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De ver "Disney" en el arroz a tener la libertad de gerenciarlo

María Eugenia Bica es agrónoma y tiene 31 años. Creció en el arroz y pensó que no trabajaría en él. Sin embargo, la vida revocó su decisión

María Eugenia Bica.
María Eugenia Bica.
Pía Platero.

Con su joven edad, María Eugenia hace más de 3 años que ocupa el cargo de gerente de ACA. La descripción de María Eugenia Bica y su desempeño rompe algunos estándares tradicionales. O no. Eso cada uno podrá juzgarlo con su propia interpretación al leer esta nota. Lo divertido e interesante de conocerla es darse cuenta que el camino fue circular: nació y creció en el arroz y si bien pensó que nunca iba a volver a él, su intención le duró poco.

María Eugenia creció en Treinta y Tres. Sus padres son oriundos de Montevideo, pero llegaron a tierras olimareñas de la mano del agro. Desde niña, recuerda un vínculo muy fuerte con el campo. Verónica, su madre, trabajaba en INIA Treinta y Tres en la parte de recursos humanos. Walter, su padre, participaba en el sector arrocero, primero en la industria y luego en la producción.

Uno de los primeros recuerdos de María Eugenia, cercanos al rubro, fue cuando Álvaro Roel, integrante de INIA se fue a Estados Unidos a realizar una maestría. Álvaro era compañero de trabajo de su madre Verónica, y Matías, hijo de Álvaro, amigo y compañero de clase de María Eugenia. “Irse a Estados Unidos, para mí era como algo inalcanzable, me acuerdo que cuando volvieron yo sentía que eran “gringos” casi”, dice, entre risas.

Para la María Eugenia niña, el mundo del arroz era como “Disney”. “Yo iba a las obras de la ampliación de la planta de Calit, que alquilaba Agrocereales Treinta y Tres, que después fue Glencore, después Viterra y hoy es Adecoagro. Me parecía impresionante, el ruido, la gente trabajando, el olor al arroz, me acuerdo de todo”, dice.

María Eugenia Bica.
María Eugenia Bica.

Otro de sus recuerdos era el de visitar a “Bilito” y Óscar Boënke con su padre, en las chacras en Rocha. “Nos esperaban con un montón de comida, me divertía mucho ir, me acuerdo que yo era muy compinche de Bilito, que le decía a mi padre que me compre más juguetes, lo tengo grabado en la memoria, me gustaría tener una foto de ese momento”.

Conforme pasó el tiempo y su padre empezó a plantar arroz, María Eugenia conoció la otra cara de la moneda. “A veces veía más preocupado a papá, me acuerdo de la intensidad y el nerviosismo del rubro, no quería dedicarme al arroz”, asegura.

De los 14 a los 18 años, María Eugenia se acercó al mundo ecuestre, y gracias a su cercanía con Rómulo Gamarra, productor de Cerro Largo, a quien le compró una yegua Criolla, se definió por estudiar agronomía y no medicina, como pensaba inicialmente. “Mi tesis fue en colza, de arroz no hice ni un curso”, dice. Lo que en cierto sentido le fue quedando cada vez más claro es que se quería dedicar al agro, sobre todo cercano al mundo de los agronegocios. De hecho, entre 2022 y 2023, realizó un MBA en agronegocios en Argentina, que le permitió una amplitud mayor de conocimientos.

Cuando se recibió en 2018, hubo una crisis grande referida a los puestos de empleo de los jóvenes agrónomos recién recibidos. Había que agarrar lo que hubiera. En ese momento quedó vacante el departamento técnico de ACA, y si bien no había un llamado, María Eugenia llevó su CV. Un año después, entró. “A mi me costó mucho encontrar trabajo, por eso me encanta que se les den chances a los jóvenes. En Uruguay hay una formación muy buena, pero hay que dar oportunidades a los que quieren trabajar, a los que acompañan la pasión con la entrega”, asegura.

Equipo de ACA.
Equipo de ACA.
ACA.

Actualidad. Como gerenta de ACA, a Bica le parece importante “saber dónde estamos parados, qué pasa en los países vecinos, quiénes deciden en Uruguay, a qué se dedican, es importante la cultura general y tener una noción de todo”. Por eso, para todos estos años de trayectoria laboral, agradece haber tenido gente al lado que le explicó y la potenció. “Los roles de liderazgo se centran en una figura, en una persona, pero siempre van acompañados de un equipo”.

María Eugenia se siente muy agradecida como persona del lugar que le toca tener hoy. “He tenido un crecimiento súper importante, no soy la misma que empecé y seguramente no soy la misma que seré en 5 años, esto ha sido y es una escuela intensiva y en Uruguay, si bien estamos acostumbrados a lo clásico, le damos oportunidades a los jóvenes”, afirma.

Como mujer en un rubro tradicionalmente conformado por hombres, María Eugenia lo describe con una palabra como se siente: libre. “Soy totalmente consciente de que no es la regla general y hay muchos lugares de inequidad que requieren todavía de más trabajo y mejora, pero en ACA me siento muy agradecida y orgullosa de trabajar de la manera que trabajo”, sostiene.

ACA nuclea a la gran mayoría de productores de arroz y es financiada absolutamente por ellos. Desde 1947, el principal objetivo es defender los derechos e intereses de los productores, en tanto, negociar el precio del arroz. La ACA tiene regionales en Bella Unión, Artigas, Tacuarembó, Melo, Río Branco, Cebollatí y Treinta y Tres, con su sede central en Montevideo. A los 10 directivos nacionales se suman los regionales y locales, así como la comisión fiscal de cuentas que se reúne y participa una vez al año en auditorías y balances internos. “Al trabajar en una gremial tocás todos los temas: política, producción, negociación de precio, gestiones con el gobierno, diálogo con instituciones, es un curso acelerado”, dice Bica, además de aspectos vinculados a los mercados internacionales, aranceles, costos y demás. Para eso dice que hay un concepto clave: “Profesionalizar el trabajo”, algo que sostiene ACA ha desarrollado en los últimos años.

María Eugenia expresa que uno de los principales objetivos de la gremial es atraer jóvenes a puestos importantes. “Que se prendan, que se involucren”, dice. En sus 78 años de trayectoria, la ACA siempre se ha sostenido en los pilares marcados por aquellos visionarios que en el primer congreso arrocero crearon la gremial, pero siempre se necesita de savia nueva.

A sus 31 años, ella encontró en el arroz un lugar al que pertenece. No solo en lo laboral, sino en lo familiar por pasado, presente y futuro: en el próximo mes de diciembre se va a casar con Nicolás Stirling, quien es, para variar, ingeniero agrónomo y productor arrocero.

La niña que creció en Treinta y Tres por el trabajo de sus padres, que encontró en el arroz a Disney desde muy chica y que luego decidió no volver a él por su “intensidad”, revocó su propia palabra. Hoy, con orgullo y alegría, lo disfruta. Quien sabe si el destino no estaba marcado para ella así. “Me siento libre, con confianza, orgullosa y acompañada”, dice María Eugenia.

Quizás no sabe que, siendo aún tan joven, puede estar siendo un ejemplo para que otras niñas que aún no sienten esa libertad, al final sí la encuentren.

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