En el año 2020, la vida del matrimonio formado por Ana Laura Gonçalves y Mauro Brown dio un giro inesperado. Como consecuencia de la pandemia, Mauro, quien trabajó durante 17 años en el free shop del aeropuerto de Carrasco, se vio despedido. Frente a la incertidumbre laboral y en búsqueda de un nuevo rumbo, decidió seguir una intuición que lo acompañaba desde su niñez: el deseo de dedicarse al campo. "Siempre me gustó desde chico", recuerda Mauro. "Aunque nunca había trabajado en el campo, tenía amigos en Trinidad que vivían ahí, y siempre me atraía la idea de andar a caballo y estar en contacto con la naturaleza".
El paso siguiente fue adquirir un terreno en Estación Migues, Canelones, un predio que llevaba una década sin ser habitado, reducido a poco más que una tapera. Sin dudarlo, Mauro y Ana emprendieron la tarea de construir desde cero. Levantaron una pequeña casa y comenzaron a criar ovejas y gallinas en un régimen de pastoreo libre. Para Mauro, la transición de un entorno de "cuatro paredes" a la vida rural fue un cambio radical, pero revitalizante.
Ana, por su parte, enfrentó su propia transición. Proveniente de Montevideo y sin experiencia previa en el campo, acompañó a Mauro en esta aventura. En paralelo a su trabajo en la ciudad, donde debe cumplir con días presenciales, Ana comenzó a experimentar con la producción de productos artesanales. "Siempre me gustaron las mermeladas, los licores y la chocolatería", confiesa. Pero fue un regalo inesperado el que marcaría el futuro de su emprendimiento: un queso de leche de oveja que les obsequió el posero que les arregló el pozo de agua.
Curiosos, Ana y Mauro investigaron sobre las ovejas lecheras y decidieron adentrarse en la producción de productos derivados de la leche de oveja. Comenzaron con dulces de leche y proyectan expandirse a la quesería. "Nos encantó el dulce de leche de oveja, y poco a poco fuimos cambiando la majada Texel a Frisona Milchschaf, una raza lechera que es, además, súper mansa y adorable", señala Ana con entusiasmo.
Hoy, cuatro años después de esa compra inicial del terreno, Mauro lleva adelante un pequeño reparto de huevos de gallina de pastoreo y cría corderos, mientras que Ana sigue dividiendo su tiempo entre el campo y Montevideo, donde sigue con sus labores. Juntos, han creado un emprendimiento que combina el amor por la naturaleza y el trabajo manual, demostrando que, incluso en tiempos de crisis, es posible reinventarse.
Los primeros pasos y desafíos del aprendizaje en el campo
Para Ana y Mauro González, la transición del aeropuerto y la ciudad al campo fue un proceso desafiante. Mauro, en particular, se enfrentó a una dura realidad: la vida del productor rural estaba lejos de ser sencilla. "Si te digo que muchas veces estuve a punto de dejarlo, no estaría mintiendo", comenta Mauro, con sinceridad. "Realmente no es fácil. Más allá de que Ana vaya los fines de semana o algunos días entre semana a quedarse conmigo, la vida en el campo requiere un sacrificio enorme. Admiro cada vez más a la gente del campo, por todo lo que aguantan".
El matrimonio tuvo que enfrentarse a pruebas inesperadas. La sequía golpeó duro, al punto de que Mauro llegó a estar entre tres y cuatro días sin agua en verano. "Por suerte, surgió la ayuda de la intendencia y la OSE, que coordinaban para llevar agua a la gente", relata Mauro. Pero no fue solo la sequía; las heladas y otros factores climáticos complicaron su tarea, afectando los recursos y el trabajo diario. A pesar de ello, Mauro decidió mantenerse firme, aunque reconocía la soledad y el sacrificio que implicaba emprender en el campo.
Lo que le permitió seguir adelante fue, en gran medida, el apoyo de instituciones y programas para pequeños productores. Gracias a un convenio entre la intendencia de Canelones, Florida y Lavalleja, Mauro cuenta con la asistencia técnica de Diego Arrospide. También destaca la ayuda de ANCO, la Asociación Nacional de Criadores de Pequeños Ovinos, que le brindó el respaldo necesario. "Cuando tienes ganas de dejar todo, estas instituciones te impulsan a seguir, porque realmente es muy difícil para la gente del campo", reflexiona.
En cuanto al manejo del predio, Mauro explica cómo estructuran sus días. "Tenemos gallinas a pastoreo y las alimentamos dos veces al día. En la mañana, después de darles de comer, encierro las ovejas. A la tarde, encierro los corderos para que las madres generen leche. Luego, ordeño a las ovejas y congelamos la leche. Cuando tenemos suficiente cantidad, hacemos dulce de leche o queso, según el día".
Con solo 22 ovejas actualmente, después de haber tenido más de 40, Mauro y Ana tuvieron que reducir la majada debido a la falta de comida provocada por la sequía. "Hubo un año en que toda la comida que compré se pagó con la venta de corderos, porque realmente no teníamos comida", explica. La raza que crían, la Frisona, es lechera, y en el mejor de los casos producen entre un litro y 600 ml por oveja, aunque hubo tiempos en que lograban extraer hasta un litro y medio por oveja. Sin embargo, el rendimiento depende de la calidad de la alimentación, que a veces se ve afectada por factores externos, como las condiciones de la avena en los últimos años.
El ordeñe, que en sus inicios era manual, ahora se realiza con una máquina básica de vacío que cuenta con dos órganos y un recipiente de acero inoxidable de 14 litros. "Al principio lo hacíamos a mano, pero es más difícil sacar leche manualmente de una oveja. Ahora, con la máquina, es mucho más fácil", comenta Mauro.
Entre los productos más innovadores que han desarrollado está el dulce de leche de oveja, un producto poco conocido pero que rápidamente ha ganado adeptos. "Nos encantó desde que empezamos a hacerlo", señala Ana, quien también sigue produciendo mermeladas y licores artesanales. El dulce de leche de oveja se ha convertido en una de las señas de identidad de su proyecto, junto con el queso de oveja, que planean expandir.
Así, entre desafíos y aprendizajes, Ana y Mauro continúan su camino en el campo, demostrando que el amor por la tierra y la perseverancia pueden transformar cualquier adversidad en una oportunidad.
La elaboración artesanal y nuevas oportunidades
La producción artesanal es el corazón del emprendimiento de Ana y Mauro, y la elaboración del dulce de leche de oveja es un proceso que refleja paciencia y dedicación. Ana describe con precisión cómo llevan a cabo este proceso: "Nosotros lo hacemos bien artesanal. A fuego, en una olla a fuego bien bajito, y con mucha paciencia. Básicamente, usamos leche, azúcar, un poco de vainilla y bicarbonato. No le agregamos nada más. Después, es cuestión de esperar hasta lograr la textura que uno espera", explica Ana. Cada paso es medido y hecho con cuidado, asegurando que el producto final mantenga su autenticidad y sabor natural.
Además del dulce de leche, Ana ha ampliado su oferta de productos artesanales con mermeladas que provienen de los frutales de su quinta. "Yo me encargo de elaborar todo", comenta Ana, quien tiene una pasión de larga data por la cocina. Antes de sumergirse por completo en el proyecto de la chacra y las ovejas, Ana se dedicaba a la chocolatería y a hacer postres como hobby. Este conocimiento previo lo ha aplicado a la creación de nuevos productos como rellenos de bombones artesanales, licor de dulce de leche y alfajores.
"Me encanta experimentar y llevar lo que sé a diferentes formas", dice Ana, orgullosa de cómo ha logrado integrar su creatividad culinaria al proyecto rural. El dulce de leche de oveja ha sido un punto de partida, pero su pasión la ha llevado a seguir innovando en otras áreas. A pesar de los desafíos que enfrentan como productores, han encontrado en la colaboración con otras familias un importante apoyo. "Nosotros estamos trabajando con otras familias que también están iniciando en la parte de tambo ovino. Hacemos eventos juntos, nos ayudamos entre nosotros, y eso nos motiva a seguir adelante. Te dan más ganas, más ideas", comenta Ana sobre el valor del trabajo en conjunto.
La raza de ovejas Frisona Milchschaf, que ellos crían, también ha jugado un papel importante en la diversificación de su producción. "En Uruguay no es tan conocida, pero tiene muchísimas bondades. En Europa, el queso y la leche de oveja son algo súper común", explica Ana. Para ellos, la leche de oveja representa no solo una oportunidad de negocio, sino también una alternativa de gran valor nutricional. "Tengo un cliente que por razones de salud no puede consumir lácteos de vaca ni de cabra, pero la leche de oveja sí la tolera. Esto se debe a que tiene propiedades que la hacen más digestiva, incluso para personas con intolerancias a la lactosa".
El reconocimiento de la raza Frisona y la aceptación de la leche de oveja en el mercado uruguayo es un proyecto a largo plazo, pero Ana y Mauro están convencidos de que es un camino lleno de oportunidades. Con productos que fusionan la tradición con la innovación, y con la creciente demanda por alternativas saludables y artesanales, ambos están decididos a seguir trabajando para hacer de su proyecto algo aún más grande.
Aliados de cuatro patas en el campo
El manejo del predio no sería el mismo sin la ayuda invaluable de sus perros, que se han convertido en una parte esencial de la rutina diaria de Ana y Mauro. Para ellos, estos compañeros caninos son más que simples mascotas; son una verdadera herramienta de trabajo. "Tenemos una perra que es cruza de Maremmano con Pastor Pirineo", comenta Ana. Este cruce no es casual, ya que proviene de un apoyo que recibieron de ANCO (Asociación Nacional de Criadores de Ovinos), quienes les brindaron asistencia en este aspecto. "Es tremenda herramienta para nosotros, la verdad", añade, resaltando la importancia del perro para la seguridad y el manejo del predio.
Además de esta perra, el equipo canino se completa con dos más: una cruza de Collie con Border Collie, y su hija, que es completamente Border Collie. Este "tridente espectacular", como lo describe Ana, ha demostrado ser de gran ayuda para el manejo del ganado ovino y la protección del predio. "Desde que están, no hemos tenido ningún problema ni con zorros ni con ataques a las ovejas", señala Ana, aliviada por la tranquilidad que les brinda saber que sus animales están bien cuidados.
Los perros no solo ayudan a proteger a las ovejas de posibles depredadores, sino que también disuaden otras amenazas, como el robo. "Tampoco hemos tenido problemas de robo, por suerte", comenta Ana. La seguridad que les brindan estos animales es crucial en un entorno rural donde estos riesgos están siempre presentes.
Para Ana y Mauro, la incorporación de estos perros al trabajo diario ha sido un verdadero alivio, ya que les ha permitido concentrarse en otros aspectos de la producción sin preocuparse constantemente por la seguridad de sus ovejas. Además, se han dado cuenta de lo importante que es contar con este tipo de ayuda en el campo, especialmente cuando los recursos humanos son limitados y el trabajo es constante. "Estamos contentísimos", concluye Ana, reafirmando el valor de estos aliados de cuatro patas que, día a día, demuestran su lealtad y eficiencia en el predio.
Una aventura de transición: de la oficina al campo
Ana reflexiona sobre el inmenso cambio que ha experimentado desde que dejó la ciudad y la vida de oficina para adentrarse en el mundo rural. "Ha sido todo una aventura para nosotros", afirma con una sonrisa. El primer año, la llegada de las ovejas marcó el inicio de una etapa de aprendizaje intensivo, especialmente durante las pariciones. "Te puedo explicar todas las situaciones habidas y por haber", comenta, rememorando cómo las ovejas, que venían de un lugar con poca comida, comieron demasiado y se vieron afectadas. "Nosotros inexpertos, todas trancadas, todo, pero que venía de cola, que venía súper mal... todo lo que te puedas imaginar, nos pasó".
Durante ese primer año, el grupo de ANCO fue crucial. "El equipo de ANCO fue espectacular. Nos ayudaron muchísimo, por WhatsApp, teléfono, nos guiaban en todo. Nos decían: 'tenés que hacer esto o lo otro'. Fue un año intensivo de aprendizaje", recuerda Ana. Con el tiempo, sin embargo, la experiencia fue moldeando la situación. El cambio a la raza frisona marcó una notable diferencia. "Las Frisonas son bastante melliceras y tremendas madres. Al principio, habíamos empezado con Texel, pero el cambio fue espectacular este año, sin ningún problema. Excepto una corderita Texel que nos trancó, pero el resto, todo fluyó bien".
El aprendizaje no cesa, como menciona Ana, "acá estás aprendiendo todos los días". A pesar de los desafíos, la pasión por el proyecto sigue creciendo, y es una experiencia transformadora para alguien que venía de Montevideo y "cero campo".
El significado de "Colere"
"¿Por qué se llama Colere?" es una pregunta recurrente que a Ana le encanta responder. "Colere viene del latín y significa 'cría de animales' y 'cuidado de la naturaleza'. Ese es nuestro espíritu", explica. Este nombre refleja el enfoque que han decidido darle a su establecimiento: un compromiso profundo con la naturaleza y la sustentabilidad. En Colere, no usan ningún tipo de químicos, y todo se fertiliza con el abono de las ovejas y gallinas que tienen a pastoreo. "Hacemos un poco de cosmética natural también, todo lo que hacemos sigue esa línea de ir a lo natural", añade Ana.
Colere estuvo presente en la Expo Campanero, en Minas, pero esta no fue su primera exposición. "Empezamos en castellanos, el año pasado, con el grupo de Frisona", cuenta. A través del "Rincón de la Frisona", fueron invitados por su producción de dulce de leche. Desde entonces, han asistido a varias exposiciones, incluyendo la exposición en Granja y Ovino, la Fiesta de la Chacra y ahora esta, siendo relativamente recientes en el ámbito, ya que comenzaron en diciembre del año pasado.
El matrimonio maneja sus ventas principalmente a través de Instagram, en su página "Establecimiento Colere". Antes, también vendían por Mercado Libre, pero ahora prefieren ventas directas debido a la falta de tiempo. Además, Ana revela una emocionante novedad: están incursionando en la elaboración de quesos.
Los quesos también son 100% elaborados por el matrimonio. Ana detalló cómo el tipo de queso define el tiempo de maduración. "El dambo, por ejemplo, es el más rápido, en dos semanas ya lo tenés pronto. Pero si querés hacer un manchego o un pecorino, esos tienen que estar al menos seis meses". Aunque están empezando con el tipo dambo, Ana tiene grandes planes para el futuro: "La idea es ir haciendo manchego, pecorino, azul... todo de oveja".
Para el matrimonio, la vida en el campo ha sido transformadora. "Es un cambio de vida total y es espectacular", afirma, emocionada por todo lo que han logrado hasta ahora. "Yo que venía de Montevideo, cero campo, te digo que se puede".