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“La alternancia de arroz con pasturas es sello distintivo de Uruguay”

José Terra, director del Programa Nacional de Investigación de Arroz de INIA, se mostró optimista en cuanto al crecimiento del sector en área y rendimientos y dijo que en una década se imagina “250.000 hectáreas sembradas con rendimientos de 10 toneladas promedio”. Respecto del rendimiento potencial alcanzable a nivel productivo, dijo que hay estimaciones de unos 11.200 kg por hectárea y aseguró que hay “reserva tecnológica” para reducir la brecha entre productores y seguir aumentando gradualmente la productividad.

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Hernán T. Zorrilla 

-Se presentó un nuevo taller de resultados de la zafra de arroz en INIA, ¿cuáles son las primeras conclusiones?

-El taller de evaluación de zafra es una herramienta que se generó hace dos décadas y se ha consolidado como una actividad clásica e icónica de encuentro del sector, donde técnicos de los molinos presentan la información tecnológica y productiva resumida de sus productores. Además, los técnicos de INIA contribuyen a consolidar esos datos y generar análisis y discusión. Tiene la riqueza de que se trabaja sobre datos que representan casi la totalidad de los sistemas reales de producción de arroz, contemplando más del 85% del área sembrada. Es un ejercicio que permite entender procesos, analizar tendencias y mejorar el manejo agronómico del cultivo. También permite priorizar demandas tecnológicas y de investigación. Tuvimos un rendimiento récord, con 9.44 toneladas por hectárea, sobrepasando con luz y por primera vez la barrera de las 9 toneladas luego de 10 años de haber superado el primer mojón de las 8 toneladas por hectárea.

-¿Qué factores permitieron esto?

-Hay consenso entre los actores en que se alinearon varios factores. Por un lado se pudo instalar el cultivo en época óptima, lo cual permitió capitalizar bien las condiciones climáticas, que además estuvieron muy bien en cuanto a radiación y temperatura en el período crítico. A esto se suma el uso de cultivares adaptados a los diferentes ambientes, algunos de ellos con muy alto potencial como INIA Merín. Finalmente, el conocimiento y experiencia de los productores que aplicaron en tiempo y forma las tecnologías de manejo y los insumos para aprovechar esta concatenación de factores.

-Con estos crecimientos en rendimiento, ¿dónde se ubica el techo productivo del arroz en el país?

-Es una vieja discusión. Uruguay tiene un excelente ambiente agroecológico para producir arroz: hay agua disponible, suelos aptos y un clima favorable. Además de eso, tenemos cultivares y prácticas de manejo adaptadas, sistemas integrados con ganadería, productores con cultura arrocera innovadora, técnicos asesores bien formados y molinos que venden nuestro producto al mundo. Tenemos ventajas comparativas y el desafío es hacerlas competitivas. Como resultado hemos visto que el rendimiento comercial se ha incrementado en casi 5 toneladas en 50 años: de 1970 a la fecha hemos crecido a una tasa de 100 kg por hectárea por año. Es un caso que no se ve en otras partes del mundo, teniendo como rendimiento promedio las 8.5 toneladas por hectárea en los últimos 5 años. El rendimiento potencial del país, estimado por el modelo de simulación o alguna parcela experimental, midiendo únicamente genética y clima y dando por sentado que los demás factores estuvieran perfectos, es de 14 toneladas por hectárea. Se considera que lo alcanzable a nivel productivo es el 80%, lo cual sería algo así como 11.200 kg por hectárea. En nuestro país, el cultivo ya explora el 60% del rendimiento potencial y un 76% del rendimiento alcanzable promedio. El tema es que cuando ponemos lupa la brecha entre productores es amplia, sobre todo cuando vemos que los productores de punta ya están promediando las 10 toneladas. Cuando estudiamos esto a nivel productivo, en proyectos en conjunto con ACA, la gremial de molinos e incluso el FLAR, vemos que hay reserva tecnológica para reducir las diferencias entre productores e ir aumentando por otro lado y de forma gradual el techo de rendimiento. A esto debemos sumar el permanente desafío de mantener un sistema amigable con el ambiente, ir chequeando rentabilidades, etc.

-¿Cómo evalúa el impacto de la investigación nacional en la producción del país?

-El fin del programa es atender las demandas sectoriales y de la sociedad. Hay que generar conocimientos y tecnologías para incrementar productividades, trabajar en la calidad e inocuidad del grano así como en la eficiencia del sistema en su conjunto y su rentabilidad. La promoción de la conservación de los recursos naturales y la mitigación de los impactos ambientales completan las grandes líneas que componen el objetivo del programa de investigación. El mejoramiento genético ha tenido impactos claros como sucede con INIA Merín. Hay que seguir apuntando a los altos rendimientos, la calidad industrial y culinaria, la inocuidad del grano, el manejo agronómico integrado y las prácticas de riego, nivelación y drenaje asociando al cultivo con otros rubros. El diseño del sistema productivo, el estudio de las rotaciones y la generación de indicadores contribuyen a la sostenibilidad del sistema.

-INIA Merín fue la variedad más sembrada, pero INTA Gurí supera las variedades INIA Olimar e INIA Tacuarí, ¿cuál es la lectura correcta de esta información?

-Los cultivares generados en INIA han ocupado habitualmente más del 70% del área sembrada. En las últimas zafras esto ha bajado, sobre todo por la presencia de INTA gurí CL en chacras con problemas de arroz rojo, y el INIA todavía no ha logrado sacar material competitivo para esos ambientes. No obstante, seguramente vamos a tener novedades en la próxima zafra ya que vamos a estar presentes con algunos nuevos cultivares resistentes, que buscan ser competitivos en potencial, con calidad destacada y resistencia. Es bueno que haya diversidad genética en las chacras, y la competencia con otros materiales es un estímulo para seguir mejorando por el bien del sector en su conjunto. Los materiales de INIA son muy buenos y debemos generar más. INIA Merín por ejemplo tuvo productividades promedio de 9.7 toneladas por hectárea, y las variedades INIA Tacuarí u Olimar tuvieron rendimientos similares a INTA Gurí.

-Agronómicamente, ¿cómo analiza las rotaciones de arroz con soja y con pasturas?

-La alternancia de arroz con pasturas es un sello distintivo de Uruguay. La mayor parte de arroz en el mundo se hace de forma continua. Cuando estos sistemas son bien diseñados y manejados permiten sostener las tasas de aumento de productividad del cultivo, dinamizan la producción de carne, mantienen la calidad del suelo, fijan nitrógeno de la atmósfera, aumentan la biodiversidad y minimizan el uso de fertilizantes y pesticidas. Por todo esto el cultivo tiene buenos indicadores a nivel global en la eficiencia del uso de energía, agua, nitrógeno y otros nutrientes. La soja es un elemento relativamente nuevo en la rotación, que contribuye y se está insertando bastante bien. Cuando encontremos definitivamente su nicho y sobre todo estabilicemos sus rendimientos será aún mejor. Creemos que puede aportar y está claro que todo eso hace que el sistema de producción de arroz uruguayo crezca en oportunidades. Esto permite valorizarse en una eventual iniciativa de certificación ambiental, generar el sello del arroz uruguayo producido en características de sostenibilidad.

-¿Qué novedades hay en la investigación en lo que tiene que ver con el manejo del Brusone?

-El Brusone es la enfermedad potencialmente más destructiva para el arroz en Uruguay. Hay que ver el tema genético siempre, incorporando la resistencia a enfermedades como esta en los cultivares que generamos. Hoy INIA no libera cultivares que no tengan estas características, pero sabemos que siempre está en riesgo el quiebre a la resistencia. Además de eso y el eventual control químico, hay medidas de manejo como el diseño de rotaciones, el manejo de rastrojos y la fertilización que promueve o desestimula el nitrógeno o potasio entre otros.

-¿Qué pasa con las variedades CL?

-Los cultivares con resistencia genética a algunos principios activos de herbicidas son una necesidad en aproximadamente un 25% del área cultivada en donde hay incidencia del arroz maleza. Es difícil el control con otras prácticas de manejo cuando el problema ya lo tenemos instalado. En esto también nuestra apuesta está en la generación y desarrollo de cultivares que tengan esos genes de resistencia introducidos para competir y producir en cada ambiente. Hay que tener claro que la adopción de esta tecnología, si no se integra con otras medidas de control, hace que el problema retorne al poco tiempo.

¿En 10 años 250 mil Há. con rendimiento Promedio 10 T.? -¿Cuáles son los principales desafíos de la investigación hacia los próximos años? -El principal desafío es transformar las ventajas comparativas en ventajas competitivas. Hay que seguir generando tecnologías con cercanía al productor y al sector para poder integrar con los sistemas productivos. El mejoramiento genético es el buque insignia del programa de investigación. Uruguay exporta su arroz dentro del marco de alta calidad y con diferenciación varietal. Quiero imaginarme un sector arrocero que dentro de 10 años siembre 250.000 hectáreas con rendimientos promedio de 10 toneladas, además de mejoras en la eficiencia del uso de energía, agua y nutrientes. Me imagino también más sistemas arroz-pasturas, mejor integrados y más diversos, con buenos indicadores de sostenibilidad y desempeño ambiental. Hay que visualizar también el uso del riego suplementario en todo el sistema, con una ganadería de precisión más productiva y especializada y la introducción de cultivos como sorgo y soja. Me imagino un arroz uruguayo que siga conquistando mercados y me imagino a INIA contribuyendo a esas metas, en contacto con el medio, mirando la realidad actual pero también lo que puede venir, con sentido de pertenencia y con rigor científico y excelencia en sus investigaciones. Pero por sobre todas las cosas me imagino un sector arrocero próspero, en el que todas las personas vinculadas al mismo puedan vivir de lo que saben hacer muy bien y disfrutan: producir arroz.

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