que le da sostenibilidad a todos estos cultivos a largo plazo.
Mercados.
En el mercado internacional, el precio del trigo está cerca de sus niveles mínimos de los últimos años. Si bien esbozó una cierta recuperación en el comienzo de octubre, ante la preocupación por la falta de agua en Argentina, luego llegaron las lluvias y eso tranquilizó a los operadores. En el país vecino se estima que la producción se ubicará cerca de las 20 millones de toneladas, un volumen que superaría el de las dos anteriores; dejando de lado el récord de 2021/22, se acercaría a los altos niveles de cosecha de hace 6-8 años (gráfica).
Por otra parte, la producción en Brasil será importante; los norteños vienen incrementando su producción triguera significativamente, si bien son los grandes importadores regionales. La producción no va a llegar al récord de 2022, pero será importante (gráfica).
Analistas y asesores del mercado están vislumbrando, por tanto, una mayor presión sobre los precios en el momento de la cosecha regional; sin embargo, los fundamentos del mercado apuntan a que podría haber cierta corrección al alza una vez que se vayan alejando las fechas de cosecha. Además, se está corrigiendo a la baja la producción proyectada en Australia, el otro gran exportador del hemisferio sur; la producción quedaría por debajo de 29 millones de toneladas, tres millones menos que en la estimación previa.
Así las cosas, con precios solamente aceptables pero con buena productividad, las expectativas de una muy buena cosecha de invierno son altas. Es un hecho relevante para fortalecer el rubro agrícola. Los costos en Uruguay siguen siendo altos, pero algunos insumos han acompañado la caída en el precio de los productos; además, el precio del gasoil ha caído casi 25% en el último año, medido en dólares. Con manejo y eficiencia los márgenes se logran, siempre que el clima acompañe. La cosecha no termina hasta que el grano está en el silo.