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Ganó la vaca

Uruguay superó a Argentina en su precio medio de exportación de carne vacuna. Las exportaciones llegaron a un nuevo récord y el futuro luce auspicioso, siempre y cuando se logren reducir costos y abrir más mercados.

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Exportaciones de carne.

Ing. Agro. Nicolás Lussich |

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La vaca les gana”, repetía el presidente Jorge Batlle durante la campaña electoral que lo llevó a la Presidencia. Creía en la ganadería como sector clave de la economía, llamado a crecer y generar cada vez más valor. Veinte años después, mientras transcurrimos otra campaña electoral, el vaticinio se confirmó: la vaca ganó, y por varios cuerpos, con paciencia, productividad, trabajo, superando adversidades y aprovechando oportunidades.

Batlle tenía razón: luego de enfrentar la peor crisis sanitaria en muchas décadas, con la irrupción de la aftosa (que vino en combo con la crisis financiera), la ganadería se recompuso, retomó los mercados que había perdido y -luego de algunos años opacada por la expansión agrícola, que la desplazó de los mejores campos- siguió avanzando: con un estatus sanitario mucho más seguro ha logrado entrar a nuevos mercados, entre los cuales Japón es el más emblemático, la mayor aspiración para cualquier productor de carne.

En Japón el desempeño viene siendo mejor al esperado: se están vendiendo más cortes enfriados que congelados y el Director Ejecutivo del frigorífico BPU, Daniel De Mattos, dijo -en un evento reciente, organizado por la Cámara de Comercio Uruguayo-Japonesa, en la Expo Prado- que “Japón podría constituirse en un mercado de perfil similar y tan relevante como Europa”. La apertura se logró luego de un trabajo de varios años, sanitario, diplomático y comercial, con tanta determinación como paciencia, con la trazabilidad como condición clave. Y constituyó la confirmación -finalmente- de que no se necesita dejar de vacunar contra la aftosa para garantizar la mejor calidad cárnica (en los 90 dejamos de vacunar, tomamos el atajo, y nos costó caro). Los montos de exportación a Japón aún son muy modestos (US$ 4 millones en el primer semestre) pero van creciendo.

De Mattos destacó otra cosa, que parece tan o más relevante: luego de varias décadas a la sombra de la carne argentina “hoy la carne uruguaya es reconocida en el mercado alemán, donde tiene identidad propia y ha superado a la argentina”. Es un hecho notable, producto de errores ajenos y virtudes propias: por una política nefasta para su producción ganadera durante el kirchnerismo, nuestros vecinos -históricos líderes en Europa- salieron del mapa cárnico mundial, mientras la ganadería uruguaya fue construyendo presencia, paso a paso, contenedor por contenedor. En un esfuerzo integrado de la cadena cárnica (que existe y funciona) Uruguay superó la histórica limitante que imponía el Hilton, aprovechó al máximo la cuota 481 y -con INAC y los propios frigoríficos en la promoción- logró hacer conocer ampliamente el origen Uruguay como productor de carne natural, sin hormonas. Nuestro nombre ya está en el menú de decenas de restaurantes y comercios en Alemania y otros países europeos. Lo hemos logrado.

Al mismo tiempo, estamos respondiendo a más no poder con la demanda china, que llega a niveles récord por la caída en la oferta interna de carne de cerdo causada por la fiebre porcina. Este problema no se va a arreglar hasta que -por lo menos- transcurran dos o tres años, por lo que China seguirá siendo una “aspiradora de carne” y se reafirmará como destino predominante: según estimó el USDA (sigla en inglés del Departamento de Agricultura de EEUU), en su último informe sobre Uruguay, en 2020 China será destino del 70% de nuestras exportaciones de carne (!); ya hoy supera el 60%. El documento proyecta, a su vez, que el consumo local de carne vacuna caerá al mínimo en los últimos 60 años, por la situación económica adversa y la alta demanda exportadora; estima que la carne importada cubrirá entre 25 y 30% del consumo interno (está llegando 15 a 20% más barata que la local). La situación evoca a la de EEUU, que vende carne cara y compra a menores precios para su mercado interno; nuestro sector cárnico se ha vuelto un ejemplo de dinámica comercial, comprando relativamente barato para cubrir el consumo local, lo que permite maximizar las ventas al exterior, a los mejores precios posibles.

Asuntos pendientes. El derrotero de la ganadería en los últimos años demuestra que en el camino siempre hay oportunidades y amenazas y que lo importante es saber aprovechar las primeras y neutralizar las segundas. Con un amplio abanico de mercados es posible “elegir” al que paga más, combinando la mejor composición en las ventas. Como se muestra en la gráfica adjunta, hay mercados que permanecen como claves, caso de Europa, y otros que van y vienen, como Brasil y Rusia. China -lo hemos comentado- se muestra avasallante y el único riesgo es su exagerado predominio.

El futuro de la ganadería es auspicioso, pero será deslucido si no se encaran algunos asuntos pendientes. Por un lado, mejorar el acceso a los mercados, a través de acuerdos comerciales que reduzcan aranceles (que suman unos US$ 100 millones anuales en el sector). Los gobiernos recientes han evitado -cuando no enfrentado- la posibilidad de nuevos acuerdos, remitiéndose a lo que haga el Mercosur. Con la llegada de Macri a la presidencia argentina, y luego Bolsonaro a la brasileña, parecería que el bloque sale de la modorra pero -vaya paradoja- al impulso de dos de nuestros principales competidores en el mercado cárnico global. Con ellos estamos negociando los cupos de entrada a Europa, pues son cuatro para entrar por una sola puerta; aún no hay humo blanco y la cuota 481 se va a ir achicando. Es un escenario que genera preocupación creciente.

Mientras, Australia y Nueva Zelanda ya tienen los acuerdos que les permiten reducir aranceles año a año en los principales mercados asiáticos. Esto es una amenaza en Japón (donde estamos pagando 38% de arancel para ingresar), hasta el punto de que puede frenar el avance uruguayo en dicho mercado, si la oferta de Oceanía hace valer esa ventaja comercial. También EE.UU. busca encaminar un acuerdo de libre comercio con Japón que lo ponga en igualdad de condiciones que los países de Oceanía. El que no corre vuela.

También en China estamos jugando en desventaja, por las mismas razones: mientras los competidores han acordado para reducir paulatinamente aranceles, Uruguay debe pagar cerca de 12% de arancel para ingresar la mercadería. Y cuanto mayor sea el volumen exportado, mayor monto en aranceles pagará.

Y como el sector cárnico es una cadena y cada eslabón intermedio transfiere -a la larga o a la corta- los costos al siguiente, el que termina pagando el arancel es el productor, en especial el criador. Y es paradójico porque es en la base de la cadena que se juega -a largo plazo- la posibilidad de crecer, de llegar a 3 millones de terneros y seguir de largo. Por eso es tan relevante mantener con convicción la posibilidad de exportar en pie, aunque -a veces- complique a la industria, como lo hemos comentado en columnas previas.

La exportación en pie ha mermado -los terneros se están pagando más aquí que fuera- aunque las grandes ventas de los ejercicios previos acotará el desempeño de la cadena cárnica el próximo año y el siguiente, por lo menos: habrá menos cabezas para engordar y faenar. Sin embargo, fueron la garantía para el criador de que no hay nadie “por arriba” de él. La faena será menor y -por eso- ya se aprietan los “aceleradores”: posiblemente la expansión del feed lot -que aumenta la eficiencia de producción y el precio final- es en parte una respuesta al aumento en el precio de la reposición; hoy son los ganados de corral los que sostienen la actividad.

Finalmente, es preciso reducir el “costo país”, bajando tarifas (que están afectando particularmente a la industria), revisando la carga impositiva -que ha aumentado paulatinamente- y trabajando para bajar costos y plazos logísticos, especialmente importantes para la carne enfriada (más valiosa que la congelada) que tiene 90 días de vida útil promedio y 45 días de flete a los mercados asiáticos. Todo esto será imposible si no se revisa el costo estatal, que se fue de control, especialmente en la administración Mujica.

Comparada con la argentina, la política cárnica uruguaya ha sido como el día y la noche, evitando las detracciones e incluso -contra todos los empujes ideológicos industrialistas- con el Frente Amplio en el gobierno ha resistido y rechazado la posibilidad de limitar la exportación en pie. Pero es un pobre consuelo: no alcanza con no impedir, hay que facilitar, apoyar, impulsar la producción.

Mientras a nivel político se discute intensamente sobre la necesidad de invertir más, en la Expo Prado los productores siguieron apostando a incrementar la capacidad ganadera, invirtiendo en nuevos reproductores para mejorar el rodeo y hacerlo crecer. Pero los avances en producción y productividad que ha hecho el sector ganadero no han sido acompañados de la mejor manera por otros sectores y por el Estado. Éste no sólo ha estado remiso a ampliar y mejorar el acceso a mercados, sino que aumentó la carga tributaria (directa o indirecta) por una expansión del gasto poco sostenible. Si esto mejorara, la ganadería responderá; a su ritmo, año a año, ternero a ternero, aumentando la producción y la riqueza. Como lo muestran las cifras de exportación, que están en un récord de casi 1.700 millones de dólares por año y rumbean hacia los 2.000 millones. La vaca ganó y ahora tendrá que seguir defendiendo el título.

Guillermo Crampet

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