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PBI del agro: más costos, menos precios... y menosprecios...

Por Nicolás Lussich.

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El Banco Central divulgó los últimos datos sobre las Cuentas Nacionales, que dan la mirada más completa sobre el desempeño de la economía y de sus diversos sectores. No tenemos una mirada “agrocéntrica” de la economía: en Uruguay conviven múltiples sectores, muchos de ellos que no tienen que ver directamente con el campo (salud, desarrollo de software, turismo, audiovisuales, etc.), más allá de sus interesantes interacciones con el sector rural y los agronegocios. Es posible que la economía marche bien, a pesar de dificultades en el agro.

Sin embargo, hay que remarcar un asunto clave: el agro y los agro negocios constituyen una parte muy importante de la economía uruguaya, que puede estimarse entre 30 y 35% del PBI total, si se consideran los insumos, transporte, agro industrias y servicios directos. La aclaración vale porque en las Cuentas Nacionales del BCU aparece en el renglón “PBI agropecuario” una cifra menor, que difícilmente supera el 10%. Al leerse esto, quien no interpreta bien estas Cuentas puede concluir que el agro es un sector de poco peso, menospreciándolo… pero sucede todo lo contrario. La aclaración es fundamental hoy, teniendo en cuenta la situación del sector y los reclamos de los productores. Recuerdo muy bien cuando en los años 90, en particular en el año 1999, cuando el agro estaba en crisis y reclamaba soluciones, se lo ninguneaba con el argumento de que “no es más que 10% del PBI…”. El error nos costó carísimo: poco después, la crisis del campo se tradujo en crisis nacional (aftosa y corrida bancaria por medio) y los uruguayos sufrieron como pocas veces la caída de la economía.

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Es clave no repetir el error. ¿Quiere decir que las Cuentas Nacionales están mal hechas? De ninguna forma y al contrario: los técnicos del BCU hacen un excelente trabajo, con una metodología que actualiza y mejora permanentemente.

Los últimos datos muestran que el PBI del Uruguay creció 2,7%, en 2017, impulsado básicamente por el consumo. Esto no es casualidad: un tipo de cambio atrasado (dólar bajo) y el gran déficit fiscal (de más de 3,5% del PBI) explican dicha expansión, que -obviamente- no es sostenible: no es pecado crecer cierto tiempo en base al consumo, pero sí es preocupante que -al mismo tiempo- caiga en forma drástica la inversión (-15%). Las exportaciones también ayudaron, por el turismo y por la histórica cosecha de soja de 2017, que no se repetirá este año: el escenario exportador no es halagüeño y el empuje de la celulosa parece ser la excepción que confirma la regla.

Al analizar los datos por sector productivo, se ve una coherencia con lo dicho previamente: la industria cayó 3% el año pasado y la construcción (asociada a la inversión) cayó 6%. El agro tuvo una caída más moderada (casi 1%), porque la ganadería compensó el retroceso agrícola.

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El PBI del agro es -grosso modo- el valor de la producción ‘en la portera’, restados los costos directos de producción (insumos, tarifas, etc.). Si éstos suben o los precios bajan, el PBI del agro se resiente. En los últimos años el agro mostró fuertes aumentos de producción y productividad, pero no ha sido suficiente para superar la suba de costos y el PBI sectorial ha caído a un mínimo histórico en relación al PBI global: 5,1%. Un dato extremadamente preocupante para todo el agronegocio y -por lo tanto- para toda la economía. Desde 2011 a 2017, el PBI de toda la economía creció 17%, el del agro apenas 3%. No es sostenible.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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