La confluencia de una creciente demanda de carnes a nivel global junto a una preocupación cada vez mayor por la situación del ambiente, hace del uso inteligente de las pasturas, naturales y sembradas, un asunto clave para la proyección productiva de la ganadería y de la economía uruguaya en general.
Ing. Agr. Nicolás Lussich.
Dada la crisis productiva en China y otros países asiáticos, causada por la fiebre porcina africana -que ha diezmado el rodeo porcino y aún no tiene síntomas de mejora- los precios de las carnes se han disparado, separándose de la tendencia bajista que han recorrido en los últimos años los granos, los lácteos y otros alimentos. Hasta la celulosa, otro producto del agro negocio, ha tenido una fuerte corrección en las últimas semanas, consecuencia -entre otros factores- de la guerra comercial entre EEUU y China.
La carne se muestra al margen de esa dinámica por una crisis sanitaria imprevista y grave (un “cisne negro” como gustan nombrar los gurúes de los mercados a los acontecimientos que aparecen sin aviso), aunque la firmeza de la demanda china ya estaba planteada desde antes, consecuencia del paulatino aumento del ingreso.
El empuje de demanda encuentra al Uruguay en “off side”: por efecto de un aumento en la exportación en pie de terneros en los años previos, el ganado inmediatamente apto para faena escaseará, al menos por un par de años, lo que limita la posibilidad de aprovechar la circunstancia y -ciertamente- pone aún más presión sobre los precios. Hemos defendido la libre exportación en pie como garantía para el productor de que no estará sujeto a otras prioridades, y -ciertamente- hay que asumir las consecuencias; en cualquier caso, en el último año la exportación en pie ha mermado, entre otras razones porque el mercado local está pagando mucho mejor las terneradas.
Entre la fiebre porcina en China y los efectos de la exportación en pie, la ganadería está con niveles de precio récord en toda la cadena, que serán difíciles de sostener a mediano plazo -ojalá se pueda- y que algunos operadores del mercado (en particular en la industria frigorífica) juzgan como una verdadera “inflación ganadera”, atentos a lo que sucede en los países de la región, que tienen precios menores y exportaciones crecientes. Tal vez la realidad está en el punto medio: en efecto, es posible que estos precios sean un fenómeno puntual, pero el Uruguay tiene buenos fundamentos para tener precios superiores, por garantías, acceso a mercados, trazabilidad. Cuánto es ese diferencial es un asunto más difícil de definir.
Cuando el stock se recomponga y la fiebre porcina esté superada será otro el escenario, pero la demanda seguirá alta y -por tanto- el desafío ya hoy es afirmar la base forrajera para que la ganadería crezca, llegue a los tres millones de terneros y siga de largo. En este plano, se está dando una interesante transición en muchos buenos suelos usados hasta ahora para producir grano, los cuales -en particular en las zonas alejadas de los puertos- están pasando (volviendo) a ser explotados con ganadería, a través de la implantación de praderas.
Analizando los números de DICOSE y la evolución histórica del área de praderas, pasturas mejoradas y verdeos, todo indica que la tendencia aún tiene mucho para recorrer. En efecto, el área de praderas ha aumentado en los últimos años, ilustrando la mencionada transición, pero aún está por debajo de los niveles de fines de los 90. Esto es alentador, en el sentido de que las perspectivas de mayor demanda pueden ser cubiertas con aumentos agregados de las áreas forrajeras mejoradas, que permiten una mayor productividad.
Aun así, hay que ver hasta dónde llega esta transición: es cierto que la agricultura está cediendo terreno (chacras) a la ganadería, pero no volverá a los niveles de los 90. El negocio agrícola está hoy menos estimulado por el lado de los precios y tiene desafíos de sostenibilidad (suelos, malezas) que hacen que se revisen muchas situaciones de chacra, ameritando en muchos casos el retorno de las praderas, para recomponer materia orgánica, limpiar y -en definitiva- mejorar la sostenibilidad de los sistemas productivos; cuanto mejor si esto se hace ahora apuntando a un rubro con buenos números, como la ganadería. Pero la agricultura uruguaya ha dado un verdadero “salto cualitativo” en los últimos años, con incorporación de biotecnología, maquinarias, genética y logística, que le ponen un piso a la producción de granos bastante más alto que el que se vislumbraba en los años previos al boom. Dicho de otra forma: la soja se descolgó del millón y medio de hectáreas, pero difícilmente se retraiga a las 500 mil.
En el gráfico adjunto ilustramos la evolución del uso del suelo en Uruguay, tomando las praderas y las áreas agrícolas (tomamos cultivos de invierno en los 90 y la soja el resto de los años), para mostrar -al menos en forma aproximada- el mencionado “retorno” a la ganadería en los suelos más productivos. Los datos son de la totalidad del país y cada zona y establecimiento puede tener factores de dinámica propios. Pero más allá de eso, parece claro que las praderas están retornando a sus niveles previos a la expansión agrícola y -sin embargo- permanece un área de granos muy importante. Por supuesto, también hay un área potencial nueva para la expansión de praderas, áreas que no fueron alcanzadas por la agricultura.
Así las cosas, es posible que el área de praderas siga aumentando, pero eso dependerá bastante de cómo siga el área agrícola (lo que -a corto plazo- depende de los precios); además, componer una producción ganadera estable y razonable implica invertir más de 1.000 US$/Há, lo que no se hace de un día para otro. Asimismo, las facilidades comerciales de las que gozan los productores de granos, no están en la ganadería, lo que obliga a manejar de manera distinta el negocio y a tener más respaldo de capital. Y esto tampoco es “soplar y hacer botellas”.
Por todo esto la “respuesta forrajera” al nuevo escenario deberá pasar también por una mejora en la productividad de las pasturas, una mayor eficiencia de pastoreo y una complementación inteligente con verdeos y pasturas cortas, así como con granos forrajeros (con o sin corral). Por suerte, se viene acumulando experiencia técnica en el manejo eficiente de pasturas, lográndose mayor longevidad, con más opciones genéticas disponibles (variedades), tanto de pastos perennes (Festuca, Dactylis, Paspalum) como bianuales (Raigrás) y verdeos, importantes para configurar una rotación eficiente que permita -entre otras cosas- sembrar la pradera en fecha. Con una presencia equilibrada de leguminosas, la producción de carne por hectárea responde.
Además, Uruguay está llegando a las mayores producciones de granos forrajeros de su historia, con una cosecha récord de maíz (800.000 toneladas, cuatro veces más que en los 90), a eso hay que sumar cerca de 500.000 toneladas de sorgo seco y húmedo. Esta producción es esencial para aumentar la producción de carne, en particular acelerando procesos y aumentando la eficiencia general del rodeo.
También se avanza en una mayor productividad en el pastoreo de campo natural, con rotativos intensivos y otros planteos similares, para lo cual la pericia del productor y su compromiso con el rodeo son claves; lejos de la automatización y la escala que facilitó la expansión agrícola, la ganadería de alta productividad es más artesanal. En este sentido, la pérdida de productores y trabajadores, capacitados y con experiencia, es lamentable y podría ser una limitación para el nuevo empuje ganadero. La ganadería uruguaya es esencialmente pastoril, lo cual es garantía de bienestar para los animales (consuman o no grano) y de biodiversidad vegetal y animal, siendo las praderas y el pastizal el hábitat de centenares de especies de todo tipo. Es la única producción de alimentos que puede preciarse de esto.
Con todos estos desafíos, si el camino para una mayor producción se transita con decisión, el desempeño de la cría debería mejorar. Sin embargo, la cría es el rubro ganadero que usa con mayor intensidad la tierra, activo sobre el que se ha sumado más carga impositiva en los últimos años. Asimismo, en términos relativos la cría implica más aplicación de mano de obra, que también se ha encarecido. Tal vez por aquí esté parte de la explicación del escaso avance en el procreo. Bienvenido el mayor ingreso para la gente de campo, siempre que sea sostenible.
Precisamente, la ganadería puede lograr apuntalar esos ingresos, si se logra el referido aumento en la productividad. Pero también tiene que tener ayuda porteras afuera, con menores costos y mayor eficiencia en la economía en general.