Ha sido una semana intensa en novedades vinculadas a la economía, tanto en lo local como en el contexto regional y global. En Estados Unidos la inflación bajó levemente a una tasa anual del 3,1%, aunque la inflación subyacente (excluyendo energía y alimentos) se mantuvo en 4%. Conocido el dato, la Reserva Federal (banco central de EEUU) transmitió que proyecta bajas en la tasa de interés para el próximo año, a un ritmo mayor al esperado previamente. Esto hizo que el dólar aflojara a nivel global y las tasas de interés de mercado bajaran. El bono de EEUU a 10 años, que hace pocas semanas pagaba 5%, cayó debajo de 4%.
Si bien la economía estadounidense se mantiene con buenos indicadores -en particular en el mercado de trabajo-, en la Reserva Federal vigilan que las altas tasas actuales no dañen en exceso la actividad económica (el dilema que enfrentan casi todos los bancos centrales hoy, entre bajar la inflación con el correcto timing, sin complicar la economía). Así las cosas, tendríamos un año 2024 con tasas menores a las esperadas, lo que es positivo para los países emergentes (Uruguay) y para los mercados de productos (agronegocios). En Brasil se está dando un proceso similar y en Uruguay también (a su escala).
Más cerca, en Argentina, los cambios son más profundos y la expectativa es grande. El nuevo gobierno conducido por Javier Milei tomó las primeras medidas de ajuste para estabilizar una economía que está al borde de la hiperinflación. Una primera decisión clave fue duplicar la cotización del dólar oficial (de 400 a 800), un paso central en el camino del “sinceramiento” de los precios relativos y hacia una eventual unificación cambiaria. Obviamente, el aumento está teniendo consecuencias en los precios del consumo, en particular de determinados productos, entre ellos los alimentos. El empuje de inflación que tendrá Argentina en estos meses será contundente y la gran “prueba de fuego” para pueblo y gobierno. Si las medidas de ajuste fiscal son coherentes (tanto por reducción de gastos como por aumento de ingresos) y la credibilidad gana, el trance podría sortearse, claro que con costos sociales inevitables. De lo contrario, el panorama puede complicarse.
El gobierno vecino cuenta con el crédito político que le otorga haber advertido e informado sobre una herencia desastrosa y la inevitable necesidad de hacer ajustes y sacrificios, para mejorar luego. Para los agronegocios argentinos la expectativa es positiva: fueron perdedores netos en el período anterior (los malos de la película para el kirchnerismo) y ahora encaran un escenario político más amigable.
Pero la realidad se impone: el impacto positivo de la devaluación en términos de competitividad-precio será reducido por un aumento de retenciones que está en plena discusión. El ministro de Economía, Luis Caputo, ha dicho que es un mal necesario y apunta a reducir y/o eliminar las retenciones en el mediano-largo plazo; pero hoy, las necesidades fiscales mandan y reducir el déficit es el ancla del programa que se va desplegando.
Impacto local
En Uruguay -más allá de las preocupaciones propias- todos los involucrados en la producción del campo uruguayo están mirando atentamente lo que está sucediendo en Argentina, por su influencia a todo nivel, tanto político como en el estricto vínculo económico. En este plano, hay que recordar que el vínculo del agro uruguayo con Argentina es muy estrecho, por ejemplo en la provisión de ciertos insumos como las semillas o granos forrajeros, entre otros.
Pero tal vez lo más relevante es la proyección de la producción exportadora argentina en el mediano plazo. Si el nuevo gobierno tiene éxito, el agro argentino se encamina a una etapa de mayor competitividad y producción, lo cual es un dato muy relevante para Uruguay. Más allá de cuál sea la resultante entre devaluación-inflación, subsidios o retenciones, se espera para los próximos meses una mejora en la competitividad y un aumento en la producción y las exportaciones. Si nuestros vecinos se lanzan a una etapa de mayor producción, habría presión sobre los precios regionales, algo que no pasaría inadvertido para Uruguay, en especial para la agricultura. Argentina es un gran productor y exportador de granos y su deslucido desempeño de los últimos años podría quedar atrás para volver a constituirse en un actor dinámico y de primera línea.
En el caso de la carne el razonamiento es parecido: en la medida que se liberan los diversos frenos a la exportación (que se venían aplicando con el insostenible argumento de proteger “la mesa de los argentinos”, que igual se empobrecía, mes a mes) tendremos un país vecino con una capacidad de exportación aumentada y más competitiva, aunque la transición a este escenario más dinámico no va a ser rápida y puede tener subas y bajas.
En cualquier caso, para Uruguay siempre será mejor tener al lado una Argentina más estable y creciendo. Los beneficios circunstanciales de estos meses (el consumo turístico a precio de ganga y otros paseos) y las comparaciones jactanciosas que nos muestran mejores (algo traicioneras para Uruguay, que también tiene sus problemas importantes), son efecto menores comparado con los beneficios de tener un vecino mejorando. Además, todo indica que el nuevo gobierno de Milei está más proclive a la apertura comercial de la región, lo que puede ser clave para los agronegocios uruguayos.
Por casa
En Uruguay, la actividad en el campo sigue su marcha, cerrando un año con el clima jugando a favor. Ha mejorado particularmente el panorama para la ganadería, pero también la agricultura se ve beneficiada, más allá de los contratiempos que causan las intensas lluvias: los campos se cargan de agua para el ciclo de verano, que promete más producción. Las siembras se han retrasado, pero -al menos por ahora- el escenario no es grave..
En su impacto en la economía, el sector agropecuario fue uno de los que aportó al alza en el dato del PBI correspondiente al tercer trimestre. En efecto, si bien el pbi cayó 0,2% respecto al mismo trimestre del año pasado el agro avanzó un 9,6%, En particular por la mayor actividad de faena y la mayor actividad en el sector forestal, en la medida que ya está andando casi a pleno la nueva planta de UPM.
La economía uruguaya crece poco, pero los impactos negativos de la sequía y el desvío de consumo hacia Argentina, parecen ir quedando atrás, de manera que las expectativas de crecimiento para 2024 son mejores. Aún así, los problemas de competitividad (costos, productividad) permanecen. Siendo año electoral, hay poco espacio para cambios profundos, pero no hay que perder de vista los problemas. Estar mejor que Argentina no implica que no tengamos nuestros propios desafíos.