En un mundo donde las bolsas suben y bajan con una volatilidad que pone a prueba hasta al inversor más experimentado, la tierra emerge como un refugio seguro y estratégico. Así lo entiende el ingeniero agrónomo Luis Romero Álvarez, director de Farming Forestry Management Services, quien este lunes será el encargado de abrir un espacio de reflexión en la Universidad Católica de Punta del Este para analizar el rol de la tierra en los portafolios de inversión.
“La tierra como asset class, como activo de inversión, es muy competitiva frente a las acciones y los bonos”, aseguró Romero Álvarez. Basado en la teoría del portafolio del Nobel Harry Markowitz —profesor de la Universidad de Chicago— explicó que no se trata solo de cuánto rinde una inversión, sino de cómo se relaciona con el resto de los activos del portafolio. “La tierra tiene una ventaja clave: está descorrelacionada. No se mueve junto con la bolsa, y eso la convierte en una pieza fundamental para quien administra sus ahorros de forma profesional”, explicó en el programa Valor Agregado Norte.
Rentabilidad y riesgo: el largo plazo manda
Romero Álvarez insistió en que la rentabilidad de la tierra se construye en el largo plazo. “El modelo que propongo para inversores pasivos —que no se instalan en el campo— es comprar tierra ya arrendada. Eso puede rendir entre un 3% y 4% anual por concepto de alquiler. Pero la gran ganancia está en la capitalización, en la suba del valor de la tierra a lo largo del tiempo”, sostuvo.
No obstante, advirtió sobre la necesidad de contar con un horizonte de inversión amplio. “La debilidad de la tierra es la liquidez: si necesitás la plata mañana, es complicado. Pero si podés esperar algunos años, el retorno es muy competitivo y con muy bajo riesgo”, afirmó.
Consultado sobre si ha cambiado el perfil de quienes invierten en tierra, Romero Álvarez confirmó una mayor presencia de capitales institucionales y de afuera del sector. “Llega un flujo de inversiones que ve a la tierra como una opción financiera más, pero segura. Lo vimos con el ganado, donde hubo instrumentos mal diseñados que terminaron muy mal. Eso no pasa si uno compra tierra y la alquila. La tierra es tuya, nadie te la puede sacar, y la renta anual es razonable”, explicó.
Uruguay aparece como una plaza destacada para este tipo de inversiones. “Uruguay tiene una fortaleza institucional muy importante: el derecho de propiedad es sólido, los títulos son claros, no hay historias raras. Y en términos relativos, la tierra está barata si se la mide por productividad. Si comparás cuánto cuesta una hectárea que produce determinada cantidad de soja o carne, Uruguay aparece como uno de los lugares más atractivos del mundo”, señaló.
Romero Álvarez aclaró, sin embargo, que no es lo mismo comprar tierra que manejar un establecimiento. “Hay que tener claras las limitaciones: una cosa es invertir, otra es producir. A quienes compran y se largan a hacer de todo, les digo: cuidado, pueden terminar perdiendo hasta las ganas de comer”, advirtió con franqueza.
Al proyectar el comportamiento de los precios de la tierra en los próximos años, el economista apeló a una fórmula clásica: precio es igual a renta dividido por la tasa de interés. “Estamos en un ciclo bueno de commodities, pero como las tasas de interés también subieron mucho —para controlar la inflación— el precio de la tierra no subió. Cuando empiecen a bajar las tasas, y si se mantienen buenos precios para las commodities, ahí vamos a ver volar los precios de la tierra”, anticipó.