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Galopando por las redes, de a trote por el Uruguay

Dos yeguas, un recado completo y teléfono en mano: el viaje por el Uruguay profundo que deja viva la tradición.

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Martín González tiene 27 años y se encuentra recorriendo Río Negro, pero continuará visitando el resto del país junto a su guitarra y sus dos Criollas.

Manuela García Pintos

Tiempo, ganas y una tradición intacta es lo que hace falta tener para dar la vuelta al Uruguay a caballo. Eso es lo que está haciendo Martín González, un joven de Tacuarembó que se propuso atravesar los campos orientales de punta a punta y transmitir su recorrido a través de las redes sociales.

El 2020 ha cambiado los planes del mundo y González no ha sido ajeno a eso. De no ser por la pandemia del covid-19 el joven de 27 años estaría en Australia, el destino preferido de los agrónomos que buscan aventuras, dinero y nuevos horizontes.

A pesar de que el coronavirus le jugó una mala pasada, el ingeniero agrónomo le supo sacar provecho a su situación. Con tiempo de sobra y algo de dinero ahorrado, el tacuaremboense decidió cumplir un sueño que desde niño rondó en su cabeza, aunque se esclareció a principio de año cuando viajó a caballo durante una semana para llegar a Montevideo –pasando por Flores, Soriano y Río Negro– siendo uno de los más de 3.000 jinetes que apadrinaron al presidente Luis Lacalle Pou, cuando asumió el mandato el pasado 1° de marzo.

González –recibido en la Universidad de la República en 2018– no es ajeno a la cruda realidad que atraviesan los jóvenes agrónomos que no pueden darse el lujo de trabajar en lo que a ellos les gusta, en su caso, la ganadería.

Su primera frustración se dio cuando, luego de varios meses de búsqueda, no consiguió trabajo. Luego, se cancelaron sus planes de viajar a Oceanía, por lo que no le quedó otra opción que trabajar en una estancia, Rincón de las Mulas, domando y realizando diversas tareas rurales.

“Fue un cúmulo de cosas que me hicieron replantearme un poco todo. La idea de recorrer el país a caballo lo vi, en un primer momento, como quien dice ‘me gustaría ir a la luna’. Primero me agarré un bajón con la pandemia y no tener trabajo… algo tenía que hacer, pero después pensé: ‘Ya que no me puedo ir, en Uruguay puedo hacer lo que yo quiero’”, contó en diálogo con Rurales El País.

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Cómo, quién y cuándo.

González se crió en Cardozo Chico, en Tacuarembó, donde hizo la escuela rural, aunque terminó sus estudios secundarios en Paso de los Toros y luego en Durazno. Finalmente, en 2018, defendió su tesis y en 2019, llevó con gran orgullo su título de ingeniero agrónomo a los pagos que lo vieron crecer.

El 24 de agosto González partió de Baygorria, de estancia Rincón de las Mulas con dos yeguas Criollas de ocho y diez años.

Además del recado completo –que consta de riendas, cabezadas, lazo, bozales, entre otras– lleva todas las herramientas para el herrado de los caballos, un poncho patria y uno de agua y su infaltable compañera: la guitarra criolla.

A su vez, lleva una maleta de cuero –que fue confeccionada por él– en donde guarda tres mudas de ropa y algunos productos de higiene personal.

“Ando buscando un tesoro, me dijeron que había una olla de oro no sé en dónde y la estoy buscando”, respondió a las risas González cuando fue consultado sobre qué buscaba llevarse de este viaje.

Confesó que se trata, principalmente, de un tema personal aunque reconoció que sus familiares y algunos amigos le dijeron que hacer esta travesía era una locura.

“A medida que pasó el tiempo a muchos conocidos les divirtió la idea, y otros me trataron de loco. La familia cercana me dijo de una que estaba loco. Cuando empecé a comentarle a la gente le copó la idea y me pidieron que subiera fotos y vídeos a las redes sociales, porque muchos me decían que querían hacer lo mismo, pero que no contaba con el tiempo suficiente para hacerlo”, señaló.

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Lento pero seguro.

En lo que refiere al recorrido, González, como buen gaucho moderno, tiene trazado un mapa en Google Earth, una aplicación disponible en los dispositivos móviles y de uso frecuente, sobre todo, en los turistas.

La jornada arranca a la hora 5:30 o 6:00 am. Se levanta y toma mate en la cocina del personal de la estancia que sea, a veces acompañado por los restos del asado de la noche anterior. Luego comienza a ensillar, lo que le lleva tiempo porque tiene varias maletas para atar.

En primer lugar, se propuso recorrer todo el norte del país, pasando por Paysandú, Salto, Tacuarembó y Artigas, para luego comenzar a bajar al sur del país, que lo hará por Rivera.

En cuanto al kilometraje recorrido por día, comentó que todavía está “aceitando” a los caballos.

En un primer momento tenía pensado hacer entre 30 y 40 kilómetros por día, pero al ir muy cargado los caballos se sienten más. Por eso está recorriendo no mucho más de 30 kilómetros diarios para que las yeguas conserven su estado corporal.

El recorrido diario también depende del estado de la caminería rural: si llovió, si tienen piedras, si hay o no banquina. “Vas más lento en un camino que esté lleno de piedras que en una banquina con pasto”, dijo.

González también contó que dentro de un par de días dejará los caballos en Salsipuedes –ubicado en el límite entre Tacuarembó y Paysandú– para hacer una changa que le surgió durante dos meses. Pasado ese tiempo, se prometió reenganchar su viaje y continuar transmitiendo por las redes sociales sus vivencias camperas diarias.

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El hospedaje.

Durante los primeros días de travesía llegaba a las estancias y pedía permiso para quedarse, porque eran lugares donde la gente se conoce, como le sucedió cuando estuvo en Sarandí de Navarro.

“Haces noche y haces confianza con el personal. La primera noche, por ejemplo, me quedé en estancia El Monumento y ahí conocí a Juan que me recomendó quedarme en estancia Campamento; de ahí me mandaron a La Cimarrona; de ahí me aconsejaron quedarme en tal estancia. Y así sucesivamente. No he tenido que molestar a nadie, y mejor, porque no quería hacer eso”, explicó.

Felizmente, con el temporal que hubo durante los últimos días pudo hospedarse en una estancia para resguardarse del frío y la tormenta. Casualmente llegó a un establecimiento que, un rato antes, amigos de la facultad, conocedores de la zona, le recomendaron quedarse.

“Cuando uno pide quedada es sabido que al otro día te tenes que ir, pero en estancia La Tijereta generé mucha confianza con el capataz y me dio quedada por dos días y luego ayudé un poco a trabajar”, comentó.

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Anécdotas por doquier.

En cada estancia que va y cada pueblo que recorre, González tiene la posibilidad de conectarse con personas con un afán particular por contar su historia de vida y trabajo.

“La gente arranca a contarte anécdotas porque tiene la necesidad de hacerlo”, sostuvo.

Una de las más recientes se dio en un boliche en un pueblo llamado Merinos donde conoció a una señora de 70 años, que desde hacía 30 atendía el bar del pueblo que, según puso en manifiesto en una publicación que realizó en su cuenta de Instagram, los productores de esa zona crían, sobre todo, lanares de la raza Merino.

“Era una vieja crack. Me arrancó a contar cuando se ‘achuraban’ los viejos, es decir, cuando un cliente se peleaba con el otro. ‘Aquel lo achurió al otro’, me decía la vieja de 70 años con un tabaco atravesado en la cabeza”, recordó.

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Valores intactos: la educación y el respeto.

Entre las tantas anécdotas que viene sumando en su travesía, González contó que un día conoció a un paisano, que era “bruto y arado”, según lo definió.

El señor, dijo, era domador y no sabía ni leer ni escribir.

Lo curioso es que tenía un ayudante de 13 años y bajo ningún concepto el mayor aceptaba que el adolescente dejara de estudiar, por mucho que le gustara la doma.

“Quería que el gurí siguiera estudiando, le gustaba que lo ayudara en la doma, pero le decía al gurí que siguiera estudiando porque la doma no le iba a dar nada y que iba a terminar todo desecho. Eso me movilizó bastante”, recordó.

A su vez, destacó el respeto que tenía ese niño de 13 años con González.

Según contó, en ningún momento lo trató de “vos”, sino que siempre fue de “usted”.

“Eso me sorprendió, a pesar de que en campaña es más común tratarse de usted, pero a los gurises chicos a veces “se les escapa” y te dicen “vos” o “che”, pero a este no. Me sentí un poco viejo, la verdad”, confesó.

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