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Productores de Leche San Ramón: un premiado ejemplo de trabajo asociado

Rufino Galeano tiene 65 años y vive en Rincón de Conde, Canelones, Uruguay. Integra la Sociedad de Productores de Leche San Ramón y viajó a Brasilia para contar a los asistentes de la Reunión Especializada de Agricultura Familiar (REAF) la experiencia de los bancos de forrajes. Esa experiencia fue premiada en el Concurso de Buenas Prácticas en Agricultura Familiar convocado por el Programa Fidamercosur CLAEH.

foto productores de leche de San Ramón

Rufino Galeano, productor de San Ramón.

—Esto te lo voy a contar porque es lo que más me lleva a luchar por lo que lucho. Yo soy hijo de una familia que trabajaba, mi padre trabajaba de peón rural en el tiempo en que ni siquiera el laudo era reconocido por los patrones. Crió ocho hijos, todos vivíamos y crecimos con el sueldo que ganaba mi padre, hasta que empezamos a trabajar, cuando fuimos mayores, para aportar a la familia y para irnos después dándonos el lugar que buscamos cada uno en la vida.

Yo soy productor lechero hoy después de haber trabajado en los tambos desde los 14 años hasta los 38 como empleado. Ahí supe ser empleado, encargado y entré en una sociedad con un ingeniero agrónomo que se había recibido en ese momento.

—¿Era empleado y en un momento, a sus 38 años, este ingeniero agrónomo le propuso asociarse?

—De los 14 a los 38 fui empleado. A los 38 me quedé sin trabajo, porque al patrón que tenía se le diluyó la empresa, y entré en una medianería con un ingeniero agrónomo; nos conocimos en ese momento, él quería empezar algo y creo que encontró en mí una virtud que era la que necesitaba.

—Era personal calificado...

—Pusimos la parte teórica de él con la práctica mía para arrancar un proyecto de sociedad. Por eso cuando hablamos de sociedad muchos dicen las medias son para los pies, y yo digo que no, que con las medias se pueden hacer muchas cosas, por ejemplo esto. Yo arranqué en una medianería con esta persona, después él compró un pedazo de campo y me vendió el pedazo de campo que trabajábamos a medias, que es el campo que tengo hoy día. Seguimos con una relación en que podemos conversar sin ningún problema entre nosotros, no fue que, como muchos, tuvimos problemas y nos abrimos. Nosotros nos abrimos porque nos convenía, porque él tenía un lugar para crecer y yo también había encontrado mi lugar por ese lado para crecer. 

—Tenía clara la idea era tener un tambo...

—Era tener un tambo. Siempre trabajé con la convicción de que quería tener mi tambo propio. Y eso me dio la formación para luchar por él. Ahí por el 90 veía que cada vez me fundía más, se me enredaban más los números, y veía a mis vecinos todos los días cambiar tractores, comprar más campo, más vacas. Y decía “¿en qué le estoy errando?”. Creo que estaba demasiado encerrado en mi predio. El que más que crecía en la zona en aquel momento me vino a buscar un día para empezar a pelear por los endeudamientos, que no era él ni yo, a una inmensa cantidad de productores que se les estaba yendo la empresa de las manos. Ahí empezamos a trabajar y a pelear por lo que realmente queríamos, que era mantener las empresas. Se hizo el movimiento grande de productores a Montevideo, no recuerdo bien en qué año fue. Después de eso salimos a través de todos los movimientos que se podían hacer, cabildos, movidas de productores a distintos lugares para demostrar que teníamos problemas. Ahí me vinculé a la Sociedad de Productores de San Ramón, donde hasta hoy sigo trabajando.

Cuando empezamos a trabajar ahí, mi modalidad de trabajo fue la defensa del productor pequeño, porque yo me siento un productor pequeño, yo soy un productor pequeño. A veces me hablan de productores pequeños que para mí son medianos productores. Yo puedo decir, y con gran honra, que tengo el conocimiento tal de la pobreza que me crié en ella. Pero a la pobreza se le gana si uno pone empeño y trabajo para salir adelante. 

Mi mayor trabajo dentro de la Sociedad es el trabajo por el productor pequeño, por eso me embarqué en ella y estamos trabajando en este banco de forraje, que es una de las formas de ayudar a crecer a los pequeños productores que tenemos al lado.

—Entonces la experiencia que presentaron es la del banco de forraje.

—Sí.

—¿Desde cuándo funciona?

—En 2008 o 2009 empezamos a trabajar en la primera movida que hicimos por ese campo. Ya de ahí en adelante seguimos trabajando ahí. Habíamos censado la zona donde íbamos a trabajar para saber cuántas personas en edad de trabajo teníamos, cuántos jóvenes, cuántas familias tenían interés en entrar –convocándolas a involucrarse y trabajar por eso–, cuántas vacas tenían y cuántas herramientas para poder trabajar todo eso. Con todo eso se armó un proyecto y se presentó a Colonización.

—O sea que ¿usted está en su campo, en un lugar de Rincón de Conde, pero hay otro predio, que es de Colonización, que está lejos, que es donde está el banco de forraje?

—Yo no estoy lejos, pero sí hay productores compañeros de este mismo grupo que están en un radio de 10 kilómetros. Yo soy uno de los que están pegado, pero hay compañeros que están dentro de ese grupo que están a 10 kilómetros del banco de forraje.

—¿Cuántos compañeros están en el grupo?

—El grupo son 24 familias.

—24 familias se benefician de ese banco de forraje.

—De esas 280 hectáreas.

—¿Qué es un banco de forraje?

—El banco muchos lo asocian con plata, nosotros lo asociamos a la producción de pasto. No le sacamos plata, le sacamos pasto para llevar a los tambos de nosotros. Ahí se plantó alfalfa, se fue plantando de a poco para que el productor chico tuviera la oportunidad de ir adquiriendo hectáreas, porque si plantábamos las 200 hectáreas los chicos iban a poder pagar una o dos y eso iba a quedar. Lo hicimos en cuatro veces, por vez ponían una o dos hectáreas y ahora tienen cuatro, cinco, seis o siete, el que tiene menos tiene cuatro o cinco hectáreas. Porque si había que plantarla había que plantarla, pero el más grande se iba a hacer cargo de la mayor parte.

—En total son 280 hectáreas.

—Sí, en total son 280 hectáreas, plantadas en cuatro años. Repartimos las 280 en cuatro, y plantamos el cuarto de esas 

tierras por año. El primer año plantamos un poco más, plantamos 100 el primer año, pero después más o menos se fue llevando.

—¿Por qué no plantan todo?

—Para dar más posibilidades al productor chico. Entonces tiene que agarrar por la necesidad del pasto que tenga, porque si tiene 10 vacas no tiene la misma necesidad que si tiene 50 o 60. Y porque el poder adquisitivo de esa persona no es para plantar 10 hectáreas, es para plantar una, porque es lo que puede pagar. Nosotros decimos de una a tres hectáreas por tambo es respetable. Cuando hay más hectáreas pedidas que las que hay ofrecidas se reparten de arriba para abajo, a los más grandes se les va quitando para que los más chicos puedan meter todas. Lo que queríamos era dar el mayor apoyo al productor chico. Por eso, si este año puede pagar dos hectáreas, tres hectáreas, el otro año puede pagar dos o tres hectáreas, va sumando, en los cuatro años va a sumar más hectáreas. 

—O sea que el éxito de este banco de forraje por el que los premiaron es esta concepción de ayudar al más pequeño...

—Sí. Pero también que es a través de la sociedad, porque Colonización le otorga el campo a la sociedad. La sociedad es la que, a través del equipo técnico, monitorea toda la parte de reparto, la parte de logística y la parte de capital de cobro y de pago de todo esto. Esto es un proyecto más que sale de la sociedad. Porque esta cantidad de productores lo hizo a través de la sociedad, con el equipo de la sociedad. Son todos socios de la Sociedad de San Ramón.

—Entonces el éxito es por la asociación…

—Con la sociedad nosotros aprendimos que teníamos una herramienta con la que podíamos trabajar juntos. Y utilizando esa herramienta de la sociedad conseguimos esto. Tiene su importancia, porque cuando se hace un grupo de gente para conseguir un campo de Colonización o asociarse por el interés de algo, muchas veces ese interés de algo es un problema que tiene la gente, porque no sabe trabajar asociada. Nosotros a través de la sociedad tuvimos una experiencia de grano húmedo de sorgo que empezamos en el 2004, cuando también había un problema grande de sequía y de bajo precio de la leche. Trabajamos ahí y con eso aprendimos a trabajar con la gente, cómo articular toda la parte de plantación, de cosecha, de reparto. Eso nos dio una experiencia bastante importante para poder trabajar los campos del Instituto de la forma en que estamos trabajando hoy en día.

—Este banco de forraje aumenta la productividad, ¿es así?

—Claro, es como si hubiéramos puesto un pedacito de campo al costado de cada productor, con los riesgos compartidos, eso es importante.

—¿Tienen una medición de aumento de productividad gracias al banco de forraje?

—Esa es la pregunta que todos nos hacen. Nosotros sabemos que estamos produciendo más leche, que estamos mejor ubicados, pero esa visión no la podemos tener. Últimamente, a través de Inale y creo que algo de Colonización, querían saber, sacar una condición que dice que tenemos un 20 % más. El estudio que hicieron de no sé cuánto, miles de litros más, un aumento de un 20 % de la producción a través del banco de forraje. O sea, las familias que están ahí tienen ese aumento de la producción en los predios.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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