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Un año removedor, pero que no cambió las tendencias...

Dentro de todo lo malo que provocó la pandemia, el sector agropecuario la llevó “bastante bien”. 

Rafael Tardáguila | [email protected]

Se va un año 2020 que, por decir lo menos, no cumplió con las expectativas. Ni que hablar que fue removedor, en el cual se tuvo que aprender a la fuerza una “nueva normalidad” de relacionamiento con nuestros seres queridos y con la sociedad en general. Pero por más removedor que haya sido, no tuvo la fuerza suficiente como para evitar que las grandes tendencias de la ganadería siguieran su derrotero.

En el plano económico, más allá de la recuperación del PBI en el tercer trimestre, el año cerrará con una contracción del orden del 4,5%, con decenas de miles de trabajadores más en el seguro de paro y con sectores de la economía que han visto reducida su actividad virtualmente a cero. Todo lo relacionado con el turismo, la cultura, restoranes, entre otros, fue a quienes les fue peor.

Dentro de todo, el sector agropecuario la llevó “bastante bien”, lo que no quiere decir que no se haya visto afectado.

En este contexto tan atípico, en la ganadería las cosas transcurrieron dentro de los parámetros previstos. Se sabía que la faena iba a caer, se sabía que el stock iba a comenzar a transitar una senda de crecimiento y se sabía que los precios de la hacienda se iban a ubicar por debajo de los máximos alcanzados en 2019. Lo que no se sabía era que la caída iba a ser del tenor que lo fue. Fue allí, en la magnitud de la contracción, donde tuvo su impacto la pandemia.

En lo que refiere al ciclo ganadero 2020 fue -como se preveía- un año bisagra. La reducción de la oferta tocó piso y comenzó una senda de crecimiento. Esta se podía dar sobre fines de 2020 o principios de 2021. Finalmente, fue sobre fines de 2020, en parte como consecuencia de la preocupación por la escasez de precipitaciones durante la primavera. La faena este año oscilará en los 2 millones de cabezas y consolidará el año próximo la senda de crecimiento iniciada en estas últimas semanas de 2020. De no mediar grandes contratiempos, debería ubicarse en el eje de 2,20-2,25 millones y volver a crecer en 2022, posiblemente a un entorno de 2,4 millones de cabezas. El crecimiento de la oferta hará que el dominio del mercado deje de estar del lado del sector productor -como ha sido entre 2018 y parte de 2020- y pase a una situación más equilibrada entre oferta y demanda. La industria tendrá más oferta y podrá manejarse mejor dentro del mercado.

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Un buen indicador de quién tiene “el mango del sartén” en el mercado del gordo es el Novillo Tipo que mensualmente informa el INAC y la proporción que ostenta el precio que paga la industria por el novillo gordo y el Valor Agregado Industria (VAI). En 2019 este último fue solo 17% del valor del Novillo Tipo, por lo que la materia prima (el precio de compra del novillo (fue el restante 83%; en 2020 el VAI aumentó, pero con datos a noviembre pasó a ser 20%, una proporción que tampoco es muy cómoda para la industria. Teniendo en cuenta los equilibrios del mercado, es factible que crezca como proporción nuevamente en 2021, posiblemente situándose en un eje de 23%. Este será un cambio significativo en el mercado.

Otro aspecto en el que 2020 ha sido un año bisagra es en el precio de la reposición. Los terneros tocaron máximos en la pasada zafra de otoño y luego descendieron de forma consistente de la mano de la baja del gordo y del déficit hídrico. Además, la oferta es relativamente abultada, con un mercado de la exportación en pie que trabaja a un ritmo muy inferior al de años anteriores.

Lo esperable es que aquellos máximos en el precio del ternero no se toquen nuevamente en 2021 y seguramente tampoco en 2022. Todo un desafío para el sector criador que, en base a ello, elevará la oferta de vientres para faena, complementando el crecimiento en la oferta de novillos terminados.

Este es un argumento esencial en la expectativa de aumento de la faena en los dos años próximos.

Todo indica que el rodeo vacuno volverá a crecer en 2021, pero empezará a encontrar dificultades para mantener la tendencia el año siguiente. Dependerá de la magnitud del aumento de la faena de vientres. Si esta crece de forma pronunciada se ingresará en una fase de liquidación que elevará la actividad industrial en el corto plazo y la comprometerá para el futuro.

En el comercio exterior también será un año bisagra. Los volúmenes de exportación crecerán de la mano del aumento de la oferta; a su vez, las importaciones seguramente cederán, en tanto habrá más disponibilidad de materia prima en el mercado interno, con precios de la hacienda que no se ubicarán mucho más altos que en los demás países de la región. Es más, es factible que el precio del gordo en Brasil se mantenga por encima del uruguayo. Por lo tanto, Uruguay seguirá importando carne, pero en cantidades menores a las de 2019-20.

En definitiva, el 2020 fue un año removedor desde muchos aspectos, pero no lo suficiente como para torcer las grandes tendencias del ciclo ganadero.

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