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Competencia vs. competitividad en la industria frigorífica

Mientras la comisión de defensa de la competencia delibera respecto a la operación de Minerva, se ha despertado un activismo rural que se encontraba algo anestesiado luego de décadas de estabilidad. Ello ha motivado al gobierno a cambiar radicalmente su postura y abrir el buzón de quejas.

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Mientras la comisión de defensa de la competencia delibera respecto a la operación de Minerva, se ha despertado un activismo rural que se encontraba algo anestesiado luego de décadas de estabilidad. Ello ha motivado al gobierno a cambiar radicalmente su postura y abrir el buzón de quejas. Si bien ganamos en pluralidad, resulta una jugada cuestionable, puesto que deja al gobierno y en particular a la Coprodeco más expuesta y susceptible a los diferentes grupos de presión. Ello no necesariamente implica un debilitamiento de su independencia técnica, pero ciertamente no contribuye con la imagen blindada que requiere esta agencia.

Resulta oportuno entonces, enfocarnos en un aspecto que lamentablemente ha quedado en segundo plano como es la postura que han asumido las propias empresas involucradas. Originalmente, Marfrig declaró su interés de desprenderse de nada menos que tres plantas con el objetivo de enfocarse en la producción de carne con mayor valor agregado. En contraposición, ¿buscará Minerva el objetivo contrario?

Valor agregado vs commodity

A pesar del esfuerzo que realiza INAC por mejorar la colocación de nuestros productos, la carne es un commodity y como tal, su operativa y estructura de costos se ve especialmente beneficiada por la economía de escala. Ello ofrece incentivos a las empresas que buscan maximizar su capacidad de arbitraje mediante un aumento de su participación de mercado, reducción de costos (léase menor precio de hacienda) y presencia multinacional.

Esta estructura empresarial óptima, no necesariamente conjuga bien con la estrategia de largo aliento que viene llevando a cabo Uruguay. Durante las últimas dos décadas, el precio de exportación de carne pasó de 1500 a 4000 dólares/tonelada. Esto ha sido efectivamente trasladado al precio de hacienda que recibe el productor, dando muestras de la madurez del sector y materializando la verdadera conquista de INAC como ente regulador.

Resulta entendible entonces, que quienes han asumido la quijotesca tarea transformar nuestra ganadería y valorizar nuestros productos, se opongan a una operación que no solo amenaza con profundizar la comoditización de nuestras carnes, sino que genera incertidumbre respecto a sus efectos sobre el mercado de haciendas. Ello, con certeza promoverá un elevado nivel de crispación y conflictividad que evidentemente las autoridades de gobierno deberán tener presente.

En este contexto, resulta preocupante, pero fuera de los parámetros de defensa de la competencia, no haber escuchado por parte de Minerva un relato que ilusione al sector, basado en una propuesta de valor que jerarquice nuestras carnes y proponga alternativas para desarrollar una ganadería más eficiente e integrada. Para una empresa que aspira a controlar el 50% de la faena de este país, esta es una pregunta que tenemos la obligación de realizar. ¿Cuál es el modelo de negocios que procura desarrollar?

IMEX

Una de cal y una de arena

Si bien es prácticamente unánime la preferencia por un mercado equilibrado sin un líder claro, no debemos olvidar la enorme dificultad que tiene cualquier empresa instalada en Uruguay para mantenerse competitiva globalmente. Por ello, debemos ser cautelosos antes de ir con el dedo acusador y desestimar esta operación. Al desafío que enfrentan las empresas, producto de la elevada estructura de costos, un atraso cambiario endémico, un elevado precio de la energía y rigidez laboral, se suma un pequeño mercado interno y un “corset” comercial como es el fallido Mercosur, que trunca todas nuestras aspiraciones de alcanzar una verdadera apertura comercial.

Es así que, cuando analizamos los diferentes sectores agroindustriales, y por ello me refiero a rubros donde se realiza localmente buena parte del procesamiento industrial, el panorama no es muy alentador, siendo que no existen realmente casos donde nos destaquemos por nuestra competitividad. La industria frigorífica se encuentra prácticamente sola en ese podio.

La lechería, incluso disfrutando los beneficios de una excesiva concentración industrial que resistimos para la industria frigorífica, tiene enormes dificultades para acceder a los mercados de mayor poder adquisitivo con productos más elaborados. Su principal producto de exportación, la leche en polvo (de bajo valor agregado y aporte de mano de obra) es principalmente exportado a China, Argelia y Brasil. Este modelo de negocios no necesariamente es una mala combinación, pero ha obligado a todo el sector a depender de un mercado muy competitivo. La irregular demanda de nuestros compradores y aspiraciones de autoabastecimiento, sumado a las propias ineficiencias industriales y posiciones comerciales desventajosas, suelen ser trasladadas al precio del productor, quien ocasionalmente debe absorber el impacto.

El sector forestal, la vedette de los últimos años, difícilmente podríamos imaginarlo con sus plantas fuera de las zonas francas. Su competitividad en la producción de pasta de celulosa descansa sobre amplias exoneraciones impositivas, venta de excedentes energéticos a precios preferenciales y bajos costos de transporte , cortesía de una vía ferroviaria a medida y financiada por el gobierno que cualquier empresa en Uruguay soñaría con tener.

En el sector arrocero, si bien Uruguay se encuentra a la vanguardia total en términos de productividad, la elevada estructura de costos (principalmente riego y energía) así como los elevados costos para industrializar el grano, dificultan enormemente competir con las industrias del otro lado de la frontera. En el rubro agrícola, sector considerablemente más desregulado que la industria cárnica, gran parte del grano es exportado sin procesar con lo cual su aporte en la actividad industrial y en la generación de empleo es menor.

En definitiva, si excluimos las condiciones que ofrece Uruguay desde el punto de vista de sus recursos naturales donde la producción primaria es realizada a bajo costo, no contamos realmente con un complejo agroindustrial eficiente que sea capaz de competir en el mundo.

Esta operación en definitiva nos va a dejar con un gusto agridulce cualquiera sea el veredicto, pues si la operación es rechazada, no debemos desconocer que dejará descontentos a los dos gigantes brasileros que actualmente controlan el 50% de la faena. Dado que no es competencia del gobierno ni de INAC perfilar el modelo de negocios preferido por aquellas empresas que apuestan a Uruguay, podríamos al menos averiguar qué medidas complementarias podríamos adoptar para atraer empresas comprometidas a desarrollar una ganadería orientada a productos de mayor valor.

Si la operación efectivamente es aprobada, entendemos que el sector podría transitar un período de conflictividad mayor, donde no sólo se podrían percibir alteraciones en el mercado local de hacienda, sino que dejaría muy expuesta a Minerva como principal chivo expiatorio ante cualquier movimiento indeseado del RHE. Ello no condice con una ganadería más predecible y pacífica a la cual estamos acostumbrados.

El ejemplo paraguayo está a la vuelta de la esquina y ciertamente no es el camino que el sector pretende recorrer. Si por el contrario, procuramos seguir los pasos de mercados más desarrollados como el americano y coquetear con estructuras empresariales superconcentradas que son capaces de desempeñarse a escala global, indefectiblemente deberíamos revisar nuestra postura respecto al diseño institucional asociado a la defensa de la competencia y protección del consumidor.

En EE. UU. por ejemplo, operan fuertes reguladores capaces de mantener políticas de estado independientemente de los intereses político-partidarios o el lobby empresarial. Instituciones como la Reserva Federal o la FTC (Comisión Federal de Comercio) son ejemplos de ello, las cuales dotadas de recursos, cuentan con músculo propio capaz de nivelar las fuerzas de mercado. Allí, empresas de gran porte que son capaces de desplegar sus enormes redes comerciales a nivel global, deben enfrentar el enorme escrutinio regulatorio y leyes antimonopólicas depuradas que tienen como objetivo poner en línea a las empresas.

Estas agencias se nutren de un buen diseño institucional, adecuado sistema de designaciones y un prestigio que la propia fuerza política le transfiere. Aquí mientras el presidente, acertadamente eligió no hacer declaraciones mientras la Coprodeco deliberaba, el expresidente Mujica comentaba “Nunca vi que hiciera algo, nunca tiene problemas con nada” o “al final es una decisión política más que técnica”.

En las actuales condiciones difícilmente esta operación resulte beneficiosa y solamente recorriendo un camino de fortalecimiento institucional, promoviendo nuestra propia FTC, o tomando el ejemplo del DIRA (2001) en Nueva Zelandia, quizás podríamos estar prontos para jugar en las grandes ligas, conviviendo con oligopolios concentrados pero competitivos globalmente.

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