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Nicolás Lussich: Para el empleo, el agro es clave

Uruguay transcurre la pandemia con buen desempeño sanitario, pero la economía transita el peor momento de su impacto.

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Gráfico.

Nicolás Lussich | [email protected]

No por esperables los datos dejan de ser preocupantes. La economía uruguaya -que ya estaba en recesión en el primer trimestre, antes de la pandemia- está en plena crisis por la caída en la actividad obligada por las medidas sanitarias. La industria y las exportaciones caen en torno a 20%, la recaudación bajó también casi 20% en mayo y se perdieron 100.000 puestos de trabajo, tal vez el dato más grave.

En este contexto, el gobierno tomó medidas paliativas, además de los mecanismos de apoyo social preestablecidos, como el seguro de paro. Aun así, es difícil que esto evite complicaciones a todos: si bien se van a recuperar muchos puestos de trabajo, mucha gente quedará expuesta al desempleo en forma más permanente. En buena medida, la pandemia aceleró un proceso de pérdida de empleo que ya se venía dando, por la falta de competitividad y productividad de importantes sectores de la economía.

Para una recuperación del trabajo más genuina, la propia actividad económica debe fortalecerse. Es la manera más sólida de afianzar los puestos de empleo y allí el agro es muy relevante. No es lo único, por cierto: turismo, servicios globales, algunas otras industrias, aportan en forma significativa. El agro tiene una particularidad: tal vez como ningún otro sector distribuye empleo en todo el territorio; pero lo hace -sobre todo- en forma indirecta, moviendo a las empresas de insumos y servicios, a las agro industrias, cargas y logística.

En el campo la automatización y el “teletrabajo” llegaron hace rato: muchos procesos de gestión y toma de decisiones se hacen online y las inversiones en maquinarias y equipo se acumularon, por muchos años, para mejorar la productividad de la tierra y el trabajo. Se produce más con menos gente en el campo, pero hay miles de puestos de trabajo que dependen directa o indirectamente de la producción rural.

Esa producción no ha tenido un parate brusco -por suerte- por motivo de la pandemia, más allá de algunos efectos específicos. Pero ya venía complicada desde antes, recortando toda la expansión de actividad que se había dado en el período del boom (2006-2014). Con menos cosechas hay menos actividad, en especial en los pueblos del litoral. Si la lechería se resiente -como sucedió- los habitantes de los pueblos de la cuenca y más allá, lo sienten, aunque no estén trabajando directamente en el campo.

Si la producción baja, las agro industrias producen y emplean menos. Pregúntenle, sino, a los obreros de la industria frigorífica, agremiados en la FOICA. La cadena cárnica tiene particularidades (la faena ha mermado por la exportación en pie de hace algunos años), pero se confirma que con menor producción disponible a nivel rural, se resiente toda una cadena de procesos y servicios, que involucran muchos trabajadores y trabajadoras.

Un reciente estudio de OPYPA ilustra esto con claridad: el agro en su fase agropecuaria responde por el 8% del empleo total; a eso hay que sumar las agro industrias, que representan el 4%, haciendo un total de 12% de empleo sectorial. Si a eso sumamos servicios directos e indirectos a ambas fases, el porcentaje seguramente supera el 25%. Pero además, el comercio en las localidades del “interior”, los servicios en esas zonas (salud, educación, etc.), tienen un vínculo clave una “dependencia” (bien entendida) de la actividad rural. Puede decirse con fundamento que el agro mueve cerca del 30% del empleo en Uruguay.

Abona el razonamiento lo que sucedió en los últimos años: el empleo cayó en toda la economía, pero primero lo hizo en el sector rural. Y no queremos plantear que “el agro lo explica todo”, pero es bastante claro que hubo un arrastre de la situación de dificultades que comenzó a experimentar el campo, hacia otros sectores vinculados. El turismo, los servicios globales, otras industrias y -por supuesto- el Estado, pueden tener su dinámica propia, pero no quita que el campo es clave para el trabajo en Uruguay.

Por todo esto, para superar la difícil situación es imprescindible que el campo empuje. En este plano, hay elementos alentadores: la buena gestión sanitaria del país ha merecido reconocimiento internacional, lo que ayuda a mantenernos como proveedores confiables de alimentos y otros productos.

Asimismo, Uruguay ha logrado financiar su abultado déficit fiscal (mayor ahora por la pandemia), vía préstamos y emisión de bonos, también facilitados por su prestigio institucional y la buena gestión de la pandemia. Pero esto tiene una cara preocupante: este ingreso de dólares puede generar problemas cambiarios y el primer impactado será el agro. Cierta tendencia a un encarecimiento en dólares con la región es inevitable, pero no hay que exagerar. Para evitar caer en males mayores -ya conocidos- es importante que lo antes posible se corrija la tendencia fiscal y -además- se consigan más mercados para colocar productos. Porque los empleos no se “crean” solos.

Guillermo Crampet

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