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2020: dudas y certezas

Por el escenario global, el cambio de gobierno y las dudas sobre la situación de la economía, el 2020 es un año especial. La incertidumbre parece superar las certezas y eso posterga decisiones de inversión. Sin embargo, Uruguay tiene proyectos en marcha y fundamentos para crecer.

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Ing. Agr. MBA Nicolás Lussich.

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Ya se ha constituido el nuevo Parlamento y en pocos días Luis Lacalle Pou asumirá la Presidencia del Uruguay. No es un cambio de gobierno más, como los que se dan cada 5 años en nuestra valiosa tradición democrática. Se trata de una alternancia luego de 15 años de gobiernos de izquierda, con la expectativa -para todos los ciudadanos- de decisiones importantes.

Más allá de las posiciones políticas, la realidad económica se impone: mal o bien Uruguay tiene que mejorar su situación fiscal y la competitividad de su economía, malherida aún con el reciente aumento del dólar (gráfica TCR). Ambas cosas pueden lograrse simultáneamente con un plan de racionalización de gastos y reformas, pero no será sencillo: habrá resistencias a todo nivel (no solo sindical) y -además- las lógicas aspiraciones políticas futuras de las figuras de gobierno también pueden dificultar este camino.

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Parece claro que la preparación del proyecto de ley de Urgencia, y su discusión “en la previa” del arranque de la nueva administración, apuntan a acompasar los tiempos políticos con los económicos: que las reformas y disposiciones más polémicas y conflictivas se procesen rápido, para luego generar un escenario político más amigable. En la misma línea apunta la idea de acelerar la discusión sobre la reforma previsional, que se había dispuesto con plazos algo extensos en el borrador del proyecto. Pero esto no es todo: luego vendrá la discusión por el gasto estatal.

Prioridades. “Muéstrame el Presupuesto y te diré tus prioridades”. La frase apunta a despejar los dichos de los hechos: puede haber muy buenas intenciones y enunciados voluntaristas, pero al final del día las políticas del Estado se expresan en su Presupuesto. Y su discusión será muy intensa porque la situación fiscal es delicada. Quedaron atrás los “espacios fiscales” y la respuesta -más o menos generosa- a los planteos de gastos de todo tipo: se vienen tiempos de ajuste, más aún dado el compromiso del gobierno electo de no aumentar impuestos.

Además la economía uruguaya necesita que el gasto presupuestal del Estado incorpore más inversión, que permita mejorar la competitividad. El problema es que los componentes del gasto estatal uruguayo son -en su mayoría- tremendamente rígidos. El principal, las jubilaciones, pero también la estructura salarial y de funcionamiento (gráfica). Para incluir más inversión productiva en el gasto estatal, la reforma jubilatoria tiene que “hacerle espacio”; lo mismo a través de la revisión de gastos no prioritarios, o vinculados a tareas que pueden hacer las empresas y los individuos por sí mismos.

La baja inversión incluida en el presupuesto se busca compensar con financiamiento extra presupuestal. En efecto, buena parte de las inversiones que hoy el Estado despliega -tanto a nivel nacional como departamental- se hacen en base a endeudamiento futuro, a través de herramientas como fideicomisos, PPP u otras, que implican compromisos de pago futuros, deuda.

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Y la deuda del Estado viene subiendo, por el abultado déficit. Y como el crecimiento es muy modesto, la relación Deuda / PBI también sube, lo que enciende luces amarillas (gráfica). Por su propia capacidad y esfuerzo Uruguay tiene el Grado Inversor para su deuda soberana, con un perfil de plazos extendido. Eso le permite un acceso al financiamiento a bajo costo, algo valioso siempre que el tiempo se aproveche bien.

Agronegocios incómodos . A los desafíos propios, se suman incertidumbres externas. Este año hay elecciones presidenciales en EEUU y tampoco es una elección más: Donald Trump va por la reelección y -a juzgar por los varios problemas que exhibe la oposición demócrata- tiene altas chances de concretarla. El escenario agrega incertidumbre: Trump ha irrumpido en la política global con una actitud agresiva a todo nivel, fundamentada tanto en su carácter como en su propia intención política de “hacer a EEUU grande de nuevo”. Ha tenido logros y tropiezos, pero sigue adelante con una retórica triunfalista. Y si bien todavía faltan varios meses, todo indica que la economía lo acompaña, y esa ayuda gana elecciones.

Para Uruguay no es un asunto menor, pues la política internacional de Trump incide principalmente a dos niveles. Uno es el caso Venezuela: la presión de EEUU a la dictadura de Maduro es permanente y creciente, y ningún país de la región puede estar ajeno. El gobierno electo -por convicción política- ha resuelto cambiar la postura respecto a Venezuela, con posiciones más afines a las de EEUU. La lista de invitados -y no invitados- a la asunción del primero de marzo así lo está ilustrando. La exclusión de Venezuela es totalmente coherente con los planteos que los actores del futuro gobierno han hecho en los últimos años. La de Cuba puede resultar más discutible: pese a su régimen dictatorial, la relación diplomática se ha mantenido -salvo un lapso durante la administración Batlle-.

Además, Cuba es destino importante para arroz y lácteos uruguayos.

Si el tema Venezuela tiene derivaciones en los agronegocios, qué decir del conflicto entre EEUU y China, que planteó Trump ya desde su campaña electoral, antes de llegar a la Casa Blanca. El reciente acuerdo entre ambas potencias para hacer una tregua en la guerra comercial puede afectar indirectamente al Uruguay, que tiene a China como destino principal de sus exportaciones, especialmente de productos agropecuarios.

Pero puede haber problemas más directos: EEUU sigue desplegando su diplomacia a fondo en la región, y no solo por el tema Venezuela sino directamente plantando cara a los chinos. En los últimos días, Uruguay se constituyó en escenario del conflicto entre las 2 grandes potencias, luego de que el subsecretario de Asuntos Políticos del Departamento de Estado, David Hale -en declaraciones a Búsqueda- advirtiera a Uruguay sobre los riesgos de asociarse con la empresa china Huawei. El comentario mereció una dura respuesta de China, en una carta pública de su Embajada en Uruguay.

¿Hasta dónde llegará el interés de EEUU en la región? ¿Podrá Uruguay mantener esta nueva posición, más alineada a EEUU, vendiéndole lo que hoy vende -o más- a China? ¿Qué pueden plantear los asiáticos? Por si fuera poco, todas estas cuestiones inciden también en las posturas de nuestros vecinos, Argentina y Brasil, fuertes competidores en agroexportaciones.

EEUU es hoy un destino importante de exportaciones del Uruguay, pero está lejos de los primeros puestos, ocupados por China, Brasil y la UE. Tal vez por eso el presidente electo planteó al Secretario de Estado, Mike Pompeo, la idea de un acuerdo de libre comercio. El interés nacional debe primar, aunque por ahora hay muchas cartas en la mano y pocas sobre la mesa. Tal vez por todo esto, adquiere aún más relevancia la aprobación del acuerdo Mercosur-UE, que aún espera la ratificación de los parlamentos de los distintos países.

Todas estas cuestiones -porteras afuera- pueden tener mucha influencia en el futuro de los agronegocios en Uruguay. Mientras, llovió en varios lados y -si bien la alegría va por barrio- los cultivos mejoraron y se esperan buenas cosechas. En el sector cárnico la situación es distinta, con China como preocupación central y con precios que han tenido un drástico ajuste, con la faena casi 30% abajo del año pasado. Por su parte, la producción forestal para celulosa sigue firme, con el proyecto de UPM 2 en marcha y a la expectativa de que mejoren las condiciones de demanda en otros productos forestales.

Uruguay tiene fundamentos para crecer y -si bien los desafíos son importantes- hay argumentos para ganarle a la incertidumbre y retomar un camino de crecimiento más firme. Este 2020 será un año clave para definir el rumbo.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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