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Agricultura: el gran dilema de la frazada corta....

Terminada la cosecha de soja, zafra es la cara opuesta al 2015/16.

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Realidad. No sirve limitarse a ser mejor gerente de producción si no se es el mejor gerente comercial

Fimix Agrofinanzas.

Hace un año, la cosecha resultó un desastre: lluvias, inundaciones, pérdidas en las chacras, alto nivel de dañado y un volumen muy inferior al histórico, alta humedad, necesidad de secado de toda la producción, huelga de repartidores de gas (para las secadoras en los silos), entre otros problemas.

La de este año, ya prácticamente cerrada con las últimas sojas de segunda levantadas, fue todo lo contrario. Las lluvias durante el verano fueron históricas, más por la frecuencia semanal que por los volúmenes, lo que llevó a sortear una de las principales restricciones que tiene el país entre principios de diciembre y marzo: las precipitaciones y la disponibilidad de agua en el suelo.

Así fue como muchas zonas del centro del país, que suelen tener limitantes en la disponibilidad de agua, produjeron como nunca antes. En cambio, otras zonas más tradicionalmente agrícolas, no lo vieron como un factor diferencial.

En resumen, dos años consecutivos entre ellos, pero diametralmente opuestos. No sólo en el volumen, también en el precio. Y con los fondos de inversión en Chicago atrás, los efectos del precio por factores climáticos, sólo podían amplificarse, tanto a la suba como a la baja.

Resulta que, por definición de oferta y demanda, con esta última constante, un menor volumen de oferta (por pérdidas productivas en este caso) debería hacer subir los precios o, en otras palabras, hacer que la demanda se auto racione por la vía de los precios: si algo vale más, debería consumirse menos, en la búsqueda de otras alternativas por partes de los compradores.

En el caso de la última cosecha, la sobreproducción lleva a que, con una demanda estable, los precios deban ajustarse a la baja, debido a la enorme disponibilidad de producto y que, por este motivo, el comprador (la demanda) sea quien pone las condiciones y el precio.

Debido a que el clima que se dio en Uruguay, también lo hizo en el resto de los países del Mercosur, la evolución de los precios en Chicago fue un reflejo casi directo de la situación en América del Sur.

Como la zafra de EE.UU. va intercalada seis meses con la del sur, cuando se supone que en esta región debe estar todo el volumen ya disponible para embarcar, es la época cuando en el hemisferio norte van quedándose con cada vez menos soja y a precios que van perdiendo competitividad frente a los países del sur, debido a la escasez cada vez mayor para atender la demanda. Esto es una característica estacional, vista solamente desde la perspectiva de fundamentos de oferta y demanda.

No es casualidad entonces que, en cada uno de estos dos últimos años en particular, los volúmenes de producción hayan ido por un lado y los precios por otro. Los aspectos estacionales suelen pesar, en un mercado que no es sólo oferta y demanda. Sino, sería fácil de prever.

Ocurre que los fondos de inversión en Chicago, siempre están atrás y terminan siendo quienes le dan la dirección a los precios, quizás originados en aspectos de fundamentos propios del mercado agrícola (climáticos, por ejemplo). Los fondos suelen verlo antes y apostarle en consecuencia.

Precisamente, con grandes pérdidas por lluvias e inundaciones en América del Sur durante abril de 2016, los precios reaccionaron y terminaron siendo del entorno de los 420 dólares por tonelada en Uruguay. Pero fueron valores que lo que hicieron fueron reflejar la escasez (valía porque no había). Lo mismo pasó en Argentina y parte de Brasil. Chicago hizo el resto.

Este otoño ocurrió lo contrario. Una vez que se iba asegurando la producción en Brasil, la especulación financiera en Chicago empezó a mermar, ante la evidencia de que la cosecha sería muy abundante, acotando cualquier escenario de firmeza.

Ante la idea que esto ocurriera, siempre termina siendo la profecía autocumplida: quienes tenían contratos comprados en Chicago y vieron como los precios iban aumentando con los meses, llegaban a la conclusión que la firmeza no se sostendría por mucho tiempo más. Como vieron que los precios bajarían más temprano que tarde, empezaron a vender y cuando los fondos venden, lo hacen de a miles de contratos, en cuestión de segundos. Por lo tanto, se amplifica el efecto de las caídas de precios.

Se ha llegado a cosechas récord en casi todo el Mercosur, si no fuese porque en Argentina los rindes sin precedentes en determinadas zonas no estuvieran condicionados por las pérdidas que hubo en diciembre, enero y en las últimas semanas en otras regiones del país.

Los precios actuales reflejan la abundancia de soja en todo el mundo y, si todavía no han caído más, en buena medida se debe a la demanda mundial, que no afloja.

Con el diario del lunes es muy fácil decir si fue poco o mucho vender en pleno enero o febrero, cuando los precios estaban en US$ 380/ton, comprometiendo volumen y calidad. Con la zafra anterior en mente, podría haber sido hasta arriesgado.

Pero también existen alternativas, para captar los cincuenta dólares por tonelada de margen que se han ido. Operando en mercados de futuros, uno puede tanto usar seguros de precios para cubrir el margen que considera bueno para fijar, así como esperar por subas de precios posteriores, incluso habiendo vendido la soja física y pagado cuentas pendientes.

Muchos productores ya lo hicieron y, hoy en día, cuentan con ese plus al margen que pudieron hacer por obra y gracia de la lluvia.

En la búsqueda de defender la producción y el margen, de nada sirve limitarse a ser el mejor gerente de producción durante seis meses (y más), si eso no va acompañado de buscar ser el mejor gerente comercial.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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