En la localidad de Progreso la historia de Ana Alonso se teje con hilos de esfuerzo, sacrificio y amor familiar. Hoy, a sus 28 años, Ana es una veterinaria orgullosa y una ferviente defensora de los derechos de los pequeños y medianos productores de cerdos, actividad familiar que le permitió financiar sus estudios.
“No estaría en donde estoy sin el sacrificio de mi familia, especialmente de mi padre, que vendía lechones faenados”, expresó Ana, mientras recordaba sus días de estudiante que acabaron este año, cuando finalmente obtuvo su título universitario. “Viajar en ómnibus todos los días de Progreso a Montevideo era agotador, pero estaba decidida a aprovechar cada oportunidad. Mis padres siempre me apoyaron, me dijeron que no necesitaba trabajar y que se encargarían de mis necesidades. Gracias a ellos, pude concentrarme en mis estudios”, contó la joven en diálogo con Rurales El País.
Ana pertenece a la tercera generación productores familiares que se dedican, en cuatro hectáreas, a la cría de corderos y lechones en Progreso, Canelones.
La historia de Ana no estuvo exenta de obstáculos. Durante su tercer año de universidad, perdió una beca vital para sus estudios. “Fue un momento difícil. Sentía que todo se desmoronaba, pero decidí trabajar con mi padre en la granja. La cría de cerdos me enseñó mucho más que cualquier clase teórica. Aprendí sobre la vida, la responsabilidad y el valor del trabajo duro”, compartió.
A pesar de las dificultades, Ana logró completar sus estudios de veterinaria, siempre impulsada por el ejemplo de su padre. “Cada día veía los sacrificios que hacía mi padre y eso me daba fuerzas. La venta de lechones era nuestra tradición familiar, y ver a mi padre frustrado porque no podía vender su producción era doloroso”, relató.
Como muchas otras familias productoras uruguayas, el ingreso por la venta de lechones o corderos a fin de año es un “aguinaldo, una pequeña caja de ahorros, un oxígeno que nos ayuda a a no bajar los brazos”.
La situación empeoró con la entrada en vigor de la LUC, que afectó gravemente a los pequeños productores.
“Mi padre se sentía como un delincuente solo por tratar de vender lo que había criado con tanto esfuerzo. La ley no solo afectaba a los delincuentes, sino también a los productores honestos. Fue entonces cuando decidí que tenía que hacer algo. Me debía a mis raíces y a mi familia”, explicó.
Fue así como la joven hizo llegar una carta a la Mesa de Desarrollo de su zona, que ella mismo leyó, y en la que destacó la importancia de esta actividad para su familia y cómo pudo financiar su educación gracias a los ingresos generados por venta de lechones faenados.
En la misma carta, Ana expresó que justamente “la venta de lechones y corderos en la mayoría de los casos es un ingreso extra, tipo ‘aguinaldo o caja de ahorro’, que les permitiría la rentabilidad y supervivencia a esos productores de pequeña y mediana escala, es lo que el productor familiar utiliza para pagar seguros de casa, galpones y vehículos, patentes anuales, mini vacaciones, el solvento de muchos estudiantes que por varios años deben movilizarse a la capital a estudiar, con la esperanza de volver a las raíces, contribuir con un sistema productivo rentable el cual tanto les dio”.
Eso, sumada a otra nota que llegó desde Paysandú, canalizada por el diputado Carlos Moreno del Partido Colorado, sumaron los esfuerzos necesarios para la promulgación de la primera ley de faena artesanal predial en diciembre de 2022, la N° 20.097, y su posterior revisión en 2023 con la Ley 20.230.
Hoy, Ana se siente orgullosa de haber contribuido a la nueva reglamentación que está a punto de firmarse, la ley de faena artesanal predial. “Esta ley es un avance significativo para los productores. Trabajé en lo que pude para asegurarme de que sea accesible y justa para todos. No se trata solo de regular, sino de entender la realidad de los productores”, dijo con convicción.
Ana está comprometida a seguir apoyando a su comunidad. “Quiero que los productores sepan que la reglamentación no es un enemigo, sino una oportunidad. Debemos cuidar de nuestros productos, no solo porque son nuestro sustento, sino porque son parte de nuestra identidad”, afirmó.
Al reflexionar sobre su vida, Ana expresó su gratitud y esperanza. “Estoy emocionada por las oportunidades que se avecinan. Sin duda, todo lo que soy se lo debo a la cría de cerdos, a esa lucha por lo que es justo, y al amor y esfuerzo de mis padres. Mi mensaje es claro: no tengan miedo. La ley está diseñada para protegernos y ayudarnos a prosperar”, concluyó la joven.
A una firma de la ley: Faena Artesanal Predial
La ley. El tema de la faena artesanal predial ha cobrado relevancia no solo por su valor cultural e histórico, sino también por la significativa demanda de los productores familiares y organizaciones de productores. Este sistema de producción animal y faena representa una fuente vital de ingresos para muchas economías familiares en Uruguay.
La ley de 2023 incorporó la palabra “comercialización” y definió claramente lo que se entiende por faena artesanal predial: “el sacrificio de los animales nacidos y criados en el predio del productor familiar, a pequeña escala, sin usar instalaciones y procesos industriales”. Además, la responsabilidad de definir las cantidades y cuotas pasó de la Dirección General de Desarrollo Rural a la Dirección General de la Granja.
Durante 2022, se trabajó intensamente en un decreto reglamentario que involucró a varias unidades del Ministerio de Ganadería Agricultura y Pesca (MGAP), a través de la Dirección General de la Granja, el Instituto Nacional de Carnes y la Dirección General de Bioseguridad e Inocuidad Alimentaria. Este decreto, firmado por el ministro del MGAP, Fernando Mattos, y a la espera de la firma del Presidente de la República, Luis Lacalle Pou, establece los requisitos y procedimientos para la habilitación de la faena artesanal predial.
El decreto tiene dos partes: una jurídica, que define quiénes pueden realizar la faena; y una técnica, que aborda las buenas prácticas y exigencias de infraestructura. La legislación establece requisitos como ser productor familiar registrado, tener el carné de salud, y estar inscripto en el Sistema Nacional de Información Ganadera (SNIG), entre algunos otros. También creará el Registro Nacional de Productores de Animales de Granja para aquellos que no están formalizados en el SNIG. Los productores deben cumplir con buenas prácticas de manufactura y contar con instalaciones adecuadas para garantizar la inocuidad.
Esta regulación no solo formaliza una práctica ancestral, sino que ofrece garantías tanto a productores como a consumidores. Los productores familiares, al cumplir con la normativa, evitan sanciones por faena clandestina y abigeato, mientras que los consumidores obtienen productos seguros y de calidad. Este ordenamiento responde a una necesidad sentida y manifestada por el sector productivo, reconociendo la faena artesanal como una actividad legítima y esencial para las economías familiares.
La faena artesanal predial es una práctica arraigada en la cultura rural uruguaya, y su formalización representa un avance significativo para el sector.