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Una maestría para los valores del campo: el Paiva

El instituto es una formidable herramienta de desarrollo que atiende a los jóvenes del medio rural y les enseña mucho más que un oficio...

El Instituto Benigno Paiva Irisarri se creó en 1968 con la donación de Clotilde Pardo Santayana, tras la muerte de su esposo Benigno Paiva Irisarri. El matrimonio, que no tenía hijos, había decidido donar esas tierras para la educación de los hijos de los peones rurales.
El Instituto Benigno Paiva Irisarri se creó en 1968 con la donación de Clotilde Pardo Santayana, tras la muerte de su esposo Benigno Paiva Irisarri. El matrimonio, que no tenía hijos, había decidido donar esas tierras para la educación de los hijos de los peones rurales.
El Paiva

Conocimientos se adquieren en cualquier casa de estudios. Hay muchas y muy buenas, tanto en Uruguay, como en la región. No obstante, son muy pocas las que enseñan el hábito del trabajo y transmiten los valores más básicos, que no por simples nacen siendo parte de uno. Los diferentes oficios como medio de vida, la cultura nacional, el cuidado de las herramientas y el valor del trabajo es algo que se aprende, en los mejores casos, con el ejemplo de casa. Sino también está el Paiva.

A pocos kilómetros de la ruta 6, cerca de Sarandí del Yí, se encuentra el Instituto Paiva Irisarri. La institución es una “formidable herramienta de desarrollo local, que atiende a los jóvenes del medio rural, brindando instancias de capacitación y formación, para crear alternativas de subsistencia y desarrollar con competencia emprendimientos productivos con los recursos de la zona, enfrentando a la exclusión social y evitando la emigración a los centros urbanos”.

El Instituto Benigno Paiva Irisarri, más bien conocido como “el Paiva”, es la última residencia rural dirigida por los salesianos. Se creó en 1968 gracias a la donación de una productora rural, Clotilde Pardo Santayana, tras la muerte de su esposo Benigno Paiva Irisarri, quien llegó a ser intendente de Montevideo en 1942. El matrimonio, que no tenía hijos, había decidido donar esas tierras a los salesianos para la educación de los hijos de los peones rurales.

El padre Juan Gastón Dubourdie, director Instituto Benigno Paiva Irisarri de los salesianos de Don Bosco, contó a El País que en 1968 los salesianos tuvieron la oportunidad de abrir esta obra en Sarandí del Yí para atender “a los muchachos pobres del campo”. “El Paiva fue donado por Clotilde Santayana para que se hiciera una atención a los muchachos pobres del campo. Han pasado muchas generaciones, hace poco se celebraron sus 50 años; la primera generación aún vive y continúa participando activamente con la institución”, contó.

La obra siempre ha funcionado con la producción del campo, porque es una estancia. Además, hace algunos años se firmó un convenio con el INAU para su inclusión: hoy de los 60 gurises, 23 son de INAU.

“Los chiquilines ayudan y se forman en todo lo que implica el trabajo de campo. Muchos egresan como peones rurales en distintos establecimientos, otros siguen trabajando en los oficios que enseñamos o continúan sus estudios en los Talleres Don Bosco, en alguna escuela agraria o hasta realizan una carrera universitaria”, destacó.

La finalidad de la obra es para gurises hijos de peones de estancia, de bajos recursos, que si no fuera por el Paiva no tendrían posibilidades de seguir sus estudios, porque primaria está diseminada por todo el país, pero secundaria no. “El liceo en zona rural no existe, entonces el gurí del campo termina la primaria y se tiene que quedar en el campo trabajando sin tener la posibilidad de extender sus estudios”, explicó.

La finalidad de la obra es para que continúen sus estudios. “Por distintas situaciones, muchos optan después de determinados años de estar en Paiva, trabajar en el medio rural; no todos los gurises terminan estudiando una carrera terciaria, aunque algunos sí. Generalmente el trabajo llama. Interesa que salgan buenos trabajadores por el medio rural”, resaltó.

El Paiva
Instituto Paiva está ubicado sobre la ruta 6 en Sarandí del Yí, en Durazno.

La vida en el Paiva. Dubourdie explicó cómo es la vida de los chiquilines en el Paiva: “es linda, pero es exigente”, contó y dijo por qué: “Primero, porque son 60 chiquilines y se necesita tener ciertos regímenes y mucha disciplina. Es fundamental para generar el hábito de trabajo, pero también tener el tiempo del estudio”, explicó.

De mañana, se levantan sobre las 6:30 y se hace una oración. Hay dos ómnibus disponibles de los salesianos que los llevan a Sarandí del Yí, ubicado a seis kilómetros de distancia, para estudiar. Los de ciclo básico asisten a la UTU y los más grandes al liceo.

Sobre las 13:30 hs vuelven a la estancia, almuerzan y a las 14:30 comienzan las áreas formativas, es decir, la experiencia de formación para el trabajo, ya sea en: carpintería, quesería, campo, quinta para el consumo interno, servicios o mantenimiento (limpieza de la casa y orden) y parques y jardines. Todas las áreas son acompañadas por un referente en el tema. Hay también talleres de herrería, mecánica, manejo eléctrico, moto sierra y tractores, buscando siempre la formación del gurí de campo. A las 17 termina el trabajo, se merienda y tienen una hora de deporte. A las 18:30 hs suena la campana para el baño y a las 19:15 hs comienza el horario de estudio, para hacer los deberes. Luego se cena y sobre las 21:30 hs se reúnen para terminar la jornada con un tradicional encuentro de salesianos en donde se comparte un mensaje, para luego acostarse. Al otro día se vuelve de nuevo a la rutina.

Hay una comunidad religiosa de seis salesianos que acompaña y atiende la obra. También cuentan con las visitas semanales de una trabajadora social y una psicóloga en una casa que tiene el Paiva en el pueblo a su disposición para cuando los chiquilines tienen horas libres o en el caso de que alguno se enferme, tiene un lugar a donde ir.

Cada 15 días los chiquilines, provenientes de todos los departamentos del país, se van a las casas.

“El aporte más grande que el Paiva hace es la disciplina: que los gurises sepan usar una herramienta y luego también guardarla en un lugar, limpiarla, cuidar las cosas, pedir las cosas, inculcamos valores como la honestidad y la solidaridad evidentemente, porque viviendo entre 60 es un gran valor. Hacemos hincapié en la cultura y los hábitos del trabajo. Y finalmente en la fe. Es un aporte no menor, porque somos una obra católica. La confianza en Dios. Llegan con un desconocimiento total de lo religioso”, contó el cura.

Los chiquilines, todos varones, ingresan a los 12 años y se van a los 18 y dentro cada uno hace su propio camino. “Con cada uno se va haciendo un camino particular: entran en primero y salen en sexto, pero algunos tienen límites por la baja escolaridad en los estudios, otros vienen con inclinación por lo agropecuario, hay perfil de estudios terciarios, tenemos ex alumnos profesionales y otros que se inclinan hacia los oficios. Nosotros solamente acompañamos”, comentó.

Muchos se van a los talleres Don Bosco para continuar sus estudios o bien lo hacen en alguna escuela agraria. Para esto, el Paiva y sus ex alumnos también colaboran porque tiene un costo que no siempre los chiquilines pueden afrontar. Otros van en la universidad y muchos otros optan por ser peones de campo; “pero no es un peón cualquiera, tienen conocimiento y aptitudes de trabajo que son muy reconocidas en el medio”, dijo.

60 jóvenes rurales forman parte del Paiva

Actualmente en el Paiva hay 60 gurises, de entre 12 y 18 años, que cursan secundaria; del primer año de ciclo básico al último de bachillerato en la UTU y el liceo de Sarandí del Yí. Están toda la semana en el hogar salesiano y un viernes cada 15 días visitan a su familia durante el fin de semana, retornando al instituto el lunes por la mañana.

Hay seis áreas formativas: servicio, huerta, campo, quesería, carpintería y parque. Para participar, los muchachos se dividen por grupos, siempre con integrantes de diferentes edades y de forma rotativa, para fomentar la convivencia.

El Instituto Paiva se financia de dos formas: un convenio que tiene con el INAU -por el cual acceden unos 20 chicos-; y la autofinanciación.

“Atender a nuestros gurises: a los jóvenes de la campaña...”

“Qué acertados que hace 50 años exista Paiva, en el ‘68 los salesianos optaron, entre otras oportunidades y habiendo otras posibilidades de construir esto en otros lugares, los salesianos se decidieron por Paiva. Lo digo no como salesiano sino como ex alumno. Y tantos ex alumnos que han pasado por aquí... del Uruguay profundo al centro de la patria, vinieron los salesianos para atender a nuestros gurises, a los jóvenes de la campaña. Es una bendición para este país, para el centro del país, la presencia de el Paiva”, era lo que expresaba el padre Rubén Avellaneda, ex director de el Paiva, en un vídeo conmemorativo por los primeros 50 años de la institución.

Además del trabajo dentro de la institución, los salesianos realizan un gran trabajo de acompañamiento con la familia de los chiquilines, toda gente del medio rural. Es por eso, que en el año se hacen tres encuentros de padres en donde se los visita y acompaña en situaciones en las diferentes dificultades que puedan presentarse.

En la semana los gurises tienen también catequesis y un taller de formación de voluntariado; cada 15 días se realiza alguna formación sobre algún tema en particular y en el siguiente encuentro se realiza el servicio o voluntariado en donde se necesite, tanto en la ciudad como en el campo.

Para los más camperos está también la opción de la aparcería: “nos juntamos porque los chiquilines tienen en común el gusto por las cosas de la tradición y el campo; tenemos reuniones semanales, participamos de jineteadas y eventos criollos con el grupo de referencia donde compartimos la fe, hacemos voluntariado con algún vecino, buscamos generar experiencias de servicio y beneficios que puedan solventar las actividades de la aparecería, como las idas a los desfiles y demás”, contó Juan Gastón Dubourdieu Britos, Director Instituto Benigno Paiva Irisarri de los salesianos de Don Bosco.

De hecho, Dubourdieu Britos, contó que hace dos años un grupo de cabañeros de la raza vacuna Shorthorn les donaron una vaca, por lo que el instituto Paiva comenzó una “muy interesante experiencia” educativa con la raza.

Llegaron a participar con un ejemplar de la raza en la Expo Prado, una experiencia en la cual los chiquilines aprendieron todo lo que implica el trabajo en la cabaña. Gracias a esto, la embajadora de Inglaterra en alianza con el Instituto Anglo les dieron la oportunidad de realizar un curso de inglés.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.

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