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Agronegocios en este mundo

China no es lo que era, Brasil muestra algunas debilidades y el dólar se fortalece (excepto en Uruguay). Las cuestiones globales son claves para la marcha de los agronegocios.

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La actualización de las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre el desempeño de la economía global, en sus diversas regiones y países, es una buena oportunidad para analizar su incidencia en los agronegocios, tanto en la región como en nuestro país. Dado el perfil netamente exportador de casi todos los sectores, éstos dependen directamente de la dinámica de los mercados externos (oferta, demanda, situación comercial) así como de las circunstancias financieras. La economía mundial está profundamente interconectada, más allá de los cambios y eventuales retrocesos en el proceso de globalización. El FMI estima que la economía global crecerá 3,2% este año, la misma tasa que el año pasado y la misma que proyecta para el 2025. Pero ese promedio global incluye situaciones diversas.

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Comencemos por Brasil, lo más cercano y sin dudas muy importante para los agronegocios globales y los uruguayos. La situación económica en el país vecino está generando algunas novedades de directo impacto. En los últimos días el dólar en Brasil subió de manera significativa en un corto periodo de tiempo. El fortalecimiento del dólar es global, pero en Brasil hay condimentos agregados, por algunas incertidumbres que se han generado en el panorama político brasileño. El gobierno del PT ha intentado llevar adelante su agenda, pese a que no tiene mayoría en el Congreso, y ha impulsado una reforma tributaria de amplio alcance, pero cuyo impacto en términos de competitividad para Brasil todavía está en discusión.

La economía brasileña creció más de lo esperado el año pasado (2,9%), con el impulso contundente de los agronegocios, pero aún exhibe ciertas debilidades que preocupan; además, la situación fiscal enciende algunas luces amarillas: el gobierno redujo la meta de superávit para 2025 de 0,5% al 0% (equilibrio); esto es primario, sin considerar el pago de intereses de deuda. El FMI proyecta que Brasil crezca 2,2% este año y 2,1% en 2025.

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Brasil es un mercado clave en varios rubros para Uruguay. Claramente en lácteos, a donde se coloca buena parte de la producción uruguaya, pero también en el comercio regional de trigo, y más todavía en cebada y malta, siendo brasileñas las principales agroindustrias del Uruguay en este rubro. De manera que Brasil es principal destino de la malta producida en Uruguay.

El del país vecino es un buen ejemplo para analizar cómo interactúa el escenario financiero global con los agronegocios y sus mercados. El aumento del dólar en Brasil mejora en el corto plazo la posición de venta de los agricultores, particularmente ahora que estamos en plena salida de la cosecha de soja. Hay que recordar que -en una diferencia clara con lo que sucede en Uruguay- en Brasil se utiliza su moneda (el Real) ampliamente para todos los asuntos de la economía, incluyendo la exportación. Así, los agricultores venden en reales y si el dólar sube, su ingreso de corto plazo sube. Pero en la medida que nuestro vecino es el principal productor de soja a nivel mundial, este efecto (la devaluación de su moneda) termina incidiendo sobre el precio internacional en dólares de la soja; seguramente esta situación explica -entre otros factores- en la baja reciente del precio de la soja.

Como planteamos, la referida suba del dólar en Brasil también ha estado determinada por el fortalecimiento general del dólar en el mundo. La economía estadounidense ha estado más fuerte de lo previsto y la inflación más alta de lo proyectado (gráfica), lo que ha llevado a la Reserva Federal de los Estados Unidos (Fed) a detener -al menos por ahora- la trayectoria de baja en la tasa de interés. Esto se reafirmó esta semana con los comentarios del presidente de la Fed, Jerome Powell. Tasas altas por más tiempo implican un dólar más fuerte en todo el mundo, incluyendo Brasil. Y también debería suceder en Uruguay, pero aquí el asunto es más complejo. El Banco Central del Uruguay bajó la tasa de interés y esto le da algo más de espacio al dólar para subir, aunque esto no es automático. Además, el buen perfil de Uruguay para captar inversión (investment grade) y un déficit fiscal alto, hacen que ingresen capitales abundantes, lo que afecta la competitividad (atraso cambiario). La caída del tipo de cambio real sigue preocupando; Uruguay no puede quedar atrás de Brasil por todo lo dicho: las interacciones son múltiples y Brasil está disputando con China la categoría de principal socio comercial de nuestro país. Aun así, el gigante asiático sigue siendo clave.

Otra China.

Mientras el FMI proyecta que la economía de Estados Unidos crecerá más este año (2,7% vs 2,5% en 2023), en el caso de China el crecimiento bajará de 5,2% en 2023 a 4,6% este año. Es una cifra algo mejor que las estimaciones previas, pero de todas formas un descenso. Incluso más: la tasa de crecimiento china seguiría reduciéndose a un 4,1% el año que viene. En la comparación directa con otros países siguen siendo tasas buenas a muy buenas, pero China está en otra categoría: su enorme población y necesidades de desarrollo -que todavía siguen siendo grandes- hacen que una tasa de crecimiento apenas mayor a 4% sea notoriamente insuficiente para seguir un derrotero virtuoso en las condiciones económicas y sociales del gigante asiático. Por esto el escenario en China está generando preocupación y su incidencia es visible en los mercados internacionales de varios productos, incluyendo granos, lácteos y carnes. Luego de un período de fuertísima demanda, los chinos están con problemas financieros y midiendo más los precios que pagan por los productos que importan.

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Una situación con EEUU relativamente más fuerte, mientras China está más débil y con incertidumbres, no es lo mejor para Uruguay: el dólar fuerte limita los precios internacionales de los productos de exportación, lo que no logra ser compensado por la demanda China. Un indicador que ilustra con bastante claridad este nudo es la relación entre el dólar y el yuan chino, que se ha debilitado en los últimos meses. Dicho esto, hay que aclarar que se trata de cambios relevantes, aunque no drásticos: China seguirá demandando alimentos para su enorme población y alta capacidad de consumo, pero paga menos y busca hacer economía.

En general, las relaciones oferta/demanda de alimentos siguen siendo dinámicas y -ante eventuales restricciones climáticas, que siempre surgen- los mercados reaccionan. Más aún si se introducen asuntos de sensibilidad social, como aumentos en la inflación. El caso de India y sus restricciones a las exportaciones de arroz es un buen ejemplo; además, si los precios bajan, llega el momento en que salen de la producción los países y productores menos competitivos, lo que reduce la oferta y da fundamentos para sostener los precios. Por supuesto, pueden incidir otros factores imprevistos, como también son difíciles de prever sus consecuencias. A modo de ejemplo, el conflicto entre Israel e Irán daba fundamentos para pensar en una suba del petróleo que, hasta ahora, no se dio. Ni hablar el escenario en Argentina, tan cercano y tan volátil.

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En el plano local, el FMI aumentó la proyección de crecimiento para Uruguay este año al 3,7%, después de un 2023 para el olvido, por la seca, la crisis argentina y la política monetaria contractiva. Este año volvieron las buenas cosechas y el impacto argentino sería menos negativo. Además, la segunda planta de UPM está a pleno y siguen concretándose inversiones. Será un año mejor, aunque los problemas de competitividad persisten.

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