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Pandemia, inflación y guerra

Cuando el coronavirus venía cediendo terreno en todo el mundo, avanzaron los tanques rusos sobre Ucrania y pusieron al planeta otro manto sombrío. La guerra -con su destrucción y muerte- agravará los problemas de inflación en muchos países y subirá los costos. Uruguay entra al nuevo escenario con fortalezas -entre ellas sus agronegocios- pero no faltarán dificultades

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Rusia ha puesto la guerra nuevamente en las primeras planas, con su terrible saldo de muertes e incertidumbre. El mundo venía saliendo -paulatinamente y con dificultades- de los serios efectos de la pandemia, también con sus miles de fallecidos y enfermos. La propia crisis sanitaria y las medidas económicas puestas en juego para enfrentarla, han generado -con otros factores- un escenario de inflación global preocupante, del que será difícil salir.

Más ahora, con la guerra. Rusia y Ucrania son proveedores clave de dos insumos centrales para la economía: energía y alimentos. Con la guerra, el petróleo y el trigo se están yendo a las nubes, y el resto de los productos que se comercializan en el mundo (metales, otros granos, madera) los acompañan.

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Uruguay entra a este nuevo escenario con fortalezas. La situación financiera del Estado uruguayo mejoró: cubiertos los gastos extraordinarios por la pandemia, el déficit fiscal comenzó a bajar, mientras crece la actividad. Así, la relación deuda/PBI no crecería éste año, según estima el MEF. Es un factor clave de estabilidad.

La inflación es la piedra en el zapato (no solo en Uruguay) y el Banco Central busca frenarla aumentando la tasa de interés; esto puede tener impacto negativo en la economía, pero -sobre todo- limitará la cotización del dólar, que no ha avanzado mucho aún en el contexto global de incertidumbre. Con precios internacionales mostrando fuertes subas, es casi inevitable que el dólar baje, de lo contrario el control de la inflación podría perderse.

Aún con el dólar flojo en el mercado local, el Uruguay no ha tenido pérdidas drásticas de competitividad-precio. Como se ve en la gráfica adjunta, la hemos mejorado con EEUU y Europa, aunque perdemos con Brasil. Con los vecinos, sin embargo, persiste una relación comercial intensa. Y los agronegocios lucen especialmente fuertes, tal como lo muestran las últimas cifras de exportaciones y las proyecciones.

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A todo ritmo

En las ventas de bienes al exterior, los agronegocios son protagonistas, respondiendo por el 80% del total en lo que va del año. Las exportaciones de bienes superaron los U$S 1.000 millones en febrero, 50% arriba de febrero-2021. En el acumulado enero-febrero sumaron U$S 1.862 millones, 44% más que en 2021, tanto por aumento de precios como de volúmenes.

El caso más impactante es el de la carne vacuna, que acumuló ventas por casi U$S 250 millones en febrero, 85% más que en 2021. El producto respondió por casi la cuarta parte de las ventas totales del Uruguay el mes pasado, subiendo tanto el precio (+30%) como el volumen (+40%). China fue destino del 60% de lo vendido.

En cereales, las ventas de arroz en el bimestre avanzaron 40% respecto a 2021, sumando U$S 61 millones, por aumentos en las colocaciones a México y Brasil, entre otros destinos. Las exportaciones de trigo sumaron U$S 90 millones en el bimestre, 64% más que en 2021, por mejores precios y mayores volúmenes. Argelia y Brasil son los destinos principales. Las de cebada sumaron U$S 53 millones en el bimestre, más del doble que en igual período de 2021, por importantes ventas a China e Irak. La colocación de cebada sin procesar es un canal comercial muy relevante, especialmente para la producción que no alcanza calidad industrial para las malterías. Las exportaciones de malta subieron 30%.

Si a trigo, cebada y malta sumamos la colza (U$S 90 millones), el bimestre muestra un aumento de 80% en el ingreso por exportaciones de cultivos de invierno, por mayores volúmenes y mejores precios. El aporte que está haciendo la agricultura de invierno es cada vez más significativo.

Con la guerra en Ucrania el trigo se ha valorado drásticamente, con precios de más de 330 USS/ton puesto en puerto o industria. Se estima que hay aún unas 200.000 toneladas de la última cosecha para fijar precio, algo que se está haciendo en estos días, con los productores concretando ventas y embarques. El conflicto ha puesto al trigo liderando las subas de los granos, revirtiendo un escenario en el que aparecía como el menos alcista de los mercados, con abundantes stocks globales.

La guerra dio un giro de 180 grados a esta situación: Ucrania y Rusia suman el 30% de las exportaciones globales y los precios FOB se han ido arriba de los 410 U$S/ton en los principales mercados. Algunos países importadores han rechazado negocios por precios excesivos, pero tienen que cubrir sus mercados internos, por lo que no se pueden postergar mucho las compras, so pena de problemas sociales. Es el problema que enfrentan varios países africanos y de Medio Oriente. También hay que mencionar que Ucrania exporta más de 30 millones de toneladas de maíz por año, el 15% de las ventas globales.

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Lácteos y petróleo

Las ventas de productos lácteos aumentaron 35% en lo que va del año, acumulando U$S 137 millones. Las ventas de leche en polvo a Argelia y China lideran el avance, que se da principalmente por mejores precios. A eso hay que sumar las ventas de manteca a Rusia, que fueron especialmente relevantes en febrero. Estas ventas están hoy en vilo por la guerra en Ucrania.

A pesar de las dificultades que puede enfrentar la manteca, el aumento en el precio del petróleo impulsado por la guerra, puede ser -vaya paradoja- un factor positivo para el mercado de los lácteos. En este rubro muchos de los principales importadores son grandes productores de petróleo. Lo fue Venezuela en su momento (hoy en decadencia y debiendo), es el caso de Rusia y también el de Argelia, un destino clave para Uruguay. Pero más allá de estas cuestiones, la clave sigue estando en China, que sigue demandando alimentos firmemente, acompañada por otros países del sudeste asiático. Mientras, los principales exportadores de lácteos -caso de Nueva Zelanda- enfrentan limitaciones a su capacidad de producción, por el clima y las exigencias ambientales.

En el sector forestal las exportaciones de celulosa subieron 20% en la comparación entre bimestres, sumando U$S 213 millones, por el aumento en el precio de la pulpa. Mayor fue el aumento en las ventas de madera en todas sus formas (rolos, aserrada, contrachapada) que sumaron U$S 110 millones, un aumento de 40% respecto al 2021.

Proyecciones

Todo indica que este año se puede llegar a un nuevo monto récord de exportaciones de bienes, por la fuerte suba de los precios internacionales, acelerada ahora por la guerra. Además, el clima comenzó a jugar a favor, a partir de las lluvias de fines de enero, que cortaron la preocupante sequía que afectaba al país.

Esto es especialmente relevante para la estimación de exportaciones del principal cultivo del país, la soja. Con un área estimada por las empresas agrícolas en 1,1 millones de hectáreas (algo superior a la estimación oficial de DIEA) el rendimiento puede proyectarse en torno a 2,5 ton/ha, lo que daría una producción total de unas 2 millones 750 mil toneladas. Más de la mitad de la soja se plantó de segunda (después de cultivos de invierno), escapando mejor la sequía; las sojas de primera fueron más afectadas, pero no al extremo de tener caídas drásticas en los rindes promedio.

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Ante las lluvias que aseguran los kilos -y con precio al alza- los productores se animan a anticipar más ventas, en algunos casos de hasta 2 ton/ha. Con las subas recientes -y seguramente más aumentos en los próximos días- puede estimarse un precio medio de 580 U$S/ton, de lo que surge que las exportaciones de soja podrían sumar casi U$S 1.600 millones este año.

La soja ya está plantada y fertilizada, pero para la próxima zafra de invierno hay que tener abonos y el suministro está en riesgo; lo mismo para los verdeos y praderas. Rusia es el principal productor de fertilizantes del mundo, y Ucrania y Bielorrusia (también sancionada) no le van en zaga. Brasil (potencia agrícola) importa el 85% de los fertilizantes que usa y de eso, 25% llega desde Rusia. En Uruguay hay preocupación porque los stocks son bajos (las compras eran acotadas porque los precios ya venían con fuertes alzas) y los valores cambian todos los días. El MGAP, los importadores y los productores buscan asegurar embarques, pero el escenario es complicado y Uruguay es chico.

De la crisis generada por la invasión rusa de Ucrania surge una sensación inquietante: las grandes potencias afilan los dientes y se atrincheran; anuncian -como hizo el presidente Biden de EEUU- que priorizarán las políticas que fomenten el empleo propio. “EEUU primero”, al igual que planteaba Trump. No es una buena noticia para las pequeñas economías como Uruguay. Mientras, la guerra sigue, los precios suben y los costos también.

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