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Inflación, impuestos y falta de previsibilidad: los problemas que afectan a la ganadería argentina

Analistas sostienen que si bien el país cuenta con un espacio enorme para crecer en exportaciones de proteína cárnica, "se requiere previsibilidad, inflación baja, y mejor financiamiento”

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INFOBAE | Argentina cuenta con una de las mejores carnes del mundo, que genera un importante reconocimiento por su calidad. A pesar de este aval global y en un contexto de una demanda sostenida de proteínas cárnicas encabezada por China, la ganadería argentina en su conjunto se ve cercada por la falta de políticas para el sector, con altos costos productivos, impositivos, logísticos, falta de financiamiento y una alta inflación que no provocan previsibilidad y las condiciones necesarias que lleven a su crecimiento.

Así lo explicó el analista de negocios, Salvador Di Stefano, quien en diálogo con Infobae aseguró que en Argentina "nunca se ha dado una política de transformación del maíz y la harina de soja en proteína cárnica. Si bien el país cuenta con un espacio enorme para crecer en exportaciones de proteína cárnica, se requiere previsibilidad, índices inflacionarios bajos, y mejor financiamiento”, señaló el especialista.

Además, destacó que “los altos costos de logística juegan en contra, las faltas de reglas claras en materia laboral encarecen los proyectos y los altos impuestos (inclusive los que castigan a la exportación) son un limitante para estos proyectos”.

Datos sobre la evolución del stock bovino. Si se toma en cuenta solo el ejemplo de la ganadería vacuna, se puede percibir una suerte de estancamiento en el stock desde 2008 a la actualidad, tras un severa caída en sus existencias producto de políticas de restricción de exportaciones y de alta presión tributaria durante los gobiernos kirchneristas, de la cual lentamente se va recuperando.

Según datos oficiales, en 2008 había 58,8 millones de cabezas vacunas, las cuales fueron descendiendo hasta las 48,85 millones de cabezas en 2011 y que al cierre del año 2019 fue calculada en 54,46 millones de cabezas. En ese mismo período, las exportaciones pasaron de 429.360 toneladas a 845.877 toneladas con serias bajas en el medio (en 2012 se exportaron 188.407 toneladas), en un contexto donde la producción de carne se mantuvo en un rango entre 2,5 a 3,1 millones de toneladas, según la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).

Según los datos aportados por Di Stefano, hoy la exportación de carne vacuna de nuestro país alcanza una participación en la producción total del 28,6%, pero ocurre lo contrario con la porcina, que solo alcanza al 5% y la de pollo, que se ubica en un 11,6%. Estos números se encuentran por debajo de los que registra Brasil, cuyas participaciones de las exportaciones en estos tres complejos se ubican entre el 25,5% y 29,2%.

En base a los números de Brasil, Di Stefano consideró que “en Argentina no tenemos ni por asomo esa proporción. La pregunta es ¿Qué hace Argentina?. Hacemos soja y maíz. Somos el principal exportador mundial de harina de soja y uno de los cuatro exportadores más importantes de maíz. No nos hemos dado ninguna política de Estado transformando esa harina y ese maíz en proteína cárnica. Lo que tendríamos que haber hecho, no en la argentina de Alberto Fernández, ni de Mauricio Macri, ni de Cristina Fernández, sino en la Argentina de siempre, es haber llevado adelante una política para producir proteína cárnica y que ésta vaya a los países que demandan estos productos, como sí lo hizo Brasil”.

Los problemas del negocio ganadero. Para el analista, a la actividad ganadera en la actualidad la afectan una serie de problemas que van desde la inflación, la alta presión tributaria y la falta de financiamiento. “El ciclo ganadero es largo. No es de una rotación corta sino larga. Primero tiene que quedar preñada la vaca, después tiene que nacer el ternero, luego lo tengo que llevar de recién nacido a 430 o 550 kilos para exportarlo. Es una vuelta de cuatro años. En la medida que ese proceso se lleve adelante con una inflación del 100% cada dos años, es imposible avanzar con un negocio como el de la ganadería”.

En base a esto, aseguró que “lo primero es que no tenemos las condiciones aptas para desarrollar el negocio ganadero porque Argentina es un país con alta inflación. En segundo lugar, cuando hay mucha inflación existe algo que se llama resultado por tenencia y si hay mucha inflación todos los años cuando tengo un animal más gordo, voy a tener un resultado por tenencia positivo y deberé pagar impuesto a la ganancia por el ciclo del desarrollo biológico del animal, no porque gané plata”.

A partir de esto, consideró que “el tratamiento impositivo que tiene que tener la ganadería debe ser distinto a cualquier otro, ya que el animal no me lo quedo porque soy un especulador, sino porque no llega al precio necesario para ser vendido. Entonces se necesita bajos niveles de inflación, un sistema impositivo especial y, como es negocio a largo plazo, se requiere un financiamiento adecuado a tasas competitivas. Por último, cuando lo exporto, sería deseable que no existan retenciones”.

China. Toda esta situación de la ganadería argentina se da en un contexto de una constante demanda internacional de proteínas cárnicas, comandada por China, a raíz de la muerte de 150 millones de cerdas madres por la peste porcina africana. Esta situación dejó un gran vacío en la provisión de carne porcina, su principal proteína cárnica de consumo, por lo que el gigante asiático aumentó su nivel de importaciones, no solo de carnes, sino también de granos para recuperar su stock.

Según los números aportados por Di Stefano, la producción de carnes en el país asiático cayó 72,9 millones de toneladas en 2016 a 57,63 millones de toneladas en este año, producto de una caída en la producción de carne porcina de casi 20 millones de toneladas en ese lapso. Esto obligó a China a aumentar las importaciones, no solo de carne de cerdo, sino también de carne vacuna y aviar, por lo que el consumo de proteína cárnica cayó en menor medida.

Para el analista, "China comenzó el proceso de recomposición de su producción de carne para el consumo interno, con lo cual la demanda de materias primas al mundo irá creciendo notoriamente, por lo que la demanda de maíz y soja no se detendrá en esta coyuntura, y resulta muy probable que siga en aumento, con lo cual habrá que estar preparados para precios crecientes”.

Si bien el aumento en el precio de los granos para consumo animal puede representar un incremento en la cantidad de dólares que pueden ingresar al país, también puede representar un problema por la suba de los precios internos.

“El gobierno debería tomar nota de este conflicto entre materias primas y producción de carne, ya que tenemos el insumo, pero no lo utilizamos para realizar agregado de valor. Para que la suba del insumo no impacte en el mercado local, el gobierno debería incentivar la producción de proteína cárnica y exportar cortes con agregado de valor, de modo tal de incrementar las exportaciones, ganar en rentabilidad para el productor y dejar en el mercado interno carnes a precios mucho más bajos que los internacionales”, concluyó el especialista.

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