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País de Guasqueros: seguimos conociendo mas jóvenes participantes..

Seguimos conociendo mas jóvenes participantes...

Milagros Herrera

Me asomé por la ventana de la vieja cocina y allí estaba Don Pereyra, como siempre que llegaba la noche, enredado en sus tientos. Entré despacito sin hacer ruido, queriendo no interrumpirlo y él siguió, tiento para acá tiento para allá…

Había olor a humo de leña verde, en las paredes negras de hollín se reflejaban las luces del fogón, poca luz, cálida luz. ¿Cómo hacía Don Pereyra para ver aquellos tientitos tan finitos? Pensaba mientras trataba silenciosamente de apoyarme en el marco de la puerta de dos hojas para verlo mejor. Le calculé la edad, tendría más 80 años seguro. Desde que tengo uso de razón Pereyra está. Me acordé cuando me dio la petiza para mi, cuando me enseñó a contar ganado, cuando me enseñó a engrasar las garras… bien pensado casi todo lo que sabía me lo enseñó él. ¡Cuántas cosas vivimos juntos! En todos mis recuerdos está; es que es familia. Lo volví a mirar con más atención, seguía enredado en sus tientos sin desconcentrase un segundo, parecía en trance, ajeno a todo. Hacía más de una hora que hipnotizada por los movimientos de sus manos yo seguía parada allí. Muy despacio, casi en cámara lenta, levantó su cara, sacando la vista del pasador de miles de tientos que tenía en sus manos, me miró con sus ojos chiquitos celestes. Perdón, le dije, no quería interrumpir. “No interrumpe mija, si lo hiciera se lo hubiera dicho hace una hora cuando llegó”, me contestó. Me sonreí, podían pasar los años, pero no se le pasaba nada a Pereyra. ¿Enredado en los tientos? le pregunté como para decir algo. “Tanto como usted en los recuerdos me respondió”.

Gente de antes, recuerdos de antes, que me viene a la cabeza cuando les cuento sobre País de Guasqueros, un evento del presente que contiene mucho sobre el futuro. Pasado, presente y futuro que a través de un oficio que forman parte de nuestra identidad.

Seguimos conociendo mas jóvenes participantes.

Fátima Fernández: “Una oportunidad para crecer”

Fátima Fernández

Nació en Tacuarembó y se crió en Cerro del Ombú, en campaña. Hija de trabajadores rurales, hoy con 24 años vive y estudia Veterinaria en Salto.

Cuenta que hace unos cuatro años comenzó con el oficio junto a su pareja. Era época de pandemia y, juntos, buscaban algo que les gustara y les redituara económicamente.

Al primero que consultaron fue a su abuelo, que sabía del oficio, su hermano le regaló algunos libros y su padre como todo hombre de campo los aconsejó. Luego completaron el aprendizaje con un curso de guasquería.

Al principio Fátima ayudaba a su pareja a cortar cueros, luego se empezó a animar a más y cuando se quiso acordar descubrió que sobre todo lo que la apasionaban eran las costuras en cuero.

Las primeras piezas que hizo fueron unas materas cocidas por ella que vendió enseguida, dice que es su fuerte.

En cuanto al proceso del cuero, nos comenta que junto a su pareja van a frigorífico a elegir y llevarse los cueros que luego lonjean, estaquean y preparan según el destino que vayan a tener.

Fátima habla siempre en plural, ya que, con su pareja, estudian, viven y trabajan juntos.

Una de las cosas que más los une es que les encanta el campo.

No se cuestiona el futuro laboral, es que, “¡teníamos que salir para este oficio, porque venimos de familias rurales!”, dice orgullosa de su origen.

País de Guasqueros será su primer concurso y está muy nerviosa, “¡loca de los nervios!”, como ella misma expresa.

Si bien no conoce personalmente a los otros participantes, reconoce sus trabajos a través de las redes sociales.

Para ella, País de Guasqueros es una oportunidad de aprender y seguir manteniéndose sola para estudiar lejos de casa y hasta darle una mano a los padres.

En fin, no sé si será cierto aquello de que era mejor la juventud de antes, yo me quedo con historias como ésta.

Cristrian Obiedo: Un bicho de ciudad con alma de campo

Cristrian Obiedo

Tiene 24 años, nació en Montevideo.

Criado en el barrio Pocitos, ya que su padre era portero y su trabajo incluía la vivienda, estudió en la escuela Brasil. Un bicho de ciudad con alma de campo; nunca le gustó la capital.

Decidido a encontrarse con el campo a los 15 años dejó Montevideo para hacer bachillerato ciclo básico Agrario en el interior y luego seguir sus estudios en la Escuela Agraria. En régimen de internado venía los fines de semana a visitar la familia, cuando no iba a casa de sus tíos en Puntas de Malbajar, en Durazno. Cuenta Cristian que allí vivía un tío que trabaja en soga, pero era de los guasqueros de antes, de los que uno iba a mirar lo que hacían y juntaban las cosas o dejaban de trabajar y se ponía tomaban mate, pareciera ser que fue una de las cosas que por curiosidad despertó el interés de Cristian en la guasquería ¿Cómo lograba hacer esas piezas?

Con el tiempo dejó de estudiar y encontró un curso básico sobre guasquería en Montevideo. En aquel momento ya ayudaba a su padre con el trabajo entre semana, pero como el curso se dictaba los sábados se decidió a inscribirse. Luego llego la pandemia y todo se dio. Probó hacer un llaverito y, como todo gurí ansioso, comenzó a subir fotos a las redes sociales con sus experimentos. Ahí empezaron las consultas, se fue entusiasmando y ya no puedo parar más.

Hace poco terminó un curso de rematador, pero hoy sólo se dedica a la guasquería. Dice que da para vivir.

Lo que más le gusta hacer son las piezas chatas, como ser, cintos, cabezadas, riendas o pasadores largos, pero siempre chatos, trenzados no. Recuerda que una vez le encargaron hacer un preparo de “chinchulín”, que es cuando el cuero va haciendo zigzag y obviamente no es chato así que le tuvo que decir que no al cliente. Por fortuna logró convencerlo de hacerlo chato, “se ve que me quedó bien porque el hombre quedó muy conforme” dice entre risas.

En el futuro, si bien tiene su título de rematador y su oficio de guasquero, quiere seguir estudiando, tiene pendiente la facultad de Agronomía y agradece que la guasquería le da un ingreso suficiente y la posibilidad de manejar los horarios para seguir progresando.

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