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Como en el 59: "Las nubes pasan, el azul siempre queda"

Con motor y solidaridad, así lo hicimos tras las más crueles inundaciones que azotaron y aislaron a Uruguay en 1959. Y así, seguramente, lo haremos ahora para derrotar a esta pandemia.

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Milagros Herrera.

Tengo días que me quedo pensando cuándo empezó todo esto…recreo el momento exacto en que me di cuenta que la mano venia realmente mal.

Volvía de un viaje al interior escuchando la radio y hablando con distintas personas sobre la organización de Expo Melilla y Semana Criolla en uno de esos días que todo parece estar bien.

Como si fueran gotitas de llovizna las ideas se fueron acumulando y caí en cuenta que se venía una tormenta.

Una tarde de domingo me senté a buscar una asociación con algo que haya pasado en la historia del país para reforzar el concepto del artículo anterior, escrito aquí mismo “lo peor... no saber cómo va a terminar y lo mejor... que va a terminar”.

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Los invito a recorrer esta historia y si gustan usarla como inspiración.

Pasaban sólo 27 días que había asumido el nuevo gobierno conformado por "el primer colegiado blanco". Era viernes Santo del año 1959, y como es bastante común en “Semana Santa”, empezó a gotear en algunas zonas del país.

En la radio sonaba la transmisión de la Vuelta Ciclista del Uruguay y quien relataba dijo: “...está comenzando a caer una llovizna pasajera...”. La llovizna se convirtió en lluvia y terminó en el período de lluvias más duradero y catastrófico que conoció el país, con varios ahogados y heridos en accidentes, así como pérdidas materiales enormes.

Cayó agua durante más de un mes seguido en todo el país.

El norte fue el primero complicarse. En poco más de una semana la ciudad de Rivera quedó aislada. Las aguas del Cuareim desbordaron, inundándose la ciudad de Artigas, de donde se evacuan 2.684 habitantes, aislando también a Bella Unión.

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Crecen las aguas del Río Tacuarembó y del Arroyo San Luis, ocasionando inundaciones en la ciudad de Tacuarembó dejando a la ciudad prácticamente aislada.

Con el río Uruguay crecido doce metros por encima del nivel cero, quedan incomunicadas varias ciudades como Salto, Fray Bentos y Paysandú.

Sarandí del Yí y San Gregorio también quedan aisladas.

En aquel entonces estaba en construcción la represa de Baygorria y se decide la evacuación total del personal.

Y así, sin dar tregua continuó lloviendo día tras día, siendo afectado absolutamente todo el país.

Hoy la tecnología nos mantiene cerca, pero en aquel entonces solo el Servicio de Radiocomunicaciones del Ministerio del Interior de las Jefaturas de Policía y los radioaficionados podían cumplir la función de mantener comunicados todos los rincones del país, lo cual era clave para organizar las tareas de abastecimiento, la búsqueda y rescate de personas, y mantener comunicados también a familiares que se encontraban separados y aislados.

Cuesta imaginarse aquélla o esta situación sin saber nada de nuestros seres queridos.

El día 16 de abril el Gobierno decretó Medidas Prontas de Seguridad y el Ministerio de Defensa Nacional integró un Comando Único que tenía a su cargo la coordinación de operaciones de socorro y asistencia social a los damnificados.

Los días siguieron pasando, como ahora esperando que termine y tomando medidas para palear las distintas situaciones que venían, y venían más.

La noche del 17 de abril cuando el Comandante Militar de Emergencia, realizó una visita al Rincón del Bonete, y, ante la inseguridad de los Ingenieros por la resistencia del dique, tomó la decisión de evacuar la ciudad.

Cuentan que durante esa noche por la ruta 5, hacia el norte y el sur, se veía una larga caravana de evacuados por sus propios medios, llevando solamente lo puesto y alguna ropa para cambiarse, acampando donde se pudiera, improvisando carpas con sábanas y frazadas colgadas de los alambrados.

Otros con más suerte se iban instalando en ciudades y pueblos a lo largo de la ruta hacia Montevideo, en casa de familiares, amigos o inclusive ante el generoso ofrecimiento de la gente desconocida.

“...Lo que siempre hay que resaltar, es la solidaridad del pueblo uruguayo, usted no se hace la idea como la gente los recibía en las estaciones alcanzando agua caliente para el mate, café, chocolate, leche, bizcochos, pasteles, repartiendo entre la gente que iba (...), mucha gente se fue quedando en el camino (...) se quedaban en casas que nadie los conocía (...) no tenían vinculación en ninguna estación hasta Montevideo, ni siquiera en Montevideo tenían conocidos (...) y se quedaron los veinte días que duró la evacuación...” cuenta un testimonio.

Como los días y las lluvias, el río Yaguarón, el Olimar también crecían.

La principal zona arrocera al este del país parecía un espejo de agua, quedando mucha gente aislada arriba de los techos de las casas o árboles, a la espera del rescate de los Bomberos o la Policía.

Muchas vidas se perdieron, tanto de la población como de los rescatistas que intentaban salvarlas.

El territorio nacional parecía un lago enorme con algunas islas, según recuerdan los que volaron en aquellos días.

La Administración de Ferrocarriles del Estado (AFE) envió varios convoys, algunos no pudieron llegar ya que las vías estaban inutilizadas por el agua y otros si. La orden fue evacuar primero a las mujeres, niños y ancianos, quedándose los hombres para las subsiguientes evacuaciones. Las familias se separaron. Pero a pesar de la angustia, la tristeza y otros sentimientos que afloraron en aquellas personas ante semejante situación, por lo que significaba el abandono del hogar con sus pertenencias y muebles, que seguramente perderían y que quizá muchos de ellos habían logrado con sacrificio, el temple que demostraron fue enorme.

Los damnificados fueron muchos miles. Según diferentes versiones oscilaron entre 40.000 y 50.000 los evacuados, miles de cabezas de ganado murieron y las cosechas se perdieron en su totalidad

Se necesitaba todo, herramientas agrícolas, semillas, fertilizantes, raciones, alambres, huevos para incubar, repuestos, tractores, rastras, arados, medicamentos, incluso alimentos no perecederos, todo para poder poner los motores del país a funcionar nuevamente.

Historias miles de protagonistas y testigos de aquella situación tienen en sus relatos el denominador común de lo que fue la tremenda solidaridad que demostró el pueblo uruguayo, ayudando a los desamparados ya sea con comida, alojamiento, etc.

Los periódicos y radios, como hoy, estaban llenos de pedidos de solidaridad, solicitudes de depósitos patrióticos, información de innumerables donaciones y aportes de embajadas, de centros comerciales y Ligas de Fomento para los fondos de socorro.

Hasta aquí puedo reconocer muchos puntos relativamente comunes con la situación que vivimos hoy.

¿El final?

Las Medidas Prontas de Seguridad continuaron hasta el 23 de Junio, cuando fueron levantadas.

En esos más de dos meses y medio se vivió en la austeridad, ya que los recursos básicos escaseaban.

Finalmente, la población se fue levantando lentamente para reconstruir un país devastado.

Así lo hicieron, y así lo haremos.

Y si, aquellas ideas como gotitas de llovizna se convirtieron en tormenta, pero,

“las nubes pasan y el azul queda”. Como sucedió un día hace mucho tiempo cuando las inundaciones del 59.

Y cómo aquella vez nos volveremos a levantar.

Fuente: Las inundaciones del 59 las operaciones aéreas

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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