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UE-Mercosur: una asociación clave

El efecto del coronavirus, las perspectivas de reelección de Trump y las dificultades de la región -especialmente en Argentina- ponen de relevancia una vez más la necesidad para Uruguay de avanzar en acuerdos comerciales que permitan nuevos espacios de crecimiento. La Asociación Mercosur-UE está primera en la lista.

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Ing. Agr. MBA, Nicolás Lussich.

Desde que se cerraron las negociaciones y se acordó el capítulo comercial del Acuerdo Mercosur-UE, a mediados del año 2019, pasaron varias cosas que parecían complicarlo: Brexit, retorno del peronismo en Argentina, choques de Bolsonaro con los europeos, etc.. Sin embargo, el Acuerdo sigue su rumbo y se está trabajando en la revisión jurídica del texto (un intenso trabajo técnico, para eliminar ambigüedades), para luego hacer la traducción a todos los idiomas de los países implicados, requisito ineludible antes de comenzar su consideración por parte de los órganos de gobierno de la UE..

Se trata de un Acuerdo de Asociación ambiciosa, tanto económico-comercial como política. Al día de hoy se conoce su parte comercial en los aspectos principales; resta conocer el texto político, aunque desde la UE se señala que no es diferente de otros que el bloque ya ha firmado. Incluye asuntos como derechos humanos, ambiente, asuntos laborales y otros.

Se espera que el Acuerdo entre al Consejo de la UE recién hacia el segundo semestre del año. Sería oportuno: es el momento en el que coinciden la presidencia alemana de la UE con la presidencia uruguaya del Mercosur. Ambos países -cada uno acorde a su influencia- han sido firmes impulsores de la Asociación. El Consejo debe aprobarlo por unanimidad, para luego pasar al Parlamento, que debe aprobarlo por mayoría. Cumplido este paso, ya podría comenzar a aplicarse de forma provisoria, mientras se aguarda la aprobación de los parlamentos de todos los países de la UE.

En el Mercosur el camino parece más llano, salvo por ciertas dudas que puede plantear la situación argentina. Hay que recordar que, una vez que esté la aprobación de la UE, cada país del Mercosur puede aprobar el Acuerdo y ‘arrancar’ a comerciar por sí solo, sin tener que esperar el consenso de todo el bloque. Esto puede operar como un estímulo para la eventual reticencia argentina. El resto está para firmar cuanto antes.

Parece claro que para los desafíos geopolíticos actuales de la UE, hacer una Asociación con el Mercosur es especialmente relevante y positivo: es uno de los mayores bloques comerciales del mundo y asociarlo a su visión política sería una victoria estratégica innegable. La UE está hoy en una situación delicada: el Brexit la dejó malherida, el conflicto con Rusia no cesa, y el ascenso de China y su confrontación con EEUU la pueden dejar en segundo plano; la propia relación con EEUU -su aliado histórico- se ha tensado con la llegada de Trump a la Casa Blanca, quien seguramente se quede 4 años más. Por todo esto, la Asociación mostraría la capacidad de la UE de seguir moviendo su agenda internacional, aún luego del Brexit y ante todos estos desafíos.

Posiciones y oposiciones. Todo indica que es un Acuerdo equilibrado, aunque -claro está- no es perfecto. Para Europa, además de las virtudes generales señaladas, le da acceso a uno de los mayores mercados del mundo, incluso a nivel de compras estatales. Incorpora además servicios y asuntos de propiedad intelectual, todos de alto interés para la UE. En contrapartida, los europeos concedieron acceso a los productos agropecuarios de nuestra región, aunque en muchos casos cuotificados y/o con plazos de desgravación extensos.

Aún así, hay un movimiento de oposición importante al Acuerdo en la UE, en particular de sectores agropecuarios de algunos países, que ven al Mercosur como una amenaza letal. Sin embargo, todo indica que el alerta es -como mínimo- exagerado. Por un lado, es claro que el acceso que ofreció Europa es acotado: las cuotas en varios productos limitan las ventas del Mercosur a un porcentaje muy bajo del consumo total europeo en cada caso.

Por otro lado, más allá de los aspectos netamente arancelarios y de cuotas, la UE aplicará a los productos que ingresen desde el Mercosur los mismos estándares que exige a su producción local. Para algunos productos, este puede ser un desafío muy importante, aunque ya hay experiencia acumulada -en especial en Uruguay- en lo que refiere a cumplir exigencias de calidad, sanidad y ambientales. Es un capítulo relevante y el mejor escenario es que se aplique en forma razonable, anticipando las exigencias y estableciendo pautas claras. De lo contrario, como ha sucedido en otras ocasiones, la “irrupción” de una exigencia nueva o imprevista, que interrumpe un determinado flujo comercial, se asocia más a barreras no arancelarias, que más que fomentar el comercio, lo distorsionan y limitan.

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En este plano hay varios capítulos sensibles, desde las exigencias vinculadas al bienestar animal y el impacto ambiental de los sistemas de producción, hasta la autorización de agroquímicos o antibióticos, que pueden emerger como barreras comerciales injustificadas. Además, el Acuerdo incluye el Principio Precautorio, vigente en la UE, sobre la base del cual los europeos han frenado la incorporación de innovaciones tecnológicas que ya fueron adoptadas por otros países, pero que -a su juicio- pueden conllevar riesgos, aunque no exista prueba científica. El caso de los transgénicos es de los más notorios.

Por todo esto, parece claro que los temores que agitan algunos sectores o países en Europa no están bien justificados y el ingreso de productos agropecuarios del Mercosur será acotado y cumplirá con altas exigencias. Pero sucede que los opositores son más activos y explícitos que los defensores.

Además, por estos días los productores rurales europeos están movilizados por el aumento de costos y la reducción prevista en el presupuesto de la Política Agrícola Común. Hablar de la Asociación con el Mercosur, es como echar nafta al fuego. La afectación a los agricultores es usada como bandera de oposición al Acuerdo, tanto por grupos de derecha nacionalista como de izquierda antiglobalización.

Aún así, en los próximos meses los políticos europeos que defienden la Asociación UE-Mercosur buscarán convencer a la opinión pública que los beneficios son mayores y más amplios que los perjuicios; y de que Europa necesita el Acuerdo, porque es positivo para su economía y para sus intereses geopolíticos, entre los cuales está promover la estructura de gobernanza global multilateral.

Un buen ejemplo de esto es el Acuerdo de París contra el Cambio Climático, que EEUU ha abandonado pero que la UE quiere reforzar. Formar parte de dicho Acuerdo es una condición para la Asociación UE-Mercosur. Cuando irrumpió el conflicto entre Francia y Brasil por la situación de la Amazonia, parecía que la Asociación entraba en punto muerto. Pero en los últimos meses los ánimos se han calmado. Según el diputado europeo Nicola Danti “Bolsonaro es también una excusa; si fuera otro el presidente brasileño, hay quienes se opondrían de todas formas”.

¿Y cuál es el atractivo para el Mercosur y para Uruguay?

Se abren oportunidades en varios sectores ya existentes, pero seguramente lo más significativo es la posibilidad de dinamizar nuevos negocios, a distintos niveles, que puedan incorporar más valor agregado, más trabajo de los uruguayos. En la UE se menciona la experiencia de Perú y Colombia, que inicialmente se perfilaban como proveedores de materias primas y que, año a año, comenzaron a vender productos con mayor valor agregado, incorporando etapas de transformación.

Impactos. En los últimos días se divulgó un nuevo Estudio de Impacto del Acuerdo de Asociación entre la UE y el Mercosur, elaborado por la London School of Economics (LSE). Es un estudio profundo con evaluación general y sectorial, en varios planos.

Señala que “para la UE el Acuerdo es la oportunidad de asegurar e incrementar el comercio y las inversiones con una región con la que tiene importantes vínculos culturales y económicos. Para el Mercosur -agrega- ayudará a revertir la pérdida de acceso a mercados que enfrenta, mientras sus competidores lo han ganado por sus propios acuerdos de libre comercio con la UE”. Para la LSE, el Acuerdo también “permitirá reducir los crónicos desvíos de comercio que afectan la productividad del Mercosur, lo que tiene consecuencias en los niveles de pobreza”.

Según la LSE, muchas cosas han cambiado desde que se iniciaron las negociaciones, en 1999. China era un socio comercial de menor importancia que la UE, pero hoy están a la par, con China creciendo. Señala que “el comercio del Mercosur se ha hecho más dependiente de commodities como soja y minerales, con crecientes desvíos comerciales dentro del bloque”. Además, se señala que en aquellos tiempos los 4 países del Mercosur eran beneficiarios del Sistema General de Preferencias comerciales de la UE (GSP); hoy ninguno lo es.

El estudio realiza varios análisis sectoriales, entre ellos para carne vacuna. Establece un escenario conservador en el que las exportaciones del Mercosur a la UE se expanden entre 26 y 37%, lo que implica que la producción total del Mercosur crecería entre 0,2 y 2,1%, mientras la producción europea caería 0,7%. ”Uruguay es el país que experimentaría los mayores efectos positivos en términos de comercio y producción”, destaca.

En el escenario más ambicioso, las importaciones de carne vacuna de la UE desde el Mercosur podrían expandirse entre 54 y 78%, con una caída en la producción de la UE de 1,2%; mientras, la producción del Mercosur crecería entre 0,6 y 4,0%.

Otras derivaciones. El Acuerdo no sólo tendrá impacto en la relación comercial y económica entre ambos bloques, sino también dentro de ellos; en especial dentro del Mercosur, pues la UE ya funciona claramente como mercado único, mientras que nuestro bloque tiene dificultades en este plano. Así, operaría como un “disciplinador” del Mercosur.

Por otra parte, la Asociación con la UE le daría a los europeos un acceso preferencial respecto al resto de las grandes potencias (China, EEUU, Japón), que seguramente no se van a quedar de brazos cruzados. Así, puede resultar un motivador para generar otras negociaciones comerciales.

En cualquier caso, para aprovechar la apertura comercial es clave la competitividad. El Acuerdo con la UE no resolverá nuestros problemas por arte de magia: si no hay competitividad genuina, no habrá avances. La propia apertura comercial tiende a exponer la falta de competitividad de ciertos sectores y la alta competitividad de otros.

Para que los segundos sean más que los primeros, y para viabilizar nuevos procesos de transformación, es clave contar con energía suficiente y a precio competitivo, pero también que la logística sea efectiva y la productividad del empleo alta, para competir en uno de los mercados más exigentes y con mayor ingreso per cápita del mundo.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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