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Bordó y acarreó leche para criar a sus hijos: una historia como pocas y como tantas...

La de María Nelda Cifuentes ha sido una vida sencilla, pero completa

Cuando la lechería llegó a la zona María Nelda Cifuentes y su marido “Toto” Larraz Artigas se sumaron al proyecto. Lo hicieron, al igual que los vecinos, con vacas prestadas y remitiendo la leche a Conaprole. Como el camión no llegaba hasta las casas de todos los vecinos, “Toto” levantaba la leche en un carro tirado por su caballo.
Cuando la lechería llegó a la zona María Nelda Cifuentes y su marido “Toto” Larraz Artigas se sumaron al proyecto. Lo hicieron, al igual que los vecinos, con vacas prestadas y remitiendo la leche a Conaprole. Como el camión no llegaba hasta las casas de todos los vecinos, “Toto” levantaba la leche en un carro tirado por su caballo.<br/>

Lo primero que me dijo María Nelda Cifuentes fue que la llamara “Negra”, porque ese era su apodo. Antes de coordinar la entrevista me hizo una videollamada, un poco para corroborar que no fuera una broma que la quisieran entrevistar y otro tanto para saber si me parecía físicamente a mis padres, a quienes me aseguró conocía de toda la vida. Sabía donde vivía y también que tenía una muy buena relación con un tío. Bueno, con todos. Hace nueve días cumplió 81 años y es una mujer que le saca jugo a su vida; no deja nada para mañana, porque sospecha que a sus 83 u 84 quizás no pueda hacerlo. “Antes no tenía plata para hacer las cosas, ahora tampoco tengo mucho, pero por lo menos tengo tiempo”, contó la “Negra” a El País.

Nació en la ciudad de Minas y la cuarta sección de Lavalleja la vio crecer. “Ahí cerquita de Casupá por arroyo Tupambaé, no sé si lo conoces…”, describiendo con lujo de detalles la zona, los vecinos y el paisaje de la entrada de su establecimiento.

Sus padres la llevaron al campo cuando tenía seis meses. A los cuatro y a los seis la operaron del hígado y el pulmón, por quiste hidatídico. Recuerda que no la dejaban jugar con los perros y que, por haber pasado muchos años enferma, era la mimosa de la casa.

A los 18 años aprendió a bordar, con gente amiga que le enseñaba. Estuvo 15 años trabajando para una tienda muy grande de Montevideo, que empleaba a 900 empleados. Cada 15 días se tomaba el tren para llevar los trabajos.

En esos tiempos su marido, Juan José “Toto” Larrascq Artigas, trabajaba en el campo, en una chacra de la zona que compartía con tres hermanas: “ahí bien cerquita del cerca del arroyo”, acotó la “negra”.

La madre de “Toto” era la octava generación de José Gervasio Artigas y el campito que manejaba era herencia de el prócer.

Tuvieron dos hijos, José Alberto y Claudia, “y mismo ahí se criaron”.

“Al tiempo, aparecieron unos cuantos ingenieritos (digo ingenieritos porque eran jóvenes) a hablar y dar charlas a los vecinos para ver si había interés de crear una zona de lechería… para nosotros más bien un sueño, porque parecía imposible. Pero con el tiempo el proyecto salió; armamos un grupo y empezamos a ordeñar vacas prestadas y a mandar leche a Conaprole”, recordó.

El camión pasaba por el arroyo Casupá y su esposo era el encargado de arrimarla hasta el puente; desde el paraje Gaetán hasta el límite de Lavalleja y Florida. Lo hacía con un carro tirado por una yegua, la “Burra” se llamaba. Era lo mismo toditos los días.

“Los chiquilines se fueron criando. Era difícil porque había que afrontar muchos gastos con pocas vacas. Siendo tamberos chicos, todo era muy caro y se nos hacía cuesta arriba”, recordó.

Por eso, a los 18 y 21 años, los hijos se fueron a Montevideo porque no quisieron seguir trabajando en el tambo.

Sin embargo, con su esposo estuvieron un par de años más, pero la plata seguía sin rendir y se volvían cada vez más mayores.

Con 54 y 56 años debían ordeñar las vacas, sacar la leche hasta la calle (que quedaba como a tres cuadras de la casa), de mañana, de tarde y de madrugada. Todos los días del año. “Viste como es el tambo de sacrificado”, expresó

“Un buen día resolvimos dejar el tambo y nos vinimos a Montevideo. Mis cuñados tenían contacto con la firma Ríos y Peinado, una barraca. Allí estuvo trabajando unos 15 años. “Ahí en el galpón entre Venezuela y Paraguay, bueno ahora hay otra empresa…”, contó.

Al campo lo sigue trabajando su hijo: “entre familia nos arreglamos”, dijo. “Bueno en realidad un pedacito, porque le resto lo tiene arrendado”, agregó.

Una vez jubilado y en la ciudad, decidió trabajar como portero en algunos edificios, “para mantenerse en actividad, viste”, me dijo la “Negra”.

“A mí siempre me gustó la ciudad, como venía seguido por los bordados conocía bastante, pero mi esposo era bien rural, no bruto, pero era una persona que estaba muy acostumbrada al campo de toda la vida. Bueno, por eso mi hijo estaba preocupado porque no se adaptara, pero ganaba 45 pesos la hora, entonces fíjate mija’ de estar mal en el trabajo en el tambo a que te vaya bien… todo te gusta”, señaló.

“Toto”, su gran compañero, falleció hace un par de años. Ahora ella vive en Paso Carrasco y desde hace un tiempo su nueva ilusión es la pintura. Consiguió una profesora y en eso pasa el rato.

“Antes pintaba en tela porque me gustaba, pero nunca pude estudiar. Ahora hago cuadros; bueno, hago de todo. Los vecinos me mandan fotos de sus perros, de sus casas y hasta pinté un Gran Campeón del Prado. Gozo de buena salud, tengo 81 años, me siento bien, paseo todo lo que puedo y hago todo lo que el doctor me dice. Cuando tenga 83 u 84 capaz que no pueda hacerlo entonces aprovecho ahora”, comentó.

Y cerró: “Nos fue bien en la vida, criamos los hijos, tuve un matrimonio muy feliz, mi marido era un gran compañero. Tenemos tres nietos y hasta conozco a mi bisnieto. Para qué más”.

Es Licenciada en Comunicación, egresada de la Universidad ORT en 2017. Trabaja en Rurales El País, sección a la que ingresó en agosto de 2020. Antes fue periodista agropecuaria en El Observador y productora en el programa radial Valor Agregado, de radio Carve. Escribe artículos para la revista de la Asociación Rural y se desempeña como productora del programada #HablemosdeAgro, que se emite los domingos en Canal 10.
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