Gustavo “Coco” Nicolich Arocena, tenía 20 años cuando subió al avión rumbo a Chile, siendo estudiante de Veterinaria. No sufrió heridas en el accidente, pero falleció al 16° día en el alud. Su hermano menor, Alejandro, que lleva el mismo apodo, aún hoy lo recuerda con emoción y hasta duda si no es veterinario en homenaje a él.
-¿El apodo lo heredaste de tu hermano?
-En el colegio nos decían “los Cocoliches”, por supuesto que al que le decían Coco era a mi hermano y después me lo pusieron a mí, cosa que a mi madre no le gustaba nada y cuando llamaban por teléfono, respondía que allí no vivía ningún Coco y les cortaba. Pero no me lo pusieron tras el accidente, ya lo tenía.
-¿Qué te acuerdas de tu hermano antes de que partiera hacia Chile?
-Me acuerdo perfectamente el último día que lo vi, no me olvido más, estábamos en una fiesta de la Unión de Rugby, en Ton Ton. Él estaba ahí con su novia, nos dimos un abrazo y le desee buen viaje. Tuvimos una relación muy buena, pero me llevaba 5 años, me exigía mucho, por ejemplo, yo andaba a caballo agarrado con las dos manos y él me instaba a que tomara las riendas con una sola... Era una relación de hermano mayor a hermano menor, te cuidaba, no te dejaba estar con él, porque él quería estar con sus amigos, era muy maduro para su edad, y yo era un chiquilín.
-El hecho que él estudiara veterinaria ¿te condicionó para ese lado, o ya lo traías?
-Lo llegué a pensar, pero a mí me gustaba mucho, también me gustaba la matemática, me gustaba dibujar, mi viejo era arquitecto, pero me tiraba el campo. No somos de familia de campo, pero mi abuelo materno (Arocena), había arrendado una estancia en Artigas, “Santa Ema”, pegada al Itacumbú. Y mi tío Pelayo era el que la administraba, nosotros pasábamos todas las vacaciones, me pasaba todos los veranos y me gustó desde siempre. Pero quizás algo sí me condicionó, porque se murió mi hermano mayor, en mi casa fue bastante duro, en la Navidad y en los cumpleaños se sufría mucho, entonces quizás puede ser que haya querido suplantar a mi hermano muerto sí. Eso lo visualicé mucho tiempo después cuando hice terapia.
-¿Cómo te enteraste de la caída del avión?
-Estaba en la casa de un amigo en Pocitos y tomando el té me enteré por la radio que un avión de la Fuerza Aérea se había perdido en los Andes. Me parecía que ellos se habían ido en avión de línea pero llamé a mi padre, que estaba en la facultad de Arquitectura, y le pregunté. Era 13 de octubre, mi madre estaba cumpliendo años. Me respondió que no era avión de línea y me quedé helado. Cuando le comenté lo que había escuchado, me pidió que me fuera a casa y lo llamara. Me tomé el rápido Carrasco, demoré media hora, y cuando llego, tipo 5 y media, ya mi casa era un escándalo. Me encontré con la hermana de Carlitos Páez en la puerta y ninguno nos animamos a decirle al otro. En casa estaban amigas de mamá, que lloraba en su cuarto… Fue horrible.
-¿Y después, qué recuerdas de esos días?
-Fueron 71 días muy duros, porque yo era muy chico, entonces papá tampoco quería encarar las cosas conmigo, supongo. Decía que había que darle vuelta a la página, pero nadie se lo creía, nadie creía que estaban muertos. Incluso en mi casa, los primeros días, la silla y el plato de mi hermano estaban en la mesa. Yo, a la vuelta del colegio, pasaba por lo de Ponce de León, bajaba al subsuelo y estaba Rafael todo el día buscando noticias, pero nunca hubo alentadoras.
-¿Tenías fe que hubieran sobrevivido al accidente?
-Hablaba con mi abuela, por ejemplo, la madre de mi madre, y me decía: tu hermano no está muerto, yo hasta que no lo vea, no lo creo. Por eso entiendo a las familias de los desaparecidos, porque en mi casa lo vivimos, estuvieron 71 días desaparecidos y en el fondo, si no lo ves, no crees que se murió. Por eso, el que los hayan encontrado fue muy bueno para algunas familias y también bueno para las otras, porque dijeron: se terminó.
-¿Qué sentiste cuando comprobaste que tu hermano no estaba en esa lista de 16?
-Cuando me entero que había sobrevivientes, estaba en la estancia Valle de Soba, en Young, que todavía era don León Otero y el que administraba era Guillermo Schauricht. Serían las 6 o 7 de la tarde, estábamos llegando del campo con Alejandro García Lagos y me hacen escuchar la radio. La noticia estaba en todas las emisoras. Entonces me dijeron que me fuera a Montevideo, pero al otro día, pues a esa hora ya no había Onda. Me acuerdo que parábamos en los semáforos, y todas las radios de los autos daban la misma noticia. No supe nada más hasta que llegué a mi casa. Mi padre estaba en Chile, en una de las tantas búsquedas y la vieja se había ido el día anterior, con la novia de mi hermano, al enterarse que había sobrevivientes. Mamá pensando que su hijo estaba vivo, porque habían dicho que Gustavo estaba en la lista, y en realidad era Gustavo Zerbino. Cuando llegué a casa, recién ahí mis hermanas me lo dijeron, hasta ahí no sabía quiénes estaban vivos y quiénes no.
-¿Qué recuerdas de ese momento?
-Fue un golpazo, no me olvido más cuando recibimos a mis viejos en el aeropuerto unos días después, vinieron destrozados. Porque tras una euforia y expectativa (con la que fue mi madre sin saber la lista), pasaron a la frustración. De hecho, ella se enteró que su hijo estaba muerto adentro de un taxi yendo hacia San Fernando.
-¿Cómo fueron esas primeras horas, cuando vuelven tus padres de Chile?
-Muy duro. El hecho de que hayan aparecido, nos alegró y después cuando te pasa lo que te pasó, es un cachetazo. Sobre todo, cuando ves a tus padres y a la novia de tu hermano destruidos y nosotros también. Muy duro, quizás nos ayudó mucho que ya veníamos en una especie de pre velorio. Pero por suerte hubo chicos que se salvaron.
-Más bronca al comprobar que estaba bien tras el accidente y que falleció en el alud...
-Exactamente, la verdad que sí. Pero el alud fue en el día 16, el 29 de octubre, o sea que faltaban días todavía.
-¿Cómo te lo imaginas a ese hermano de 20 años que fue protagonista en la “sociedad” que se formó?
-Hasta el día de hoy lo veo mayor. Es raro, como que el hermano mayor no envejece. Tengo 67 años y lo veo mayor. Quizás es el hecho, que se me murió un hermano.
-¿Fuiste a la conferencia en el colegio?
-Fui, no me olvido más, estaba con un amigo de mi hermano, César Puppo, que todavía vive. Y lloré como nunca, porque aparte, Carlitos Páez empezó a hablar de mi hermano y de Diego Storm. Y me quebré, una conferencia muy cruda, inolvidable. Estaba lleno el gimnasio, no me olvido más. Se hizo un silencio y cuando terminó la conferencia, nadie preguntó nada. Aplaudieron.
-¿Cómo fue y es la relación con los sobrevivientes?
-Cuando ellos vuelven, yo tengo 16 años y ellos 20 o más, entonces la relación ahí era más de un niño que quería averiguar algo con los amigos de mi hermano. En realidad, nunca pude averiguar nada porque como que en esa época me daba miedo preguntar. Quería saber muchas cosas de mi hermano y no supe, no pude averiguar porque no me animé. Después, con los años, empecé a jugar al rugby en el club con Gustavo (Zerbino), con Roberto (Canessa), con Nando (Parrado), con Roy (Harley), y empecé a tener una amistad con ellos. De hecho, hoy con Gustavo somos muy amigos, es como un hermano para mí. Con muchos de ellos, sobre todo con los que he jugado al rugby y he seguido a nivel del club, he tenido unas relaciones muy buenas. Con otros, de repente es más distante porque no los veo tanto, pero tengo con todos. Mirá, con Coche (Inciarte) estuve en la cordillera, a Pancho Delgado lo veía seguido, con Álvaro (Mangino) también. Muchos de ellos que no habían ido al colegio, sí mandaban sus hijos. Y los veía en el club.
-¿Cómo fue la reacción en tu casa?
-En casa la relación fue muy marcada por mis padres que aceptaron enseguida lo que le tocó vivir a su hijo y cómo su hijo pudo ayudar a que otros vivieran. Fue un ejemplo de los viejos que eso no nos marcara para nada, al revés.
“Las cartas de Coco fueron como haber tenido contacto con él antes que se muera. Si pudiera responderlas, le diría todo lo que aún lo extraño...”
-¿Qué hecho recuerdas del “después”?
-Mirá. Cuando entré a facultad de Veterinaria, en anatomía teníamos un profesor que se llamaba De Lima, que no era veterinario, pero era el tipo que más sabía de anatomía comparada acá. Un tipo estricto, muy duro como profesor, pero muy justo. Los primeros días se hacía odiar, pero al final del año, te dabas cuenta que era muy justo. A los tres meses me llama, fui con un susto bárbaro a la Cátedra y entonces me dijo que tenía una deuda muy grande con mi familia. ¿Por qué, profesor? “Porque su hermano me pidió y le corrí un examen para que él pudiese viajar. Si yo no lo hubiese corrido, su hermano estaría vivo”. Eso fue en el 75. Me acuerdo que mi hermano le había consultado al viejo para pedir cambiarlo y le dijo que sí, que le preguntara al profesor. Y se lo cambió...
-¿Estuviste en la cordillera?
-Sí, varias veces. Fui con los Nicola, cuando se conmemoraron los 25 años, con Coche, con Gustavo, con Roberto, con Nando. En las charlas de la noche Coche nos preguntaba qué queríamos saber. Le dije que en ese momento ya no quería saber. Habían pasado 25 años, cuando era chico sí lo necesitaba. Pero no es que ellos no quisieron, es que estaban con una coraza, que entiendo. Después que ves las cosas de lejos entendés. En aquel momento, cuando volvieron, quería saber qué estaba haciendo, si había sufrido, cómo estaba, si lloraba, si era pro activo, si se acordaba de nosotros. En realidad se acordaba, porque escribió las cartas. Y a través de ellas nos enteramos.
-¿Qué sentiste cuando leíste las cartas que escribió Coco?
-Es como haber tenido un contacto antes de que se muera. De las cosas más buenas que nos han tocado a la familia, fue poder tener esas cartas. Porque, quieras o no, es como que él antes de morirse habló con mamá, con papá, conmigo, con mis hermanas, con su novia. Y después se murió. Fue como una despedida. Y además, diciendo las cosas que estaban pasando y lo que él haría.
-Si tuvieras la oportunidad, ¿qué le responderías a ese Coco Nicolích de la montaña?
-Que lo extraño (se quiebra, se emociona y toma aire). Más allá que pasaron más de 50 años, no se atenúa el sentimiento y además siento que me falta un hermano. Tengo hermanas, pero no es lo mismo que si tuviese a mi hermano acá.
-¿Cómo encaraste con tus hijos esta historia?
-De esta historia en mi casa, hasta el día de hoy, se habla, nunca hubo un tabú. De hecho, estuvimos en la cordillera hace un par de años con todos mis hijos y pude lograr que fueran mis dos hermanas. Porque creía que ya estaba bueno para cerrar una etapa.
-¿Cómo fue esa experiencia?
-Estuvo muy bueno. Es un lugar increíble, por más que te prepares es tan imponente que te abruma. Es sobre cogedor. Además, como vas a caballo, en fila, es como un viaje introspectivo, vas muy solo contigo, andas mucho a caballo sin hablar. Volvés más espiritual.
-¿Viste la película de Bayona?
-La vi dos veces. Muy buena, no le falta, ni le sobra nada. Con respeto a toda la historia. Y sobre todo el hacer visible a los que murieron. Cuando estuve con Bayona, en la biblioteca (Nuestros Hijos), decía que no sabía cómo hacerlo, hasta que le encontró el hilo. La historia fue contada por el último que se muere. A mí me pareció muy buena. Y aparte muy cruda en el sentido de que estos tipos la pasaron mal realmente. Como decía Nando sobre que esta historia, después de tanto tiempo, fue endulzada, edulcorada, incluso hay gente que llegó a decir que le hubiese gustado estar ahí. ¿Cómo te pueden decir eso? Si no saben. Bueno, esta película muestra que estuvieron en el infierno y salieron de ese infierno. Además, todos nosotros, los de la década del 50 o 60, ya conocíamos bien la historia. Ahora, todos estos chicos de 20, 22, 23 años, que no tenían ni idea, se ven reflejados y no pueden creer que esos chicos de su edad creyeran en el amor, que escriben cartas de amor, que se quieran casar...
-¿Qué dijeron tus hijos de la película?
-En el cine la película te hace estar en el avión. Salieron muy shockeados. Les encantó la película, de hecho hasta el día de hoy están en las redes viendo cosas y preguntando y comentando cosas de la película. A todos les gustó.
-¿Para ti, fue la tragedia o el milagro de los Andes?
-Ha sido un milagro más que tragedia. Si bien fue una tragedia, el que hayan salido es un milagro. Fueron uruguayos, no sé si sería igual si hubiesen sido personas de otro país. Hay algo de la “uruguayez” en esa historia, creo que tenemos algo especial. Si lo veo desde el punto de vista de mi familia fue una tragedia, pero era imposible que ellos saliesen de ahí y sin embargo salieron 16. Salieron a la muerte.
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