En un mundo donde la sencillez del campo se fusiona con la calidez de las risas, el Gaucho Influencer invita a descubrir el humor genuino que emana de sus raíces familiares. Inspirado por las charlas de sobremesa y las anécdotas inolvidables que escuchaba en casa de sus abuelos, este humorista ha hecho del campo su musa y su escenario. Con cada historia, busca no solo arrancar una carcajada, sino también conectar a las familias en torno a esa esencia compartida. Mientras se prepara para una nueva temporada de eventos, el humorista reflexionó sobre cómo su humor conecta generaciones y honra el espíritu del campo, llevando su esencia a cada risa y cada historia compartida.
Detrás del personaje hay una persona que se llama Eduardo Fernández, nacido entre las sierras de Minas. Tiene 39 años recién cumplidos -motivo por el cual aún duda del número- y una hija, Renata, de un año y un mes de vida. Es un hombre sencillo, de trato amable, con esa picardía típica de quien sabe cómo hacer reír.
“¿Cómo te llamo? ¿Gaucho o Eduardo?”, le pregunto mientras acomoda el mate sobre la mesa. “Eduardo es el nombre de cédula”, responde, y suelta una risa contagiosa, como si estuviera contando un chiste bien practicado.
Desde el inicio, dejó claro que el humor forma parte de él desde siempre, como un lenguaje natural. Dice que “arranquemos por el principio”, y empezó a desgranar su historia, la de Eduardo, antes de que existiera el Gaucho Influencer.
Nació en Minas y creció en el Cerro Partido, empezó contando. Habló de su infancia con nostalgia, aunque, según él, creció sin mucho alboroto. Es hijo único, y a su madre le tocó ser madre y padre, “remándola” toda la vida. “Siempre laburante”, me dijo de ella, quien hoy está jubilada, pero sigue siendo una inspiración para él.
Sus años de escuela fueron cerca de la Escuela 1, y el liceo lo hizo en el Fabini. “Después empecé a encontrarme con mi humor. Desde chico tuve eso de imitar, de hacer voces, pero nunca pensé que el humor iba a terminar siendo un camino”, reflexionó.
Eduardo recordó, con una sonrisa melancólica, cómo el vínculo con el campo y el humor se fue entrelazando en su vida, casi sin que él se diera cuenta. “Mis abuelos por parte de padre, que fueron muy importantes en mi crianza, eran de campo adentro”, contó, y explicó cómo toda la vida de sus abuelos estaba impregnada de esa esencia de lo rural. Su abuelo había nacido en Mariscala y su abuela en Sierra Carapé; ambos, en algún momento, hicieron el viaje de “venirse para la ciudad”.
“Era como ese viaje que hace hoy uno cuando se va del campo a la ciudad, pero ellos lo hicieron acá, cerquita”, explicó. Aun en la ciudad, sus abuelos mantenían vivas sus costumbres y su forma de hablar. Recordó cómo su abuelo, con esa mezcla de rudeza y ternura, siempre tenía algo que decir, y lo hacía con ese estilo “cantinflesco” que lo hacía reír sin parar. “Era bien bruto, agarraba el lazo y le erraba al filo. Llorábamos de risa”, dijo entre carcajadas.
Su abuela, descendiente de italianos, era la picarona de la familia, la que siempre tenía un comentario ingenioso y sabía cómo captar la atención en cada almuerzo familiar. “Si hubiesen existido los celulares en esa época, me hubiese hecho viral con ellos”, comentó, imaginando aquellos almuerzos como un show de comedia, con sus abuelos como los protagonistas perfectos.
Los almuerzos, las charlas de sobremesa, las visitas a las pulperías y los encuentros con los amigos del abuelo alimentaron la creatividad de Eduardo desde chico. Aprendió a observar, respetar y reírse con los personajes del campo, de sus historias y de cómo siempre imitaban las voces y gestos del otro, haciendo de cada relato una actuación en sí misma. “La gente de campo tiene eso. Cuentan una anécdota de alguien que capaz ni conocés, pero te la cuentan de una manera... se paran, se incorporan, le imitan la voz al otro... Hacen lo que uno después aprende en el stand-up, y eso es genial”.
Y ahí, entre las charlas familiares y los amigos, siempre sonaba (Luis) Landriscina en la radio. “Era una fija en la casa de mis abuelos. Yo no entendía los chistes, porque era chico, pero esa voz me cautivaba. Mi sueño es conocerlo algún día”, confesó, mostrando cómo, en el fondo, aquel personaje humorístico que inventó, el Gaucho Influencer, nació de esa mezcla entre las charlas del abuelo, las carcajadas de la abuela y los relatos de Landriscina.
Eduardo se acomodó en la silla y sonrió cuando recordó su época en el liceo, ese lugar donde, sin saberlo, empezó a formarse como el humorista que es hoy. “Mi universidad fue el liceo, pero no por lo que estudié… ¡sino porque era el cómico de la clase!”, dijo riendo. Los días en el aula eran su escenario, y cada recreo, una función improvisada. Con Videomatch en su auge, Eduardo pasaba los días imitando a personajes de la televisión, generando carcajadas entre compañeros y hasta recibiendo algunas monedas en “pago” por sus imitaciones.
“Era común que me echaran de clase por hacer reír, especialmente en inglés, o donde se me ocurriera”, contó entre risas. Y hoy, cuando se encuentra con ex-compañeros después de una función, algunos le dicen: “Estás haciendo lo mismo que en clase, pero ahora te pagan”. Aquellas palabras fueron una señal temprana para él, pero Eduardo confesó que, pese a ser el centro de atención, siempre fue tímido fuera del escenario. “Hasta el día a día soy tímido, ¿sabés? No soy reservado, pero sí... tímido. Me gusta socializar, pero soy lo que la gente ve cuando estoy en el escenario”, expresó.
Al hablar de su formación, admitió que nunca estudió teatro formalmente, pero en 2015 se animó a tomar un taller de stand-up, un curso que lo ayudó a estructurar sus propios chistes y entender la diferencia entre monólogo y stand-up. “Escribir tu material es otra cosa”, explicó, subrayando la importancia de ese aprendizaje en su carrera. Después, hizo un poco de improvisación, una técnica que considera fundamental en su estilo.
Con la espontaneidad como brújula, Eduardo se formó observando, y hoy, continúa descubriendo nuevas maneras de conectar con su audiencia, viendo materiales en Internet y adaptando su propio estilo. “Un poquito de cada cosa, y así sigo...”.
Con la energía de quien sabe que está contando una historia clave, Eduardo empezó a narrar sus primeros pasos en el mundo de la comedia. “Desde 2015 hasta el 2019 estuve en la movida de stand-up en Montevideo, que en ese momento estaba muy fuerte. Actuaba en clubes de comedia y, después, me uní a un elenco en el UnderMovie, siempre sin personaje, como yo nomás”, contó. Pero llegó un punto en el que se hacía necesario crear contenido en redes sociales para convocar al público, y ahí Eduardo se encontró con un obstáculo: “No le encontraba la vuelta”.
Fue en esos días, en Minas, que surgió la oportunidad de colaborar con sus amigos Andrés Pereira y Renzo Sobera, quienes tenían un show llamado “Los Gauchos nos piden permiso”. Los tres se dieron cuenta de que el público les pedía verlos juntos en escena, y de ahí nació la idea de un espectáculo compartido. Eduardo, además, aprovechó la ocasión para probar un personaje que llevaba tiempo rondando su mente, inspirado en la esencia de sus abuelos. “Cuando compones un personaje, no es que estés diciendo que todos los gauchos sean así. Mi personaje, por ejemplo, es fanfarrón, quiere conocer el mundo, ser influencer, piloto de rally… pero eso no implica que todos los gauchos sean así”, aclaró. Esa personalidad especial le dio forma a un gaucho que quiere ser influencer y que se llama, justamente, el Gaucho Influencer.
La caracterización del personaje se completó con una peluca especial, un artículo familiar que perteneció a su abuela y que había sido un obsequio de la esposa de Tato Bores, el gran humorista argentino. “No sé si la usó Tato, pero estaba en mi casa, así que dije: ya está, es ésta”, recordó entre risas. Fue mirándose al espejo con la peluca que comprendió que el personaje había encontrado su identidad.
Entonces, comenzó a experimentar con videos de el Gaucho Influencer, un personaje distinto a los influencers tradicionales, que se caracteriza por su autenticidad y su humor. “No soy un influencer clásico que dice ‘disfrutá este producto’. Lo hago desde otro lugar, con picardía y humor”, explicó.
Fue a mediados de 2019 cuando el personaje comenzó a ganar tracción. Luego, la pandemia cambió las reglas del juego. “Queda feo decirlo, pero a mí la pandemia me ayudó un montón. La gente estaba triste, mirando el celular todo el día. Yo estaba en Minas, sin trabajo, y pensé, ‘¿qué puedo hacer?’. La respuesta fue entretener a la gente, y con eso empecé a construir una audiencia que hoy, gracias a Dios, me acompaña cuando salgo de gira”.
Con voz firme y reflexiva, Eduardo compartió una historia de perseverancia. “Tuve un quiebre en mi vida allá por el 2017, la pasé muy mal. Como dicen los que saben, de los fracasos se consiguen las cosas, no siempre del éxito. El éxito es una pequeña mentirita”, reflexionó. Aquel año oscuro se convirtió en un punto de inflexión, ya que la convicción de dedicarse completamente a la comedia comenzó a tomar forma, aunque no fuera un camino fácil. “Recién en el 2021 pude decir que llenaba la heladera gracias a esto. Hoy, con todo el amor y respeto por lo que hago, te puedo decir que solo vivo de esto”, comentó.
Eduardo reconoció que el camino no ha estado exento de momentos difíciles, pero ve en cada fracaso una oportunidad. “Lo más lindo es tocar fondo, porque sabés que más del piso no vas a ir. Y si tenés la certeza de que lo que hacés le hace bien a alguien, el dinero pasa a ser un medio para llegar a más personas”, explicó. Para él, este aprendizaje no es exclusivo de su carrera; lo aplica a cualquier oficio. “No aflojar, esto es válido para el que tiene un kiosco, un taller, un almacén, o el que vende puerta a puerta. Mientras más tiempo le dediques a lo que hacés, más te retribuye después”, aseguró con convicción.
Con orgullo, afirmó: “Tenemos un país hermoso donde, hagas lo que hagas, si le ponés garra, podés lograr cosas”.
Cuando habla sobre su audiencia, Eduardo fue claro: su objetivo siempre ha sido llegar a la familia. “Desde el comienzo, la premisa fue entretener. Nunca me puse estricto con métricas para ver a dónde quería apuntar”, dijo. Sin embargo, con el tiempo comprendió que, al crear contenido apto para todo público, lograba conectar con varias generaciones dentro de una misma familia. “Si trabajás para la familia, en realidad tenés mucho más alcance porque llegás a personas que quizás no manejan el celular, pero están dentro de una misma familia. El abuelo te sigue desde el celular del nieto, el niño pequeño ve los videos en el celular del padre”, explicó.
Para él, este enfoque en el humor familiar también se refleja en sus espectáculos. “Cuando hacés un show, tenés a toda la familia sentada en la butaca. No existe esa cosa de que no vamos a llevar a la abuela porque el gaucho dice malas palabras. Siempre apunté a que todo el mundo pueda ver mis videos y mi show”, subrayó.
Explicó cómo maneja la influencia y responsabilidad en redes sociales y el enfoque que ha adoptado para evitar conflictos. Comentó que se centra en hacer humor familiar y evita temas como fútbol, política o religión, que suelen ser polémicos. Sin embargo, utiliza su presencia en redes para apoyar causas benéficas, como la Teletón y la Fundación Pérez Scremini, destacando su interés en aprovechar su influencia solo para iniciativas que generen un impacto positivo.
Para Eduardo, el campo es mucho más que tradición o un espacio de trabajo; es su fuente de inspiración y un lugar que todos deberían conocer más. Explicó que las personas que habitan el campo, sus historias y sus anécdotas son inigualables, y que la naturalidad de sus charlas siempre genera asombro y risas en aquellos que tienen la oportunidad de conocerlas. Destacó, además, el respeto profundo que siente por el trabajador rural, quien trabaja todos los días del año sin descanso.
En cuanto al humor, lo ve como un modo de vida, algo que puede marcar la diferencia en cualquier contexto, no solo para quienes se dedican a la comedia. Describe el humor como una forma de vida que puede aliviar los momentos difíciles y que, en la comedia, se transforma en una manera de hacer catarsis. Para él, “tragedia más tiempo es comedia”, una regla fundamental en la comedia que permite ver los problemas con otra perspectiva y transformar situaciones difíciles en algo positivo. Define el humor como una forma de terapia que ayuda a liberar tensiones y hacer la vida más llevadera.
Al cierre de la entrevista, aprovechó para mencionar la etapa en la que se encuentra en su carrera: la temporada de eventos empresariales. Comentó que no todos saben que también realiza este tipo de shows, y dejó abierta la invitación para que quienes lean esta nota y estén interesados en animar sus eventos lo consideren. Con su característico humor, Eduardo recordó que, especialmente entre los suscriptores de Rurales El País, siempre puede haber alguien interesado en sumar su toque de comedia a sus reuniones o celebraciones.