Los mercados financieros globales se muestran más positivos en los últimos días, por la paulatina reactivación de las economías. Sin embargo, el desempeño exportador del Uruguay está mostrando claramente un retroceso. El Coronavirus incide, pero no es el único culpable.
Ing. Agr. , MBA, Nicolás Lussich.
Las exportaciones de bienes en mayo se ubicaron 26% por debajo de lo registrado en el mismo mes del año pasado, medidas en dólares. Si bien las circunstancias mes a mes son cambiantes, es claro que se está abriendo una brecha cada vez mayor entre el desempeño de este año y el del anterior (gráfica). En el acumulado anual el retroceso es de 18% respecto a 2019, y es un dato ‘atenuado’ porque la pandemia comenzó a tener efecto recién a partir de abril.
Si a esto se suma la situación de las exportaciones de servicios -principalmente turismo- parece claro que este será un año de fuerte caída en los ingresos del Uruguay, medidos en dólares. El dólar subió y eso modera -no resuelve- la caída, pero Uruguay es un país de inflación alta, por lo que al pasar el ingreso en pesos a valor real, la caída es fuerte (cuadro).
Los tres grandes agronegocios que lideran las exportaciones están en baja. La carne enfrenta un descenso en la oferta -por menor disponibilidad de ganado para faena- y también de demanda, por la pandemia. Esto se ve especialmente en Europa, porque el virus le dio de lleno a la actividad que mejor paga la carne vacuna de alta calidad: restoranes y hoteles. Los denominados food-services (servicios gastronómicos) que demandan los cortes más valiosos, recién están comenzando una paulatina recuperación. Ésta vendrá, pero hay que ver cómo y a qué nivel. En Europa tenemos además la competencia de Argentina. Mientras tanto, en China -el principal mercado- se suma la competencia de Brasil, que se ha constituido en un creciente proveedor, a precios que a Uruguay le cuesta empardar.
La cadena cárnica uruguaya tiene fortalezas que -a pesar de la difícil coyuntura- le permiten proyectarse con optimismo a largo plazo. Una de ellas es la diversidad de mercados a los que puede acceder. En las últimas semanas aumentó la colocación de carne a América del Norte (EEUU y Canadá) donde tenemos cuotas de mejor acceso (20.000 en EEUU y 11.000 toneladas de Canadá, para Uruguay y otros países). Fuera de esos volúmenes hay que pagar aranceles mucho mayores, por lo que es una opción acotada. Estos destinos habían quedado en segundo plano por la predominancia china, pero ahora vuelven a ser opción. Es una muestra de la capacidad de maniobra de la cadena, a la que bien le vendría una ayuda desde la política comercial, con más mercados abiertos.
En el caso de la celulosa, el precio internacional ha tenido un fuerte ajuste a la baja comparado con los excelentes precios del año pasado (30%, según el último reporte de UPM), y hay razones similares: la pandemia hizo caer la demanda, aumentó la incertidumbre y aumentó el valor del dólar, todo lo cual hizo caer el precio internacional de la celulosa de fibra corta de 650 a menos de 500 U$S/ton en el último año.
Esto impactó duramente en las cuentas de las empresas pulperas, en especial en Brasil, donde se encuentran las principales competidoras de las empresas uruguayas del sector (Suzano, Fibria y otras). Más allá de que Brasil ha ganado competitividad por la fuerte devaluación, algunas empresas debieron hacer paradas en sus plantas y reducir stocks. Contrariamente, las empresas uruguayas -al consultárselas por el escenario- destacan que no han parado de producir. Es un elemento importante en circunstancias de gran inestabilidad global: la madera continúa procesándose. No es el mismo escenario para los productos de madera sólida y el pino, que siguen en problemas.
En los últimos meses la demanda en términos de volumen se ha mantenido más estable, en la medida que la celulosa es la materia prima de productos de uso doméstico (higiénicos, etc.) que han tenido poca variación de consumo, a pesar de la epidemia de Coronavirus.
En este contexto, los planes de inversión en Uruguay de las forestales -tanto la gran inversión de UPM como los planes de fomento y alianzas forestales- se mantienen; es un rubro clave para diversificar la economía y mejorar la logística, que complementa al resto de los rubros del campo.
En el caso de la soja, la cosecha es menor este año, por la fuerte caída en los rendimientos, principal explicación del retroceso en las exportaciones. Además, también en este producto Brasil manda: las exportaciones del vecino norteño son récord este año, apuntaladas por buenos rendimientos, mejoras logísticas y -otra vez- competitividad precio, con la suba del dólar. En Brasil la rentabilidad de la soja marcó este año un máximo histórico.
Los precios tuvieron cierta recuperación por el mencionado optimismo global, que mejoró los valores de acciones, petróleo y granos. El dólar en baja también se asocia a precios de producto mejores (y en el bolsillo del productor local, una cosa compensa la otra). Se están ofreciendo 310-315 U$S/ton en Nueva Palmira, y los productores se muestran más afines a cerrar negocios. Hay que pagar cuentas.
El sector lácteo, por su parte, pelea el empate: la producción está creciendo luego de los retrocesos de años previos, pero los precios internacionales se mantiene débiles. La suba del dólar ayuda, pero no compensa un escenario difícil. Las ventas de arroz subieron, lo mismo que las de malta, pero todo indica que son empujes circunstanciales y hay que observar la tendencia de largo plazo.
Derecho de admisión. Como hemos comentado varias veces, Uruguay tiene dos problemas importantes para competir y crecer en la economía global. Por un lado, costos elevados, que en muchos casos lo ‘sacan’ de mercado al verse desplazado por oferta competitiva de otros países. Hoy Brasil es el ejemplo más claro, pero también lo ha sido Nueva Zelanda con los lácteos o Sudáfrica con los cítricos, por mencionar algunos ejemplos. Para no perder negocios, hay que bajar los precios y allí sufren los márgenes.
El otro problema es el acceso a mercados y su ampliación. Cuando la epidemia se supere -esperemos que pronto- Uruguay enfrentará nuevamente la dura realidad de no tener acuerdo comercial con ninguno de los grandes bloques económicos del mundo: EEUU, UE, China o Japón. Es de los pocos países en esta condición, acompañado por los problemáticos socios del Mercosur. Y el asunto es doblemente preocupante, porque la reciente devaluación nos ha permitido ganar -al menos parcialmente- competitividad por precio con los grandes bloques mundiales; pero tenemos problemas de acceso. Contrariamente, somos socios de los vecinos en el Mercosur, pero la competitividad con ellos ha caído (gráfica).
Hoy la gran apuesta del bloque regional -y con él del Uruguay- es el acuerdo entre el Mercosur y la UE. Hay muchas incertidumbres de uno y otro lado del Atlántico. Mientras Argentina profundiza su sesgo proteccionista, en Europa hay reparos sobre las políticas del Brasil de Bolsonaro. Esta semana el parlamento holandés rechazó el acuerdo, precisamente por las políticas ambientales del gobierno brasileño.
Pero el partido se jugará en el próximo semestre, cuando coincidan las presidencias pro-témpore de Uruguay y Alemania. Merkel y Lacalle Pou deberán dar el impulso imprescindible para que el Consejo Europeo y el Parlamento Europeo, aprueben el tratado. Luego, los parlamentos nacionales tienen 2 años para ratificarlo. Puede haber una implementación provisoria y luego -en la medida que se vislumbren los beneficios del acuerdo- los parlamentos de cada país vayan aprobando.
De este lado, la posibilidad de una adhesión al tratado a diferentes velocidades para los socios del Mercosur está garantizada y es lo más probable: el Uruguay tiene voluntad y Argentina reparos; por tanto, es esperable que algunos países lo aprueben antes que otros.
Para nuestro país el acuerdo es clave, lo que no quita seguir golpeando puertas en todos lados para abrir espacios a nuestros productos y servicios. Importan tanto los aranceles y cuotas, como los acuerdos sanitarios y otros protocolos; para los servicios, es clave dar garantías de protección de propiedad intelectual. Hay que recordar que Uruguay es de los pocos países del mundo que aún no adhirió al Tratado de Cooperación en Patentes (PCT). En momentos en que se reivindica aumentar la inversión y el gasto en investigación científica, este es un obvio lastre, que también incide -al menos indirectamente- en la inversión y el comercio de bienes.
Lo interesante de los mercados es que nunca puede saberse, a ciencia cierta, qué impacto puede tener la apertura de un país a comprarnos productos o servicios. Toda oportunidad es valiosa y ‘los pingos se ven en la pista’. Claro que hay que dimensionar y ponderar: el hecho de que -por ejemplo- Vietnam abra su mercado a los cítricos uruguayos no puede ser hoy argumento para decir que las exportaciones del país mejoran. Pero es un mercado de 100 millones de personas y puede resultar muy potente.
Además, un negocio puede llevar a otro, sumarse rubros y -por qué no- inversiones. Por todo esto, luego de que vuelvan todos los uruguayos varados por la pandemia, la cancillería y todo el gobierno tienen que enfocarse a fondo en la estrategia comercial. De lo contrario, se corre el riesgo que muchos uruguayos y uruguayas, trabajadores y con talento, se tomen otra vez el avión. Y el virus no será el culpable.