"Papá yo quiero ser rematadora, pero de vacas...”, era lo que le decía Valentina a su padre cuando era niña. El sueño lo tuvo siempre claro, pero no veía a ninguna mujer subirse a un estrado y rematar vacas, que era lo que ella quería. Así que, a los 17 años, empezó a rematar gallinas y faisanes en el local feria de su abuelo añorando que algún día le llegara el momento.
Valentina Birriel Fernández tiene 32 años, es de Rocha y pertenece a la cuarta generación familiar rematadora. Comenzó Juan Francisco, su bisabuelo; le siguió Néstor, su abuelo; y luego Néstor Félix, su padre. Son más de 100 años los que lleva la familia Birriel con un martillo en la mano.
Tiene dos hijos, Francisco (8 años) y Martino (6) que ya comenzaron a rematar sus juguetes, una muy buena señal para pensar en una quinta generación. De hecho, uno de ellos nació el 12 de agosto, el día del rematador.
Hace seis años, junto a su hermano, Juan Martín, y dos socios Carlitos Dianessi y Mariela Amaral, crearon la firma Birriel Hermanos y Asociados y se lanzaron al mercado.
“Esto no es como antes, nos tenemos que poner las pilas y hay que tener el título de rematador público para poder rematar nosotros”, le dijo Valentina a su hermano menor.
Y así fue. Con dos hijos y un escritorio rural que atender, era difícil estudiar en Montevideo, así que hizo el curso semipresencial en Melo. Hace tres años que tiene el título, aunque ejerce desde que tiene memoria.
“Cuando arranqué tenía 17 años y remataba en el local de feria de mi abuelo, vendía gallinas, patos, gallos, faisanes. Me pasaba el día rematando. Todo tarecos, que son las cosas de galpón, cualquier mugraje”, recordó entre risas.
No faltó quien desde la grada gritase si se remataba la rubia, pero sin generar mucho revuelo, pidió que se retire del local y continuó trabajando.
Siempre estaba metida en los locales de feria de la familia, haciendo cualquier tarea desde repartir boletas, buscar ofertas y, si se daba, bajar el martillo.
“De chica le dije a mi padre que quería ser rematadora, pero de vacas. En realidad no veía nunca una mujer rematando y me daba vergüenza, pero era lo que yo quería hacer”, contó.
Hoy remata ganado en las tres ferias mensuales que tiene la firma (en Velázquez, Rocha y San Luis) y en las exposiciones de Rocha.
Este año el día de la Mujer Rural, 15 de octubre, sucedió en el marco de la Expo Lascano y Valentina tuvo el honor de rematar unos toros.
“Fue divino porque no me lo esperaba, pero todas las mujeres y el público en general se pararon a aplaudir. Recibí mucho cariño ese día”, recordó.
El escritorio forma parte del consorcio Lote 21 y ese es su próximo objetivo. “No he rematado en Lote, porque me quedo trabajando desde Rocha, pero no va a faltar oportunidad. En cualquier momento me largo, porque me están esperando”, afirmó.
Su gran pasión son las ferias ganaderas. “Me llevan a la niñez. Me encantan, las disfruto. De niña me gustaba el movimiento, los piques, ir a conversar y levantar ofertas. Saber que sos la que remata y la que tiene el martillo en la mano; no soy la que mando pero así se siente...”, dijo.
También habló sobre el cambio que ha tenido la venta de ganado, con la llegada de las pantallas y la virtualidad.
“Es un cambio permanente y no hay que quedarse atrás, pero creo que las ferias que se hacen en cada rincón del país tienen un público diferente al de la pantalla; son canales diferentes. La virtualidad nos ayudó mucho cuando vino la pandemia y eso llegó para quedarse, porque ahora transmitimos en vivo las ferias. El público se va adaptando”, aseguró.
Valentina reconoce que dio el primer puntapié en el rubro, al menos rematando ganado, porque hay mujeres que venden antigüedades, pero aseguró que hubiera preferido que fuera otra la pionera que le allanase el camino.
“Hay que animarse. Si lo sienten hay que hacerlo. Es una carrera divina, pero el acto de rematar, para mí, es maravilloso”, cerró.