Perderlo todo, sacudirse el polvo y volver a levantarse. De eso trata la historia de este domingo. Juan Velázquez es un pequeño productor de La Macana, Florida, que se hizo bien de abajo. Es domador y alambrador y tiene una chacrita de 11 hectáreas. Gracias a esa producción alimenta a sus tres hijos. Es un predio chico ubicado a 3,7 kilómetros de la ciudad, pero que alcanza para tener un par de vacas para producir carne y hacer caja.
Desde sus 13 años Velázquez trabajó en una estancia junto a sus padres. No era mucho lo que se pagaba, pero fueron ahorando cada peso ganado hasta que se pudieron comprar la chacra que hasta el día de hoy trabajan.
Pensando en vender la moto para hacerse de unos pesos, un buen día un muchacho que tenía dos ovejas Corriedale, primera cría y preñez garantía, le propuso hacer un trueque: “Te tomo la moto y te la cambio por las dos ovejas”.
“Se lo planteé a mi señora y le dimos para adelante. Nos vino bárbaro”, contó en diálogo con El País.
Siete años atrás, con dos ovejas, arrancaron en el rubro lanar. Bien de abajo y con muchas ganas de trabajar para salir adelante.
Unos meses más tarde, un vecino tenía un carnero mellicero de la raza Corriedale. La madre de él daba mellizos y, por lo tanto, él daría mellizos.
Le compraron el carnero y le echaron las ovejas. “Ahí arrancamos con la majada. Las melliceras empezaron de a poco a dejar más corderos. Logramos tener casi 40 ovejas”, recordó.
Ese fue un tiempo en el que estuvieron trabajando muy de cerca con las ovejas, viendo crecer a su majada “de a pocos pasos, pasos cortos, pero seguros”.
Lograron tener casi 40 ovejas. Eso era carne para consumo y buena lana para comprar suplementos, ración, tomas para la majada, pagar la esquila, tener fardos y vender corderos para hacer caja.
“Es chico el lugar, pero le damos comida para que las ovejas críen bien a los corderos y para que den buena lana que luego se valorice mejor”, justificó.

Así fueron llevándola hasta que, en julio de 2021, sufrieron el ataque de una jauría que los dejó en la lona.
“Fue una noche de lluvia, estábamos cansados y no sentimos nada. En la mañana, cuando nos levantamos, no podíamos creer. Había un lote de ovejas muertas. ¡Por Dios que entregadera!”, volvió a lamentarse.
Las ovejas estaban tendidas en el campo, muertas o casi y las que no estaban destrozadas a causa de las mordeduras.
“No sabía para qué lado arrancar. Había una oveja muerta y el hijo mamando de la madre muerta. No sabía ni qué pensar, ni qué hacer...”, contó.
De esa noche sobrevivió el carnero quebrado, tres ovejas preñadas en muy mal estado, tres borregas y ese corderito. Los encerraron, curaron y un vecino les prestó su retro para enterrar a las muertas.
A la noche el perro volvió nuevamente y mató a las tres borregas sanas. Ahora le quedaron solo cuatro y se entregó totalmente.
“Estaba en la lona. No sabía para donde arrancar hasta que tuve un llamado anónimo. Era un hombre que me dijo: ‘Yo puedo ayudarte y quiero que me dejes ayudarte. En el correr de la semana te llamo, pero no quiero que bajes los brazos´”, recordó.
Ese hombre (que luego trascendió que era el senador nacionalista Sebastián Da Silva y su equipo) sabía que las changas no sobraban, que los corderos eran el principal sostén de la familia y que carneaban para comer.
“‘Quiero que me dejes ayudarte’, me dijo. Un buen día llegó un camión con 20 ovejas, 10 de ellas con cría y las otras 10 preñadas. No sabría muy bien de qué manera explicarte lo que sentí. Lo cuento y me vuelvo a emocionar”, contó.
Ese hombre anónimo había visto la historia de Juan Velázquez por la televisión y tenía la capacidad de ayudarlo.
“‘Quiero que siga adelante’, me decía. Con estas ovejas nuevas tenía que hacer algo para que no me volviera a pasar lo mismo. Por eso cerqué 200 metros de tejido y mandé comprar fardos. Hoy por hoy sigo encerrando a las ovejas en la noche. Esos perros salieron de circulación, pero por las dudas no quiero correr riesgo. Todas las noches las tenemos encerradas”, contó.
Los vecinos le dieron una mano. Le prestaron una chacra para poner a a la nueva majada.
Cuando le mataron a las ovejas la familia quedó en la lona. No tenían caja para hacer más chacras, porque contaban con el dinero de la venta de la lana y de los corderos para seguir en la diaria .
“Me encaminaron. Hoy estoy en carrera de nuevo”, aseguró.
Muchas veces los medios contamos las tragedias y las pérdidas, asumiendo que la gente cuando sufre estos ataques, se va del rubro o tiene espalda para volverse a levantar.
“No hay que bajar los brazos”, fue lo que transmitió este pequeño productor que reclamó conciencia y responsabilidad a la sociedad y a las autoridades.
“No saben el trabajo que da, pasamos madrugadas enteras despiertos con las ovejas que están dando cría y dependemos de ellas para salir adelante”, explicó.
“Nos tenemos que sentir apoyados, no tengo estudios y no sé por quién sería, pero nosotros quedamos en la lona y tuvimos la suerte de que hubo gente que nos ayudó, pero hay gente que se cansa. Que baja los brazos y lo pierde todo. Acá hay una familia que vive de eso. Me gustaría que se pueda ayudar al pequeño productor no con plata, sino sintiendo el respaldo y el apoyo a través de la concientización. Que vayan a las escuelas y fomenten esto”, comentó.
El Plan del Gobierno. Los ataques de perros a las ovejas y otros animales productivos, es un problema que Uruguay viene arrastrando desde la década de 1950. Para erradicar la problemática, no existen soluciones mágicas, ni tampoco se elimina de un día para el otro. Este flagelo, causa enormes daños económicos y sicológicos a los productores, especialmente los dedicados al ovino.
Más allá del recrudecimiento del problema en algunas zonas y de abarcar a todo el país, es la primera vez que un gobierno destina recursos y trabaja en soluciones de corto y mediano plazo.
El objetivo del Instituto Nacional de Bienestar Animal (INBA) es asegurar el cumplimento de los estándares de bienestar animal en todas las especies y en todas las actividades en las que interfiere el hombre.
“La superpoblación canina es uno de los temas prioritarios. Está muy presente hoy por sus consecuencias negativas y por el ataque a los animales de producción”, aseguró días atrás a El País la presidenta del INBA, Marcia Del Campo, referente en bienestar animal e investigadora principal del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA). Incluso se logró cuantificar y se sigue trabajando en lo que son el ataque de perros con y sin dueño a las personas, las zoonosis que transmiten y la siniestralidad que provocan en el tránsito.
Del Campo, que además es productora, conoce y entiende los perjuicios que generan las jaurías sobre las majadas, considera que este problema “es insostenible”, pero aseguró que “se está trabajando y no hay soluciones mágicas”.
Desde el INBA se promueven estrategias de largo plazo, como lo son el chipiado y la castración obligatoria de perros en el medio urbano y rural. También hay otras de largo plazo, como la creación del Sistema Nacional de Albergues donde se llevarán los perros que se saquen de la calle o de los campos.
“Se presentaron los Decretos Reglamentarios con la obligatoriedad de identificar y identificar todos los perros y el que crea el Sistema Nacional de Albergues”, destacó Del Campo. En el primero de los casos existía una Ley, pero no estaba reglamentada. “Los Decretos llevaron meses de trabajo”, dijo. La idea es comenzar a fiscalizar que los animales estén castrados y chipeados.
“El Estado se asegurará lugares para poder llevar los animales que se retiren del medio urbano y luego los del medio rural. Hoy no hay lugar donde poner los perros”, aclaró Del Campo. Desde el gobierno se tiene claro estas iniciativas no solucionan por completo los ataques de perros a las majadas, pero servirán para bajar su incidencia.