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¿Aguantarán las vacas?

En términos ganaderos, el costo del Estado se duplicó en 10 años.

Lamentablemente el gasto del Estado ha tenido un sesgo poco competitivo: escasos niveles de inversión y pocos resultados en puntos clave como seguridad y educación.

Y las vacas, ¿aguantarán?

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Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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Mientras se actualizan las estimaciones del impacto que tuvo la sequía y sus consecuencias en la producción, el sector agropecuario y la economía toda están ingresando en una nueva etapa, con nuevas dificultades que se sumarán a los impactos del clima del último verano.

El gobierno estima las pérdidas por la seca en US$ 540 millones, la Cámara Mercantil hizo un cálculo más amplio y estimó más de US$ 700 millones y la Asociación Rural del Uruguay (ARU), con un cálculo aún más exhaustivo, señala más de US$ 1.000 millones de pérdida. Son números muy diferentes, pero no incoherentes: a mayor alcance del cálculo, mayor es la cifra.

Lo que es claro es que se trata de un impacto violentísimo sobre el sector y la economía. Y lo que preocupa es que la capacidad de superar el golpe está en duda: solo 10% de los productores potencialmente en condiciones de refinanciar deudas con el BROU y retomar el crédito y las siembras lo hicieron, por lo que el banco extendió plazos para presentarse. Mientras, DIEA estima el área de trigo en 204 mil hectáreas, apenas 5% arriba del año pasado. La cebada remontó a 172 mil hectáreas, enhorabuena, pero no alcanza para componer un escenario pujante en los cultivos de invierno.

Y el problema es que los precios y los costos, proyectados para los próximos meses, generan más dudas que certezas. La guerra comercial que ha desatado el presidente de EEUU Donald Trump puso a todo el mundo a la defensiva, postergándose inversiones y con precios que aflojan. La moneda china, el yuan, se ha devaluado casi 10% en lo que va del año, y volvió a los niveles de julio de 2017. Mientras, las monedas de la región se devalúan, lo que genera cimbronazos fuertes en Argentina y -en menor medida- en Brasil, pero al mismo tiempo, le otorgan a nuestros vecinos mayor capacidad de resistir precios internacionales bajos. La agricultura la tiene complicada.

¿Y las vacas?

En la “comparancia”, las vacas parecen estar mejor: el sector cárnico registra buenos precios de exportación, con un buen abanico de mercados y una capacidad de producción que le permite sobrellevar la parsimonia comercial del Uruguay (que concreta muy pocos nuevos acuerdos y sigue exponiendo nuestras paletas y cuadriles a millonarios aranceles, que bien podrían ir al bolsillo del productor). Ante el retroceso agrícola, la ganadería está llamada a tomar la posta y luce fuerte.

Ahora bien, los costos que impone la economía uruguaya, en particular -aunque no solamente- por un gasto estatal en fuerte expansión, son una traba insoslayable y afectan un escenario que, de lo contrario, sería bastante más auspicioso.

Para reflejar esto, hicimos un cálculo tan simple como ilustrativo: dividimos el gasto estatal anual del Uruguay por el precio de exportación de la carne vacuna (promedio anual, peso embarque). Obviamente, el Uruguay no produce solo carne -bueno fuera-; hay más rubros exportadores potentes y muchos otros sectores (agropecuarios y no agropecuarios) que componen la economía. Pero no puede negarse que el sector cárnico es de los más importantes: lidera las exportaciones y -además- es clave en el mercado interno y en la canasta de consumo. Por eso constituye un referente interesante para dimensionar la expansión del gasto estatal reciente. Y la cifra asusta: medido en toneladas de carne exportadas, el gasto se duplicó en 10 años, pasando de 2 a casi 4 millones de toneladas de carne anuales. Esto podría compensarse con más producción; y la hubo: en dicho período las exportaciones de carne bovina subieron 20% en volumen. Importante aumento, pero no alcanza -ni cerca- a cubrir lo anterior.

Reiteramos: obviamente el gasto se sustenta en la actividad económica en toda su dimensión, no solo en la carne; pero la relación es ilustrativa de la creciente ‘presión’ del gasto sobre los sectores que compiten en el exterior, claves para proyectar la economía uruguaya a mediano y largo plazo. Eso se expresa en los impuestos, las tarifas y un tipo de cambio retrasado, que complica las cuentas de la producción. En el campo, en la industria… y en la ciudad. Hay otros sectores relevantes que han crecido más, como la forestación y la agricultura; pero la primera hubo que apoyarla con subsidios y exhoneraciones para que despegara, tiene una dinámica distinta; y la segunda -como vimos- está en problemas. Y en los sectores de industrias y servicios hay rubros dinámicos, pero -estimo- no con el crecimiento y la relevancia como para revertir el concepto.

Hasta cierto punto, la expansión del gasto del Estado no tiene por qué tener una connotación negativa, en la medida que aporte productividad a la economía, sostén social para los que tienen dificultades e igualdad de oportunidades para los ciudadanos.

Puede darse un proceso de crecimiento más endógeno, con mayor productividad en servicios locales y crecimiento genuino del mercado interno. Pero lamentablemente el gasto del Estado ha tenido un sesgo poco competitivo: escasos niveles de inversión y pocos resultados en puntos clave como seguridad y educación. Lo del título...

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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