Publicidad

Si Mahoma no va a la montaña...

La guerra comercial desatada por Trump sacude los equilibrios globales, pero abre una ventana de oportunidad para Uruguay: acuerdos, exportaciones de carne de calidad y una posible ventaja en un mundo en transformación

Guillermo Trajtenberg

Dada la imposibilidad que ha tenido Uruguay para abrirse al mundo y lograr acuerdos comerciales preferenciales, las medidas arancelarias anunciadas por EE.UU. y las represalias de sus principales socios comerciales, posicionan a Uruguay y la región en una situación comercial más privilegiada.

Esto acerca algunas oportunidades y quizás predisponga a alguno de nuestros socios comerciales a concretar acuerdos que infructuosamente el gobierno anterior no pudo sellar. Este podría ser el caso de China o la propia Unión Europea, quienes ante un contexto internacional más hostil podrían intentar ampliar los acuerdos con Uruguay o el Mercosur.

A pesar de que parezca que el comercio internacional está enfrentando una guerra comercial global, los cambios arancelarios responden a una lucha de poderes que EE.UU. libra unilateralmente con el resto del planeta y, en particular, con China, en donde Trump ha blanqueado de una forma muy poco ortodoxa su descontento con el tratamiento que recibe su país. Esto no sólo incluye regímenes arancelarios asimétricos, sino que ha sido franco y notorio su descontento con el rol de EE.UU. en organismos internacionales como la OTAN, OMC, OMS, entre otros, que moderan la geopolítica mundial, se encuentran desbordados por la burocracia y, según él, no ofrecen resultados que ameriten su propia existencia y menos aún recursos de los contribuyentes.

trumpfinger
Donald Trump, presidente de Estados Unidos. Foto: TN.

Si bien es casi unánime el rechazo que la comunidad internacional tiene por las medidas aplicadas por Trump y, prácticamente, nadie apoya las formas casi inmorales y carentes de toda diplomacia que tiene el actual presidente de EE.UU., no debemos minimizar su impacto. Después de todo, este es su modus operandi: destruir, para luego crear desde las cenizas, jactándose luego de lograr “los mejores acuerdos”. Así ocurrió cuando desarmó el TLCAN y refundó los nuevos acuerdos con México y Canadá. En una línea más disparatada ha sugerido absorber Canadá como un nuevo estado, ocupar Gaza o comprar Groenlandia. Este comportamiento errático y discrecional no resulta para nada alentador y podría sugerir que el gobierno de EE.UU. “talentea” con este cambio tarifario y erra en el camino. Hasta el propio Trump, durante su segundo mandato, criticó los acuerdos existentes con México y Canadá, desconociendo su autoría, aplicando medidas represivas desproporcionadas a quienes son hoy sus principales socios comerciales.

Resulta difícil culparlo, después de todo cuenta con la mano ganadora y no le tiembla el pulso al usarla, pero como él mismo ha podido comprobar, la amenaza debe ser creíble. Habría que ver hasta dónde están dispuestos a soportar los abusos el resto de las economías, avalando la supremacía de EE.UU. y en particular, el dólar como moneda de reserva indiscutida. Referentes como Larry Fink (director de Black Rock), creen seriamente que este paradigma podría estar cambiando y criptomonedas como el Bitcoin amenazan la hegemonía del dólar.

Nos llama poderosamente la atención la motivación que subyace detrás de los anuncios arancelarios. Por un lado, la necesidad de bajar las tasas de interés de largo plazo con el objetivo de refinanciar el enorme déficit presupuestal. Por el momento estas medidas no han tenido el efecto deseado, incluso llegando a repuntar por encima de los niveles previos al “Liberation Day”.

Por otra parte, se fundamenta esta barbarie arancelaria con la pérdida de empleos en el sector de manufacturas como recurrentemente insinúa Trump. Paradójicamente, EE.UU. se encuentra hace años casi en pleno empleo. Sería realmente injustificado un cambio tan radical en el comercio mundial para recuperar empleos de poca especialización, baja remuneración y francamente, muy susceptibles a la robotización que se viene en el mediano y largo plazo. ¿Será posible que se encuentre tan mal asesorado?

Algo de contexto

Para entender la dimensión que podría tener este nuevo contexto global que propone Trump, es necesario entender el proceso globalizador previo que venía ocurriendo desde los 70-80´s. Este período se caracterizó por un gran crecimiento económico y aumento del comercio, donde las fronteras físicas fueron perdiendo preponderancia y las cadenas de valor trasnacionales se fueron diversificando geográficamente.

Si bien una parte importante de estos procesos manufactureros se concentraron en el sureste asiático, (principal objeción de Donald Trump), esto contribuyó con un proceso de crecimiento global ininterrumpido, dotado de mejoras en el nivel de vida, mayor acceso a productos y servicios y la salida de la pobreza de millones de personas.

Este nuevo orden mundial impulsado por Trump desmantela de la noche a la mañana, décadas de un proceso de globalización donde las naciones y las empresas transnacionales han dispuesto un complejo set de engranajes, dando forma y funcionalidad a este orden global. El exceso de regulaciones o la falta de ellas, regímenes arancelarios más beneficiosos, acceso a insumos y bienes de capital, infraestructura, costo de mano de obra, rigidez laboral, seguridad jurídica, entre otros, han sido algunas de las principales piezas que han motivado a las empresas transnacionales acomodar sus enormes operaciones a lo largo y ancho del planeta. Los casos más sonados actualmente quizás son las operaciones de Apple y Nike en China y Vietnam o la industria automotriz que originalmente tenía su epicentro en Detroit y actualmente, para la disconformidad de Trump, se encuentra también desplegada fuertemente en Asia.

No es de extrañar que un país como Uruguay, abrazado a la seguridad jurídica y la transparencia, pero con la energía y combustibles más caros de la región, sin infraestructura, con un marco regulatorio laboral rígido, sin un mercado interno potente e inserto en una región muy protegida, no les resulte atractivo para aterrizar localmente estas inversiones. que se disputan las grandes potencias.

Quizás nada de los anuncios arancelarios perduren en el tiempo y esta columna no envejezca bien, siendo ésta simplemente una estrategia de un “business man” en la casa blanca, quien destruyó el mapa comercial global y se dispone a recomponerlo a su gusto. Sin embargo, algunos analistas entienden que incluso suspendiendo las tarifas permanentemente, el daño ya está hecho. Ha quedado una sensación de impredecibilidad en los mercados donde posiblemente se promuevan estrategias que independicen a las economías de esta situación de incertidumbre que genera EE.UU.. Seguramente luego que esta novela arancelaria termine, gran parte de los países afectados y en particular en China, prevalezca un antiamericanismo en el ciudadano común. Estas medidas no solo no lograron que el mundo compre e importe más productos americanos, sino que por el contrario, lo más probable es que haya generado el efecto opuesto.

Impacto en la región

Probablemente medidas tan disruptivas originen efectos negativos que nos impacten directamente o por bandas. Si bien Uruguay se le otorga únicamente un 10% de aranceles, ha quedado por fuera de las represalias comerciales más severas. Este no es el caso de nuestro principal socio comercial como es China.

Si bien los elevados aranceles que EE.UU. y China se imponen mutuamente pueden mejorar las condiciones relativas para exportar productos como soja o carne, cítricos o celulosa, un efecto duradero de esta guerra comercial podría afectar la salud del gigante asiático, perjudicando finalmente la demanda por nuestros productos.

A pesar de que los commodities se han visto mayoritariamente afectados, y esto no es muy alentador para una economía agroexportadora como la uruguaya, existe allí una oportunidad asociada a valorizar los productos que exportamos que bien vale la pena considerar. Uruguay viene dando pasos firmes en su avance hacia una producción de carne de calidad. La carne producida a corral, con alto contenido de marmoreo presenta un futuro promisorio y las actuales barreras comerciales autoimpuestas por el gigante americano (principal productor y exportador de carne a corral) son consideradas una “oportunidad de oro” y abren una ventana que tanto INAC como ejecutivo deberían evaluar.

Uruguay tiene todo a disposición para dar este salto, sin embargo, requiere de voluntad política, enfoque y coordinación para intentar aprovechar esta nueva posición ventajosa.

En chino la palabra “crisis” se compone de dos caracteres: Wei, que significa peligro y Ji, que significa oportunidad. Esto debe interpretarse como una actitud ejemplificante que caracteriza a la idiosincrasia china. Nos resta saber si el actual gobierno se dispone a navegar esta tormenta con audacia y personalidad o seguirá esperando imperturbable que la montaña se acerque un poco más.

Publicidad

Publicidad