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La vida que antecedió al martillo

La de Walter Hugo Abelenda es una historia de sacrificos, de disciplina y, sobre todo, de palabra

Walter Hugo Abelenda González tiene dos hijos, cinco nietos, dos bisnietos y una historia de vida larga y digna de ser contada.

Fue portero, mecánico, comerciante, vendedor, modelo y llegó a ser rematador y productor agropecuario. Una vida de sacrificios, de conducta, de disciplina y, sobre todo, de palabra. “Mirá que yo tengo un montón de años, si empiezo a contar desde el origen no nos da el programa”, fueron las primeras palabras de Walter Hugo Abelenda González, productor ganadero-agrícola de Florida y director de Walter Hugo Abelenda Negocios Rurales, en Hablemos de Agro, de Canal 10.

Es hijo de un productor agropecuario y su educación primaria fue en una escuela rural, que gran parte del tiempo la hizo a caballo. Se fue a Florida a los 11 años en donde hizo el liceo. Nunca fue un alumno sobresaliente, pero nunca defraudó. Quiso hacer Agronomía, pero en Florida no había preparatorio, por lo que hizo Abogacía y Notariado para, en algún momento, revalidar. Ya para el segundo año, en 1972, se creó un preparatorio de Agronomía en Canelones, pero eran épocas difíciles para estudiar. A esa altura ya tenía una hija, por lo que arrancó trabajando en Granja Florida de portero y ayudante de pesada en la balanza. Allí hizo sus primeras armas. Su mujer era maestra y él tenía un sueldo que alcanzaba para vivir, pero tenían ganas de levantar vuelo. En aquel momento estaba de moda irse a Venezuela, Argentina o a Estados Unidos, así que cruzaron el charco. Su gran pasión son los fierros y había hecho un curso de mecánico, por lo que consiguió un trabajo en una concesionaria del vecino país, pero allí la mecánica es distinta… por lo que se dio cuenta que le gustaba la mecánica como hobby y “no con el garrote en la nuca”.

Walter Hugo Abelenda González, productor ganadero-agrícola de Florida y director de Walter Hugo Abelenda Negocios Rurales, participó este domingo en Hablemos de Agro, de Canal 10.

Trabajó en un comercio mayorista, en donde la jornada comenzaba muy temprano. Fue vendedor, cajero de la casa central, gerente de sucursal y gerente de la casa central.

Antes de irse a Buenos Aires pasó por todos los escritorios rurales de Florida a pedir trabajo, porque le encantaba ver a los rematadores trabajar, pero en aquel momento ninguno le hizo un lugar...

Un 2 de mayo de 1976, el rematador Edgardo Irigaray cambió para siempre el destino del joven floridense Walter Hugo Abelenda que había llegado dos días antes de Buenos Aires para colaborar con el martillero. Ese 2 de mayo era la liquidación total del establecimiento “Suc. de Gascue” en la Asociación Rural de Florida, y dada la magnitud del remate, Irigaray le propone al joven floridense un desafío que lo toma completamente por sorpresa. Walter Hugo Abelenda nunca imaginó que ese remate le llevaría a ocupar el estrado, pero así fue. De pie ante los productores, Abelenda demostró que tanto podía prescindir de la balanza y pesar los animales a ojo, como utilizar su voz y su entusiasmo para convencer a los productores.

“Llegué a Uruguay a fines de abril y los primeros días de mayo había una liquidación total en la Rural de Florida. Se remataban vacas, ovejas, caballos, camioneta, la chacra incluso… Edgardo me dice: ‘mira que tienes que rematar’. No sé si era la necesidad o las ganas de triunfar, que me subí a un cajón de cervezas y empecé a rematar las cosas de la casa. Ese fue mi primer remate”, recordó.

Bajo el respaldo de la firma de Edgardo Irigaray, el nuevo rematador dejó atrás los conocimientos de mecánica que tres años antes le habían servido para sobrevivir en Buenos Aires y rescató, en cambio, la experiencia adquirida en la capital Argentina cuando trabajó con público en el rubro comercial y le agregó su bien más preciado: la herencia de su padre Don Marcelino Abelenda, un productor rural que le enseñó el valor de la palabra, del honor y la confianza entre los hombres de campo.

“Mi padre tenía mucho prestigio; el apellido Abelenda, en general; y mi padre, en particular, era una persona que tomaba al día del vencimiento como sagrado. Si él por algún motivo sabía que el día del vencimiento no podía cumplir, iba 10 días antes al banco y explicaba porqué no iba a poder pagar tal día. Eso para mi fue sagrado”, aseguró.

Durante cuatro años Walter Hugo Abelenda fue el “primer martillo” en el escritorio Edgardo Irigaray, orgulloso de haber sabido conjugar los conocimientos transmitidos por el avezado rematador y las enseñanzas aprendidas de su padre. En 1980 pasó a desempeñarse en el Escritorio Romualdo Rodríguez y allí se mantuvo durante nueve años, hasta que resolvió independizarse y montar junto a Gustavo Basso la firma Abelenda y Basso Negocios Rurales.

“Tres años antes de irme de la firma de Romualdo, veníamos de una feria de Rocha, paramos a frenar y le dije: ‘mirá que dentro de tres años me voy a ir. Nos llevamos bárbaro los dos, pero vos tenes un hijo varón, yo tengo un hijo varón… vamos a hablar las cosas con tiempo. Y soy un hombre de palabra. A los tres años volvíamos de una feria de Florida, teníamos el balance en la mano y habíamos andado bien. Me dijo: ‘qué bien estuvimos este mes’, y respondí: ‘sí, pero vos te acordas que yo me voy...’”, contó.

Abelenda y Basso Negocios Rurales duró de 1989 a 1996, y fue ahí cuando nació el escritorio Walter Hugo Abelenda Negocios Rurales. Nada mal para un hombre educado en una escuela rural, pero el destino le deparaba mucho más a este martillero, en un rubro que a primera vista parecía reservado para un puñado muy reducido de gente.

Cuando en 1996 se disuelve la sociedad con Gustavo Basso para crear su propia firma, Abelenda creyó que había cubierto lo más empinado del camino, pero la fiebre aftosa que abatió al país en 2001 y la crisis financiera del 2002, cayó como un marronazo para su emprendimiento.

Curtido por las adversidades, Abelenda no se dejó paralizar y ese mismo año se unió a otras 14 firmas para formar Plaza Rural, un emprendimiento colectivo que llevó los remates por pantalla a un campo diferente.

Fue socio fundador de Plaza Rural, consorcio que hace poco cumplió 22 años. “Estas cosas uno las ve con naturalidad después que pasan los años, pero fue un gran trabajo y asumimos riesgos muy importantes”, recordó. “Estábamos en tiempos de aftosa, una de las crisis más grandes de la agropecuaria nacional. No se podían hacer concentraciones de ganado. Apareció Hereford con su remate en Kiyú y llegamos a la conclusión de que era viable, pero armar el cuadro no era fácil. Hubo roces y raspones, siempre con la característica todos tenemos los pies en la tierra y terminamos en esto. El sistema virtual cambió para siempre la comercialización de las haciendas”, aseguró.

Al volver la vista atrás Walter Hugo Abelenda se emociona y enorgullece por el largo trecho recorrido de manera intachable, según le reconocen clientes y colegas. Es el orgullo de saber que en su vida fue posible alcanzar sus objetivos a pesar de las adversidades.

“Aprendí que si las cosas no te gustan, no salen bien”

“He aprendido que si las cosas no te gustan, no te salen bien”, dijo Walter Hugo Abelenda consultado sobre el futuro de la firma. Por eso, expresó que en lo inmediato tiene “la suerte y la certeza”, en función de un gran equipo que ha formado de colaboradores -donde algunos lo acompañan hace más de 30 años- y del calor que le ha puesto su hijo Joaquín, que la firma va a continuar durante un par de años más. “Dios dirá sí a mis nietos les gusta el escritorio o no, yo no lo voy a ver...”, expresó.

Sobre los compañeros de trabajo, recordó especialmente a Arnoldo. “No precisó que falleciera para saber lo que significaba... era una persona entregada a la actividad del escritorio. Él manejaba los números, daba los créditos... al otro día que faltó fue increíble, me tuve que hacer cargo de una cosa que nunca hice. Uno puede ser buen rematador, buen administrador, pero ser cobrador es otra cosa”, aseguró.

En ese sentido, también agradeció a Pierina, quien lo acompaña desde hace más de 30 años y a Pablo Sánchez, hoy directivo de la Asociación de Consignatarios de Ganado. Agradeció a todos y a cado uno de sus compañeros y colaboradores, pero no los nombró por miedo de olvidarse de alguno.

También habló de su profesión y dijo que en este negocio “una cosa es un gasto y otra una inversión”. “Pretendo darle a mis clientes una inversión cuando pagan su comisión, porque no solo me hago responsable del precio que le doy al productor en el campo cuando veo el ganado, si no que lo avalo económicamente y lo he demostrado en muchas malas experiencias cuando no nos pagaron a nosotros, pero nosotros sí a los clientes en tiempo y forma. Por eso digo que se transforma en una inversión, porque es pagar un seguro”, aseguró Walter Hugo Abelenda, director de la firma Walter Hugo Abelenda Negocios Rurales.

Un monitoreo del negocio y de la ganadería nacional

“Don Marcelino” es su establecimiento rural, nombre de su abuelo y de su padre. Está ubicado a 32 kilómetros de la ciudad de Florida y es una explotación ganadera-agrícola, con corral para la recría de terneros. “Estando en los dos lados, como consignatario y como productor, se vive en carne propia la evolución de las pasturas, del engorde de los ganados, monitoreando cosas que a todos les pasa. Tenemos un olfato real de si va haber ganado gordo o no”, explicó.

Hizo referencia a que todos los productores son diferentes y encaran las cosas de diferente manera, pero estimó que este año va a ser muy difícil porque sigue sin generalizarse el tema de la lluvia.

“Cayó mucho el precio de la hacienda, pero mi mayor motivo de optimismo es que el mundo crece y la carne es un producto muy noble. Uruguay tiene la carne más controlada, más depurada, la que ofrece mejores garantías. Eso el mundo lo mira. Todos los días aparece algún requisito nuevo que aprieta un poco más la tuerca y nos obliga a ser más eficientes. Soy optimista con el tema carne porque tenemos un producto inobjetable, pero miro la realidad: tenemos accesos carísimos a determinados países”, aseguró Walter Hugo Abelenda en el marco de su participación en Hablemos de Agro.

Sostuvo que la ganadería “pegó el gran salto” con el ingreso del mercado chino, que se llevó productos que Uruguay no consideraba en el armado de la exportación y con valores interesantes. No obstante, hoy el menor crecimiento de China (que pasó de 10% a 3%), sumado a la dificultad de concretar negocios con el gigante complican la ecuación. “Uruguay queda rehén de los precios, de la distancia que tiene, pero ganamos con la calidad de la carne y con la seriedad del país”, indicó.

Por otro lado, aseguró que la exportación de ganado en pie de terneros “le ha dado certeza al productor”. Y valoró: “En novillos tengo una consideración especial, porque particularmente en el año que se dio fue lo mejor que nos pudo pasar. Eran novillos que no los podíamos terminar en Uruguay porque los granos estaban caros y a pasto no se terminaban. Fue una tabla de salvación para mucha gente”.

Finalmente, aseguró que la baja del dólar pega. “Un dólar de $38 contra uno de $43 o $44 es un porrazo grande”.

Mirá el programa completo:

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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