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El matrimonio que demuestra que nunca es tarde para seguir creciendo...

Hace más de 50 años María Teresa De Los Santos y Abayubá Rivas trabajan incansablemente en su establecimiento rural de Salto

A pesar del trabajo, el establecimiento de María Teresa y Abayubá se había estancado en su productividad. Gracias al proyecto, la pareja aprendió estrategias para mejorar el suelo, gestionar pastizales y recursos naturales de forma sostenible y reducir las emisiones GEI del ganado
A pesar del trabajo, el establecimiento de María Teresa y Abayubá se había estancado en su productividad. Gracias al proyecto, la pareja aprendió estrategias para mejorar el suelo, gestionar pastizales y recursos naturales de forma sostenible y reducir las emisiones GEI del ganado

Ambos tienen 74 años y hace casi 60 que están juntos. Se ennoviaron a sus 15 años y se casaron a los 20. Se conocieron en el liceo y hasta el día de hoy continúan compartiendo la vida y trabajando a la par. Hace 50 años, María Teresa De Los Santos y su marido Abayubá Rivas heredaron un establecimiento agropecuario de 495 hectáreas en el departamento de Salto. “San Ceferino” había pertenecido a la familia de Abayubá desde que nació. Cuando su padre falleció y Abayubá tomó las riendas, María Teresa dejó su trabajo como suplente de maestra rural para trabajar en el campo.

Se conocen desde que eran prácticamente unos niños. Si bien tienen la misma edad, ella cumple en setiembre y él en enero, lo cual es motivo de discusión en la pareja. “Él me toma el pelo y dice que soy más vieja. Cumplo 75 en setiembre y el queda con 74 hasta enero. Entonces aprovecho y siempre mando porque soy mayor”, contó a El País.

Ella nació en Tacuarembó y hasta sus 20 años estuvo en la ciudad, estudiando magisterio y ejerciendo en las escuelas rurales como suplente. Él nació y se crió en campaña, en la zona de Carumbé. Para felicidad de ambos hoy solo van a la ciudad cada tanto y solo para ver a la familia.

En el campo siempre tuvieron una vida tranquila: sin muchos lujos, llena de paz y con mucho trabajo. Llevan adelante un emprendimiento familiar, con el apoyo y la ayuda de sus tres hijos, Nelson, Alba y Jorge; de sus siete nietos y de su bisnieto. Desde hace algunos años el recambio generacional ha sido un tema frecuente en la mesa familiar.

Ambos tienen 74 años y hace casi 60 que están juntos. Se ennoviaron a sus 15 años y se casaron a los 20. Se conocieron en el liceo y hasta el día de hoy continúan compartiendo la vida y trabajando a la par.

El matrimonio dedicó su vida entera al campo, trabajando sobre pasturas naturales y buscando que su ganado fuera lo más productivo posible para alimentar a la familia. Si bien los esfuerzos alcanzaban para proveer de alimentos y necesidades básicas, no sobraba para mucho más. Fue así como María Teresa y Abayubá buscaron oportunidades para mejorar sus medios de vida.

“Nos pusimos el desafío del recambio generacional, porque en algún momento tenemos que dejar esto y son ellos los que seguirán con nuestro trabajo. El logro más importante en la vida es traspasar el amor al campo a los hijos, y creo que lo hemos logrado”, aseguró ella.

Fue en esos andares que un equipo del proyecto Ganadería y Clima de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) visitó la zona para hacer una presentación a las organizaciones de productores. María Teresa es socia fundadora y actual presidenta de la Sociedad de Fomento Rural Basalto Ruta 31 y fue así como llegó al proyecto. Ella fue la que vio la posibilidad de mejorar los ingresos y ser más resilientes frente al cambio climático, reduciendo también el trabajo físico. “Abayubá no quería hacerlo, porque eran tres años… pero soy más grande y mando yo. Además, los hijos se entusiasmaron y contestamos que sí”, se rió.

María Teresa De Los Santos y Abayubá Rivas

Su familia es una de las 62 seleccionadas para asociarse a este proyecto de la FAO dirigido por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca del Uruguay y el Ministerio de Medio Ambiente, con el apoyo financiero del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (FMAM). Bajo la dirección técnica de la FAO, el trabajo de campo es ejecutado por el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria y la Facultad de Agronomía del Uruguay. El proyecto trabaja con los agricultores para implementar prácticas ganaderas climáticamente inteligentes que mejoren la producción, aumenten los ingresos y, al mismo tiempo, reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y restauren los ecosistemas naturales.

El matrimonio reconoció que hacían las cosas “a la antigua”, bajo los conocimientos heredados de sus padres y abuelos y aseguraron que se negaban al cambio. Cuando les dijeron que era conveniente tener la majada Corriedale se quisieron morir. “Éramos unos enamorados de la raza, pero tuvimos que cambiar la cabeza y comprobamos que nos ha dado un resultado enorme”, señalaron.

Trabajo en familia, señalada: Abayuba, Santiago, Carlos y Nelson

Por su parte, Abayubá contó: “Me crié de niño con la majada Corriedale, fue difícil hacerme cambiar. Después vi claramente que no podía seguir criando la raza porque el valor de la lana no tiene comparación. Eran dos dólares contra cinco o seis. Nos hicieron bajar la rotación de lanares, mejorar las pasturas y darle más vida al vacuno. Los números fueron los que nos abrieron la cabeza”.

La explotación obtenía resultados deficientes y producía menos carne de la que debería a causa de la escasez de forraje para los animales. Además, las condiciones del suelo, que ya eran malas al principio, no habían hecho más que empeorar con las cambiantes condiciones meteorológicas. “El gran desafío para la familia es hacer una cadena familiar y crecer todos juntos”, dijo María Teresa.

Hoy la vienen luchando y adaptándose a los cambios. “No es fácil y nos cuesta bastante, porque con la edad que tenemos trabajar de una forma diferente a la que nos criamos es difícil... dicen que los viejos somos porfiados, pero miramos los números y lo terminamos entendiendo”, aseguró Abayubá.

Los objetivos eran mejorar el forraje y los procesos de engorde. Antes no hacían ecografías, pero hoy tienen un 88% de preñez en ganado y más de 90% en la majada. Esto los llevó a un manejo de menor dotación y ayudó a no tener un traspié en la sequía pasada. “En lanares era poner una oveja arriba de la otra y eso lo cambiamos”, agregó Abayubá.

Ing. Agr. Luisina Torres; Abayuba Rivas y María Teresa dando la bienvenida a más de 100 productores junto al nieto Santiago Idiarte, Nelson Rivas, Alba Rivas y su esposo Carlos.

Salen del invierno con cinco centímetros de pasto, pasaron una sequía y ni la sintieron. Llegan con las terneras de dos años con 300 kilos para entorar, algo que no habían logrado nunca. Pasaron de un entore continuo a un entore estacional. La casa en la que viven tiene más de 70 años y nunca cerraban los números para poder arreglarla, pero ahora sí.

“Son todas mejoras. Tienen que ayudarnos a abrir la cabeza, darnos la mano técnicos de patas embarradas, que tengan la experiencia y nos convenzan de que ese proyecto va a ser muy eficaz”, aseguró María Teresa.

Sostuvo también que hoy los técnicos llegan y conversan con toda la familia, pero aseguró que antes se dirigían solo al hombre de la casa. Por lo que aprovechó la charla para resaltar que las mujeres “hemos agarrado la costumbre de estar en todos lados”. “La mujer se multiplica, hace muchas cosas al mismo tiempo y trabaja a la par del hombre”, dijo.

Pese a todo, el matrimonio reconoció que tuvo que llegar “gente de afuera” para escuchar, dado que dos de sus hijos son profesionales del rubro (uno ingeniero y el otro veterinario) y nunca los escucharon. “Somos viejos tercos”, aseguraron.

El proyecto termina el año, pero ya están hablando de continuar para no perder en la bajada lo que se ganó en el repecho. “Además de agradecer pido que sigan llegando proyectos que redunden en mejorar calidad de vida, que engorden billeteras, porque cuando hay buenas ganancias hay ganas de trabajar y seguir metiéndole. Son proyectos que le salvan la vida al productor chico”, concluyó.

En un año, el establecimiento rural de María Teresa De Los Santos y Abayubá Rivas aumentó la producción de carne de 57 kilogramos por hectárea a 86 kilogramos por hectárea, lo que supuso un aumento de los ingresos netos de 56 USD/ha a 132 USD/ha.

Los resultados están a la vista y contagian

En un año de trabajo en el proyecto Ganadería y Clima, de la FAO, el establecimiento agropecuario de María Teresa y Abayubá aumentó la producción de carne de 57 kg/ha a 86 kg/ha, lo que supuso un aumento de los ingresos netos de 56 USD/ha a 132 USD/ha. Desde el punto de vista medioambiental, redujeron las emisiones de GEI de 20 kilogramos de CO2 equivalente por kilo de carne a 14 kilogramos de CO2 equivalente por kilo de carne. Gracias a una mejor ordenación de los pastizales y al cese del sobrepastoreo, también se ha producido un aumento de la cubierta vegetal, una mayor zona fotosintética y, por tanto, una mayor retención de carbono en las hojas y las raíces de las plantas. Esto también ha dado lugar a un aumento visible de la flora, las aves y la biodiversidad general de sus tierras.

Los ingresos adicionales por los cambios que ha traído el proyecto han permitido a la familia mejorar la infraestructura y reformar su casa.

Como Abayubá y María Teresa son muy activos en su comunidad, muchos otros han seguido su ejemplo, queriendo implementar también estas mismas prácticas en sus predios.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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