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Deseos y realidades

Un nuevo año y un nuevo gobierno llevan a renovar expectativas y abrir espacio al optimismo en las proyecciones ecónomicas y de negocios. Bienvenidas si están fundamentadas. Uruguay tiene virtudes sobre las que afirmarse para avanzar, pero también preocupantes problemas a resolver.

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Ing. Agr. Nicolás Lussich.

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Mientras buena parte de la población aprovecha estos días para descansar y darse una vuelta por la privilegiada zona costera del país, van decantando los datos de cómo ha cerrado el gobierno su desempeño en términos económicos y se van configurando las políticas del gobierno que viene.

Particular impacto causó la idea del Presidente Electo, Luis Lacalle Pou, de estimular la llegada de gente del exterior, a residir en Uruguay. En especial, el asunto generó gran atención en Argentina, en la medida que nuestros vecinos también están procesando un cambio político y se especula que muchos hermanos de la vecina orilla -en especial profesionales o empresarios- pueden ver atractivo cambiar de domicilio; de hecho, hay un aumento de las consultas y varios han tomado ya la decisión.

La llegada de argentinos a residir en Uruguay no es cosa nueva y muchos han llegado a invertir en estos últimos años, especialmente en los agronegocios. Valoran la institucionalidad y una base de servicios y convivencia que es buena, en la comparación internacional. Claro que, desde fuera y para la gente que está desconforme con su propio país, las cosas tienden a verse parcialmente y luego la realidad se impone. Sin dudas nuestro país tiene virtudes para ser considerado destino de inversión y trabajo, pero también tiene problemas: la competitividad de la economía uruguaya está afectada por diversas razones, y la convivencia se ha deteriorado, con problemas crecientes de inseguridad y violencia a todo nivel. Ponderar esto es difícil, pero nadie -objetivamente- puede decir que la situación no ha empeorado, desde los problemas del gran narcotráfico (que se cuela especialmente por los embarques de graneles), pasando por los robos y rapiñas en las ciudades, hasta el abigeato en las zonas rurales, que tiene a los productores sin paz.

Soluciones se han planteado muchas y muy diversas, pero -claro está- el problema no es de fácil solución. Mejores leyes -bien elaboradas- pueden ayudar, pero tiendo a pensar que los problemas sociales no se solucionan con leyes, sino con cambios más profundos y estrategias de mediano y largo plazo. La economía es muy relevante en este plano y un elemento clave es la dinámica del empleo, como integrador social esencial.

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Lamentablemente, los datos conocidos esta semana no son alentadores. El INE divulgó las cifras correspondientes al mes de noviembre, que si bien no muestran grandes variaciones respecto a los meses inmediatos previos, mantienen la tendencia de deterioro: el empleo sigue bajando y el desempleo aumentando (gráficas). Es especialmente preocupante la situación en las localidades medianas y grandes, dejando de lado Montevideo (lo que se llama habitualmente “interior”). Allí, el desempleo llegó al 11% en la medición puntual de noviembre.

¿Es posible cambiar estas tendencias? No parece sencillo. Se cuenta con lo que puede generar UPM con su nueva planta de celulosa, y sus proyectos asociados (ferrocarril, carreteras). Según fuentes vinculadas a la inversión, ya hay unas 800 personas trabajando y se espera que la nueva zona franca esté configurada para febrero-marzo, a partir de lo cual comenzará el reclutamiento del personal para iniciar la obra civil. Si el cronograma se cumple según lo previsto, habría cerca de 2.000 personas trabajando directamente en el obrador hacia el mes de mayo. Asimismo, en las obras del Ferrocarril Central están con tareas más de 300 trabajadores, que podrían subir a 1.000 hacia fin de año.

Son cifras importantes, pero difícilmente puedan -por sí solas- cambiar las tendencias del mercado de trabajo. Máxime cuando, al mismo tiempo, la temporada turística (gran generadora de empleo) viene con complicaciones por la situación en Argentina. Además, el nuevo gobierno se enfrenta al dilema de hierro de reducir el déficit fiscal (algo imprescindible para mejorar el clima de negocios) sin afectar sustancialmente la economía y el empleo, difícil tarea. Cabe consignar que los compromisos de gasto son difíciles de revisar a todo nivel, desde las jubilaciones y sueldos hasta las inversiones, en sus diversas modalidades. A modo de ejemplo, según fuentes del gobierno entrante, el Estado está comprometido en inversiones por U$S 200 millones para obras vinculadas a UPM, de manera de viabilizar el gran proyecto; esto es, más allá de lo que las empresas invertirán en la planta, puerto y ferrocarril.

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En el fondo del asunto, Uruguay tiene que recomponer la competitividad, es decir, mejorar su capacidad de producir bienes y servicios para el resto del mundo, generando empleo genuino. En este sentido, las cifras recientes de las cuentas externas no parecen malas: Uruguay tiene un amplio superávit comercial de bienes y servicios, en la medida que ha logrado aumentar su capacidad exportadora en diversos rubros: granos, celulosa, carnes, servicios logísticos, tecnologías de la información, etc.. Pero el superávit también ha subido porque se han retraído las inversiones, lo que se refleja en una reducción en las importaciones de bienes de capital.

En el campo. Desde los agronegocios, el aporte este año vendrá -por un lado- desde las mencionadas obras para la agroindustria celulósica, que mira el largo plazo a pesar de que los precios de la celulosa han caído a niveles más cercanos al promedio histórico. En carnes, luego del récord en el monto por exportaciones el año pasado, parece difícil sostener los montos ingresados: el mercado chino (luego de los inauditos precios que pagó en los meses posteriores a la crisis de la fiebre porcina), se retrajo y algunos importadores, incluso, repudiaron contratos, lo que tiene a varios exportadores locales perjudicados y preocupados. Además, los países vecinos empiezan a competir con más intensidad, configurando un escenario más exigente. De todas maneras, los fundamentos de la producción de carne bovina en Uruguay -natural, identificada y de calidad- son suficientemente firmes como para mantener el optimismo a mediano y largo plazo.

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En granos, las últimas cifras oficiales confirman una moderada retracción del área sojera (dentro de lo previsto) y una reafirmación del área de maíz. La cosecha de invierno (trigo y cebada) estuvo dentro de lo normal, con rendimientos buenos y ciertos problemas de calidad, que son parte de la historia, año a año, para los agricultores, molineros e industriales.

La tarea de superar problemas y seguir avanzando en productividad y producción se hace más estimulante si el resto de la sociedad acompaña, cosa que no siempre es clara. Mientras varios sectores productivos enfrentan dificultades, todo indica que el Estado seguirá “pesando” más de lo que la economía puede sostener. Oponer al Estado respecto al resto de la economía es un enfoque simplista: un Estado eficiente, efectivo y moderno, es clave para el crecimiento. En el MGAP, sin ir más lejos, se ha buscado innovar para estar a la altura de las circunstancias, y anticipar nuevos desafíos en el plano ambiental (cambio climático, producción sostenible) y en calidad alimentaria (inocuidad, certificación). Pero en el cálculo general, todo indica que el gasto estatal actual es insostenible para la economía y hay que revisarlo, para que los negocios prosperen, con emprendedores tanto locales como externos.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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