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Santiago Ferrés: “La historia de mi familia en el arroz me genera un gran orgullo”

Es ingeniero agrónomo y productor arrocero en Tacuarembó, y lleva en sus espaldas uno de los apellidos más ilustres en la historia del arroz en Uruguay. Ferrés dice que la trayectoria de la familia en el rubro le genera un gran orgullo que intenta corresponder, pero marcando su impronta. Para acercar más jóvenes al sector, comenta que desde ACA están trabajando para transformar al productor en un profesional del manejo del agua y así regar otros cultivos y tener más oportunidades, y dijo que el arroz es un cultivo apasionante que permite generar trabajo y ver a las personas desarrollarse.

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—¿De qué forma se dio su llegada al sector agropecuario y más específicamente al arroz?

—En el arroz hay una tradición familiar. Mi padre, que también se llamaba Santiago, era sobrino y ahijado de Don Ricardo Ferrés. Eran 9 hermanos y en su momento, por temas familiares y coyunturales salieron temprano a laburar. Se fue al interior, empezó trabajando en el campo y surgió la chance de plantar arroz. Llevó a plantar con él a Felipe y Marcos, y al inicio incluso estaba Rafael, otro hermano. Anduvieron desde 1968 plantando en Rincón de Ramírez, en la zona del arroyo Corrales en Lavalleja, hasta que en 1976, que es el año en el que yo nací, deciden instalarse en Lascano en lo que hoy es San Pablo del Cebollatí. Desde chico siempre anduve en la vuelta de las chacras. Vivíamos en 33, vinculados con los Zorrilla, los Armentano, etc. Siempre que podía iba a recorrer chacras con mi viejo. Tengo vagos recuerdos de salir a mensurar chacras y hacerle de regla, para que él lo presentara BROU. Me acuerdo que mi viejo era técnico agropecuario, y rezongaba porque tenía que pagarle a un agrónomo para que firme los planos. Él no podía firmar porque no pudo hacer esa carrera, y por eso me propuse terminar la carrera que mi viejo no pudo hacer.

— ¿Cómo siguió todo?

— Llegó un momento en que decidió arrancar un nuevo emprendimiento en sociedad con Rafael Narancio, su cuñado, en San Luis. Nos mudamos a la barra del Chuy, primero del lado uruguayo y después del brasilero. Yo iba a la escuela y a la salida me pasaba a buscar para ir a la chacra. A inicios de 1985 se enfermó, cuando yo tenía 8 años, al año siguiente falleció y nos mudamos con mi vieja y hermanos a Montevideo. Desde ahí, mi vínculo es a través de mis idas a la arrocera, como le decimos, al campo familiar, que lo siguieron Marcos y Felipe, a los cuales le debemos muchísimo como familia. Llevaron adelante lo que empezaron con mi viejo, y por eso pudimos formarnos y estudiar.

— Y así es que ingresaste en la carrera de Agronomía...

— Sí. Durante la carrera siempre tuve más vínculo con la ganadería que con el arroz. A la arrocera iba de vacaciones, a veces en cosecha, pero la cercanía por amigos o conocidos era con ganadería. Terminamos facultad, íbamos a hacer una tesis en Lascano en riego de pasturas, pero 2001 fue un año en el que se inundó todo Lascano, y por eso nos fuimos a hacer tesis en INIA Treinta y Tres de fertilización de pasturas. Era una época compleja en Uruguay, había poco laburo y lo que conseguí en el momento fue una pasantía en el INIA de marzo de 2003 hasta noviembre. Surge a través de un amigo, Federico Frick, la posibilidad de ir a una empresa en Argentina, donde buscaban un técnico joven. Había arroz y soja. Me fui y estuve casi un año allá. Ya trabajando con el arroz, me volvió a “picar el bichito”. De ahí me fui a trabajar a Artigas, en una empresa gerenciada por Guillermo O´Brien, con quien hoy compartimos directiva de ACA. Me casé, mi señora es agrónoma también, y lo más cercano para coincidir fue Tacuarembó por un trabajo de ella.

— ¿Ahí se acerca el momento en el que te largás a plantar por tu cuenta?

— Primero apareció la chance de trabajar como gerente de producción de campos de UAG en Tacuarembó con todos los rubros. Se hacía arroz, soja, un tambo, ganadería, semilla fina, pasturas. Eso fue en 2011, hasta que en 2016, UAG deja de producir y arrendar los campos, y en aquel momento con mi amigo Pedrito Queheille decidimos arrendarle la parte arrocera. Nosotros teníamos vinculación con gente de Saman y algo de conocimiento. Hoy estoy en sociedad con mi primo Marcos, que es casi un hermano. Él está encargado de la chacra en Lascano y yo acá. Tratamos de llevar adelante una empresa que tiene el peso de la historia, pero con nuestra impronta.

— Saltando a la actualidad, ¿cómo está al día de hoy el negocio?

— Diferente, ya van varios años mejorando, y este año se da una combinación que permite pensar con un precio que ojalá sea histórico. Estamos viendo algo muy interesante. Hay mucha expectativa, y el agregado de vender un 20% de la producción en el negocio spot por contrato lo muestra. No tengo exacto el porcentaje de productores que lo usaron, pero se sumaron muchos. Afortunadamente estamos de cara a una zafra interesante, y por lo que hemos hablado con la industria, estimamos que irá entre 25% a 30% de zafra vendida. Todo indica que habrá buena información para negociar el precio provisorio dentro de poco.

¿Cómo se comportó esta zafra productivamente?

— Nunca hay una zafra igual a otra. Siempre te aparece “un cangrejo abajo de la piedra”. Al principio no teníamos agua y no sabíamos qué hacer, porque el productor tiene un esquema de maquinaria y gente, y hay que tomar decisiones. En setiembre se puso a llover y tuvimos agua para la totalidad de área. Había cosas que no teníamos del todo preparadas, pero nos largamos. Se abrió una ventana de siembra en octubre, y en ese mes pudimos plantar un 90%. Después se puso a llover de nuevo y tuvimos complicaciones. Fue complejo acomodar los riegos, las chacras, hubo ureas por tierra que no se pudieron hacer. En enero el clima se acomodó y las chacras se armaron lindas, con un febrero espectacular para la floración. Se concretaron chacras muy lindas que permitían imaginar mucho, y sobre todo parados frente a un negocio aparentemente bueno a nivel de precios.

Chacra de arroz de Santiago Ferrés
Chacra de arroz de Santiago Ferrés

—¿Cómo viene la cosecha?

— La cosecha arrancó bien, pero tuvimos algún tema operativo y problemas de recibos que nos demoraron algo, además de eventos climáticos complejos como vientos, granizo o lluvias que provocaron desgranes y pérdidas. Estamos a mediados de abril y llevamos un avance nacional de algo más del 63%, está atrasado por lo menos en un 10% frente al año pasado. Tratamos de aprovechar cualquier ventana de tiempo para salir con toda a cosechar.

—¿Qué se espera para los rendimientos?

—Teníamos buena expectativa, pero siempre con la intriga de ver cuánto pegaba todo lo que pasó para atrás. Veíamos las chacras lindas, pero en algo tenía que haber afectado. No esperábamos los rendimientos del año pasado, pero las arroceras estaban bien. Ahora habrá que ver qué daños causó todo lo antes mencionado.

— A vos te tocó... ¿cómo ves el tema del recambio generacional? ¿Preocupa?

—Sí. Es una preocupacion real la aparición o no de productores jovenes. Se da, pero es complicado. Hay productores que pasan el negocio a sus hijos, pero tienen que querer tomarlo. En muchos casos se da por el lado también de empleados que tienen muchos años, se les genera posibilidad de largarse por la de ellos y junto con ellos entra algún otro joven que haya estado vinculado. El arroz es un rubro particular, te tiene que gustar el cultivo, los “fierros”, tiene su know how. No es un cultivo de entrar y salir de un año para otro como algunos de secano, implica otro tipo de tiempos. Hay una necesidad de maquinaria, no se puede plantar en cualquier lado, los sistemas están armados... Por ese lado le hemos buscado la vuelta para transformar al productor en un profesional del manejo de agua y acercarlo a otros cultivos para riego, y así agregar opciones y ser más atractivos.

— ¿Qué es el arroz para vos y tu familia?

— La historia de mi familia en el arroz me genera un gran orgullo. Cuando se murió mi viejo dejé de tener el contacto fluido de antes, pero estuve siempre cerca de mis tíos Marcos y Felipe, puntales espectaculares de la familia. Surgió la opción y volví al arroz trabajando en la chacra como empleado, haciendo mi camino, siempre con el sueño de que se “cuadre” y largarme con mi propia chacra. Cuando se dio, el negocio de arroz no estaba en un buen momento, que es cuando aparecen las chances de entrar. Tirarnos al agua en ese momento estuvo buenísimo, y por suerte tuvimos los apoyos, los contactos, la confianza. Es un cultivo que te apasiona, y tenemos la enorme posibilidad y responsabilidad de generar laburo. Sigo con el equipo de trabajo que laburamos en UAG, estamos juntos hace 13 años. El arroz es especial porque deja ver el crecimiento y desarrollo de la gente, dando vida a lugares donde otra cosa no funciona. Quiero hacer una mención final y especial a mi mujer y mis dos hijos, que son los que me sostienen en todo esto.

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