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Burbuja ganadera

Lo que comenzó como una solución innovadora para conectar inversores y productores terminó en un colapso financiero. La burbuja de Conexión Ganadera explotó, exponiendo los riesgos de una gestión deficiente y la falta de regulación

Guillermo Trajtenberg

En 2002 Uruguay padeció una importante crisis de su sector financiero, desencadenando una recesión sin precedentes. Con la cadena de pagos y el crédito interrumpido y con la economía severamente dañada, el país comenzó su recuperación gracias a la ganadería, la cual, no exenta de problemas y seriamente afectada por la fiebre de Aftosa, pero al ritmo de “La Vaca les Gana” de Jorge Batlle, el sector supo reagruparse y retomar la senda del crecimiento.

En ese escenario tan complejo, la empresa Conexión Ganadera (CG) tuvo la audaz iniciativa de unir a los ahorristas desprovistos de un sistema financiero confiable y productores ganaderos sin acceso al crédito, con una solución teóricamente ejemplar.

El sector financiero uruguayo rápidamente subsanó sus heridas y para el año 2004 la economía ya se encontraba en pleno crecimiento. Con un sistema financiero regulatoriamente fortalecido y bancos debidamente capitalizados, se fue restableciendo el crédito. Los productores, en una mejor situación patrimonial y financiera, comprendieron que el costo de oportunidad de tomar ganado a capitalizar se hizo demasiado caro. Dicho en otras palabras, le resultaba más conveniente al productor tomar crédito en lugar de pagar los kilos producidos bajo un contrato típico de capitalización (6%-8% vs 30%-40%). Si bien este último, se compone de un acuerdo asociativo donde se distribuye el riesgo performance, quedaron sin efecto una gran cantidad de negocios de capitalización, segmento que fue aprovechado por los bancos, diseñando diferentes instrumentos para financiar la compra de ganado como el fideicomiso ganadero BROU y GTM. Un negocio, que lejos de ser una “timba”, es muy estable, de poco riesgo y cuenta una garantía sólida como es la propiedad del ganado que se basa en el sistema de trazabilidad ejemplar que ostenta Uruguay.

Esto generó un efecto de selección adversa y el sector ganadero se fue depurando, quedando únicamente disponible en el mercado los “malos proyectos” como se dice en la jerga bancaria y solo los productores con dificultades financieras o poco acceso al crédito optarían por recibir ganado ajeno para capitalizar. Esto evidentemente redujo la torta del negocio que realizaba CG lo cual fue interpretado como señal para cambiar su modelo de negocios. A partir de allí, comenzaría a gestarse la burbuja que recién explota en 2025, donde en lugar de contar con un sistema atomizado de productores (la contraparte experta en el negocio ganadero), CG asumió la faraónica tarea de armar una operativa ganadera propia, donde el elevado costo de capital ajeno (incluyendo el pago inflado de arrendamiento de campos) y la dificultad de gestionar estas grandes operaciones, generaron un enorme pasivo que se ocultaba bajo olas de nuevas inversiones y una fachada como productor de carne sustentable.

Supuestamente bajo la premisa de que había cola para ingresar como inversor, CG financiaba el pago de las rentas fijas prometidas irresponsablemente con el ingreso de nuevos inversores y lo que probablemente no comenzó como un esquema Ponzi, rápidamente se transformó precisamente en ello.

Dicho esto, debemos hacer una salvedad, puesto que entre otras cosas, se demoniza el pago de una renta fija para la financiación de un negocio variable, lo cual no difiere mucho de lo que enfrenta cualquier empresa que accede a un crédito o emite una obligación negociable. Por lo tanto, no centremos nuestras críticas en ello sino en el carácter fraudulento y pobremente gestionado de los fondos ganaderos, que eligieron este mecanismo debido a la falta de supervisión e información que evidentemente exige una institución financiera para dar crédito.

Si sumamos la trayectoria y exposición mediática de sus directores, es posible entender por qué este problema, que fue tímidamente sospechado, pasó prácticamente inadvertido para la gran mayoría de los agentes. Si bien existieron algunas señales que generaban dudas para quien conoce los números de la ganadería, nadie fue capaz de predecir esta debacle. Y es que nadie quiere realmente oficiar de Dr. Doom (N. Roubini), anunciando cataclismos en un mercado tan pequeño donde nos conocemos todos. El viento de cola que gozó la ganadería y un Banco Central complaciente conspiraron para dejar que la burbuja creciera en forma desmedida y solo luego de la caída de República Ganadera, la situación de CG se terminó por desinflar abruptamente.

Evidentemente la “inauditable” situación de CG no ofrecía mayores alternativas para identificar la falta de solvencia de la empresa y ello debería haber sido advertido por los inversores que debieron realizar el adecuado due dilligence antes de confiar sus ahorros a terceros.

Resulta algo incomprensible que se pretenda involucrar al Estado y compartir responsabilidades para reparar el daño que sufrieron los inversores por la escasa regulación en este tipo de instrumentos. Sin embargo, si constituye una omisión importante por parte del Banco Central, quien recomendaba que se denominara “Beneficio” y no “renta” a la distribución de ganancias, a los efectos de evitar, por un tema de nomenclatura, ser catalogado como un servicio de intermediación financiera.

Ahorro de los Uruguayos. El nivel de ahorro de los uruguayos ha sido históricamente bajo y la caída de los fondos ganaderos, así como otros eventos ocurridos recientemente como el de Sara Goldring, Balsa & Asoc. y Campomar, en total, acumulan montos escandalosos que nos hacen cuestionar acerca de la sociedad uruguaya en su conjunto y su complacencia abrumadora en torno a todos estos casos. Nos resulta penoso ver cómo una parte de la sociedad uruguaya ha festejado la caída de estas empresas, en especial al identificar algunos afectados de alto perfil asociados a algunos partidos políticos o identificados como clase media o alta. Mas allá de las rencillas políticas en épocas electorales, esto realmente representa una de las características más odiosas de la cultura uruguaya, donde el éxito es enseguida demonizado y donde prosperar, ya sea por medio del ahorro o el éxito de un emprendimiento que crece desde abajo y con mucho esfuerzo, es hostigado por la mediocridad que impera en ciertos sectores de la sociedad uruguaya, que enseguida busca emparejar para abajo.

A parte del evidente daño que se les ha hecho a miles de inversores, lamentamos que no sea posible ver emprendimientos con bandera uruguaya prosperar y atravesar algunas barreras, que solo los unicornios (empresas de alta valuación) logran. Por un momento supimos encandilarnos con las propuestas de Carrasco que soñaba con crear verdaderos conglomerados que se gestaran desde la propia producción de carne y alcanzaran las más altas esferas del mercado de capitales, cotizando en bolsas internacionales.

Y ¿por qué esto sería positivo, en un país como Uruguay donde despotricar contra las multinacionales es un deporte nacional? Porque las empresas de gran porte, además de aprovechar la economía de escala para lograr competitividad genuina, son capaces de generar redes comerciales de escala global, que para un país agroexportador como Uruguay pero de espaldas al mundo en términos arancelarios, resulta totalmente fundamental.

Si bien no compramos el producto de inversión que vendía CG, sí habíamos comprado el sueño. Nos entusiasmaba, al igual que DLocal en el sector de las TIC´s, que alguien recorriera ese mismo trillo, pero desde un sector poco ortodoxo como la ganadería.

Para adelante. Para adelante están las casas, dice el dicho. Los inversores se encuentran actualmente en frente a una encrucijada, un típico dilema del prisionero, donde las realidades individuales de los inversores son muy diferentes y muy posiblemente una salida coordinada resulte el mejor arreglo posible. La audaz alternativa propuesta por el Cr Giovio, consiste en transformar una empresa con un enorme pasivo, un activo desprotegido y una pobre y mal intencionada dirección, en una empresa sin pasivos, con 4000 socios que sea dirigida profesionalmente.

Esa empresa definitivamente es pasible de acceder a préstamos y quizás allí es donde el Estado, sin regalar nada, pero buscando una solución decente, pueda capitalizar esta empresa en función de lograr el mejor arreglo colectivo posible.

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