“La implementación de sistemas de riego tiene impactos medibles a nivel de predio y también a escala nacional, partimos de la base que el riego por aspersión permite lograr aumentos muy significativos en los rendimientos de cultivos de verano como maíz y soja y eventualmente también en cultivos como trigo y cebada, utilizando riegos estratégicos para el llenado de grano”, dijo Daniel Rubio, integrante de Regadores Unidos del Uruguay.
También es significativo el aumento de la producción de materia seca a nivel de pasturas para producción de carne, leche y de semillas fina. “Resulta importante la contribución del riego a la estabilidad de la producción en niveles altos, dándole certeza a los retornos financieros de la inversión”, dijo. Regadores Unidos de Uruguay (RUU) colaboró con esto y actualmente nuclea más de 40.000 hectáreas regadas por aspersión.
Se puede decir que los paquetes tecnológicos identificados por los técnicos de RUU durante más de 8 años, a través de ensayos y observaciones de campo, han permitido encarar el proceso de inversión y producción asociada a riego de cultivos de soja y maíz con muy alta certeza en relación a los retornos físicos.
GANADERÍA. Los retornos económicos dependen de más factores. “En el caso de la producción de carne y leche, existe información suficiente para presupuestar la duplicación de la producción de materia seca en secano con el uso del riego y en forma mucho más estable”, dijo Rubio. Para medir el impacto a escala país, en marzo de 2023 se presentó el estudio que RUU le encargó a Ceres (ver informe), en el que se identificó que “con la implementación de esta tecnología a una escala de 600.000 hectáreas, por su impacto directo, indirecto e inducido en la economía, se genera un crecimiento cercano a 3 puntos adicionales del PBI”, señaló el integrante de Regadores Unidos.
AGRICULTURA. Para el enfoque ambiental con relación al riego, es importante contextualizarlo. “El uso del agua en la agricultura es la historia de un éxito a nivel mundial, con mayor producción, garantía de seguridad alimentaria, alto impacto en la economía y en el empleo. La agricultura regada representa más del 20% de la superficie total de tierra cultivada, y genera más del 45% de los alimentos producidos en todo el mundo. El área cultivada creció un 12% en últimos 50 años, pero prácticamente no ha tenido crecimiento en los últimos 20, y la superficie regada creció un 117%, siendo una de las principales estrategias de desarrollo agrícola en países relevantes, disminuyendo la tasa de deforestación e impactando positivamente en la recuperación de los suelos degradados”, indicó Rubio.
Actualmente se dispone de estudios importantes que certifican un efecto positivo del riego sobre el contenido de materia orgánica de los suelos, por los propios aumentos en productividad que conlleva. “Por lo antes dicho, es clave que el impulso a las políticas de riego no esté condicionado por el criterio precautorio que caracteriza en buena medida a nuestra cultura, estableciendo normativas que frenan inversiones sin el debido sustento de la ciencia”, dijo. “Los parámetros ambientales debidamente fundamentados son un componente imprescindible de un plan de desarrollo del riego sostenible.
COSTOS. Se estima que la sequía de 2023 fue equivalente al 40% del PBI agropecuario y 3% del PBI nacional, y las exportaciones cayeron US$ 1.725 millones respecto del año anterior, “lo cual contribuye a demostrar la evidente subestimación que existe respecto al peso del sector en el conjunto de la economía”.
“Resulta entonces fundamental encarar procesos como la implementación a escala de sistemas de riego que moderen significativamente la variabilidad de la producción agropecuaria, al tiempo que aumenten los volúmenes producidos a niveles actualmente impensados: se trata de un cambio en la matriz productiva que debió haberse encarado hace ya varios años, pero se ha actuado como si no resultara de máxima prioridad incrementar la tasa de desarrollo de nuestra economía”, cerró.