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Sequía comenzó a pasar factura en el norte

En las sierras de Salto y en Tacuarembó los productores pierden ganado por la falta de lluvias desde noviembre.

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Eduardo Barreneche.

Un ser humano bebe unos 2,5 litros de agua por día. Una vaca hasta 50 litros. Un caballo consume 60 litros si realiza tareas en el campo. En zonas de Tacuarembó y Salto no hay agua ni para beber. No hay para hombres ni para animales. Varios productores ya advierten que la seca, que comenzó en noviembre del año pasado, está matando el ganado.

En Heriberto, un pueblo ubicado en el medio de la campaña de Tacuarembó, hay tres tanques de OSE de acero inoxidable calientes por el sol. De sus canillas no sale agua. A poca distancia de uno de los tanques de la OSE, un bebedero para caballos improvisado con un tanque de plástico azul cortado al medio, está seco. En el fondo hay una capa de musgo. La falta de agua para los pobladores en Heriberto se repite en otros dos pueblos cercanos: Pueblo Ansina y Las Flores. Así lo señalan vecinos de la zona.

El productor rural Héctor Techera (38) y su esposa, Zulma Garín (40) viven en una casa modesta, pero con todas las comodidades en el pueblo. "Acá hay problemas con el agua. Tenemos un pequeño pozo, pero da poca agua. Pero tratamos de auxiliar a los vecinos que no tienen nada. Un camión de la OSE recorre y trae agua. Pero hace diez días que no viene el camión y los tanques ya se secaron. Todo el pueblo está sin agua", dice Zulma a El País.

Su esposo señala que desde mediados de diciembre tiene ganado suelto en un camino vecinal que es cortado por una cañada. "Algunos animales se han muerto por la falta de comida", dijo.

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Anastasio Castel Ferreira saca su ganado a pastar a la ruta. Foto: F. Flores.

Anastasio Ferreira, un peón rural de 49 años, trabaja en una estancia que pertenecía al expresidente de Brasil, João Goulart.

Ferreira se levanta a las 5 de la mañana para recorrer los campos del dueño del establecimiento, un abogado que vive en Tacuarembó. A las 10:00 horas regresa a la estancia. Toma un envase vacío de dos litros de refresco con piedras adentro. Lo usa para llamar la atención de los animales. Luego se sube a una moto Winner modelo "Pollerita". Traslada a los animales unos cuatro kilómetros por un camino vecinal hasta una cañada ubicada a poca distancia de Pueblo Heriberto.

"Ahora empecé a sacar esos vacunos todos los días. Lo hago de mañana y de tarde. En los campos de mi patrón no hay pasto; está todo pelado ¿né?", dice Ferreira utilizando muletillas en "portuñol".

Pueblo Heriberto, situado en un camino vecinal que sale de la Ruta 26, entre las ciudades de Tacuarembó y Melo, no tiene una calle principal asfaltada. Las casas se ubican al costado de una calle pedregosa y polvorienta.

Muchos bichos.

Son las 14:00 horas del jueves 15. El calor no da tregua. Rodeado de campos y cerros, apenas los paraísos brindan algo de alivio. Ni siquiera una brisa se compadece de las 200 almas que viven en el pueblo.

Ariel Alvez (67), un peón rural jubilado, escarba el fondo de un aljibe de ladrillos sin revocar que muestran el paso del tiempo. Trata de sacar algo de agua para su madre que está enferma. Una parra da una sombra espesa en el patio. Pero cerca del aljibe el sol no perdona.

La escasa agua que tiene el aljibe no sirve para beber.

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"Esta agua es solo para el baño; caen bichos dentro. El pozo está casi seco. Todo el pueblo está así", explica Alvez con un tono "abrasilerado". Eso hace recordar al cronista otra vez que la frontera con Brasil no está muy lejos.

Alvez cuenta que, por la mañana, se dedica a sacar a sus animales a una calle vecinal para que puedan pastar. Por la tarde, sale a buscar agua para su familia. El único lugar donde puede conseguir agua es una cachimba cercana a la que colocaron una canilla.

Al igual que su vecina Garín, Alvez dice que la OSE hace muchos días que no aparece. "La Intendencia de Tacuarembó a veces trae agua. Esta semana (del lunes 12 a hoy) no vino ni un día", agrega con tranquilidad.

La pregunta del cronista es casi obvia: ¿Por qué no se construyó un pozo en el pueblo?

Alvez sonríe magnánimo. "Una gente pagó mucho dinero para construir un pozo y no dio agua. La cosa está complicada. No tenemos agua para tomar", responde.

A juicio de Alvez, la seca comenzó en noviembre del año pasado. Héctor Techera estima que desde octubre no llueve con fuerza en Pueblo Heriberto. Adán Cornejo (56), otro productor rural que vive en el caserío, asegura que hace por lo menos tres meses que no llueve en forma copiosa en la zona.

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El lunes 12 llovió algo. Unos 25 milímetros, según los vecinos. La lluvia verdeó los campos.

Sin embargo, tras cuatro días de sol inclemente y temperaturas elevadas, el amarillo volvió a ganar los valles y sierras de esa zona de Tacuarembó.

"Por eso los caminos están tapados de bichos (animales)", explica Alvez en relación a la medida adoptada por productores para que sus animales puedan alimentarse. En algunos campos, se llega a ver hasta las raíces de los pastos. En cambio, en los caminos vecinales estos alcanzan hasta 40 centímetros de altura.

El productor Cornejo aún no sacó sus 400 animales a la ruta. Sus campos todavía tienen algo de pasto.

"Lo bravo no es ahora. Será el invierno. El ganado estará flaco y no habrá pastos. Ahora con algo de agua la llevo", dice, quien extrae el vital elemento para sus animales de una cachimba y de un tajamar ubicados en sus campos. El problema de Cornejo no es solo el agua para su ganado, sino su plantación de sorgo. La seca prácticamente la destruyó. "Solo quedan chalas", explica.

El visitante mira la plantación de sorgo y corrobora los dichos del productor rural. Se percibe que Cornejo invirtió dinero en alimentación para su ganado y el cultivo no dio los frutos esperados.

Cronista: ¿Por qué no construyó un pozo semisurgente?

Cornejo: Por acá dicen que cuesta unos US$ 5.000. En lugar de invertir ese dinero, pago la renta del pastoreo y compro comida para los animales. Si invierto US$ 5.000 en un pozo, no pago la renta del campo. Llegué a tener 1.000 vacunos. Hoy tengo 400.

Cronista: ¿Qué medida adoptará?

Cornejo: En el invierno no podía limpiar el tajamar porque llovía. Ahora lo voy a limpiar para que se llene cuando vengan las lluvias.

Pasmada.

A pocos kilómetros de Pueblo Heriberto por la Ruta 26 y en dirección a la ciudad de Tacuarembó, la sequía muestra otra de sus garras: tres columnas de humo se levantan hacia el cielo. Uno de los focos, a la altura del kilómetro 267 de la Ruta 26, es de considerable extensión.

A las 16 horas del jueves 15, un camión amarillo con una máquina de hacer pozos trabajaba a destajo al costado de la ruta. Por el rostro de los peones, el trabajo era intenso y no rendía lo esperado. La tierra reseca se amontonaba al costado del pozo.

Pasando Tacuarembó se llega a la Ruta 31 que va a Salto y a Artigas. Es una ruta asfaltada rodeada de sierras.

En las afueras de Tacuarembó no hay rastros de la sequía. En algunos campos llovió en forma copiosa. Muy distinta es la situación a unos 40 kilómetros de la capital tacuaremboense. Las cañadas están secas y hay poco pasto en los campos.

En Puntas de Arerunguá, ya en Salto, la seca ya hizo daño. Productores señalan que perdieron animales.

Algún vecino, que no quiere dar el nombre, dice que la culpa de ello es que la sequía los agarró con demasiada "carga" (cantidad de animales) en el campo y con muchas ovejas. A diferencia del ganado vacuno, la oveja come y deja el pasto muy bajo.

Oriente Olivera, un joven productor rural, relata que tiene la cantidad correcta de animales para el establecimiento que administra junto a su padre. "Pero se me murieron vacas. Quedan pasmadas de sed", dice.

Oriente explica que, por la falta de agua, las vacas comienzan a temblar y caen. Luego carecen de fuerzas para levantarse y pueden morir.

"Por la falta de agua en dos campos, mi padre llevó varias vacas para un predio ubicado en Valle Edén", expresa antes de aclarar que aún no necesitó sacar animales a la ruta a pastar.

Su vecino, Marino Fagúndez perdió animales, según relata su esposa, Erondina Silva.

Hace unos días, Fagúndez comenzó a abrir un tajamar ubicado a unos 50 metros del casco de su estancia.

Erondina recuerda que una vaca fue a tomar agua y se enterró en el barro. "Se murió a los seis días. Con la seca hemos perdido cuatro o cinco animales", agrega.

Fagúndez es uno de los productores de Puntas de Arerunguá que saca a sus animales a pastar a la ruta. "Mi esposo saca a la ruta a los animales porque están flacos", explica Erondina.

El productor rural trajo una máquina para abrir tajamares. El otro día, cuenta Erondina, una vaca cayó en el tajamar y no podía salir. Un hijo de Fagúndez la sacó del barro seco con gran esfuerzo.

Pablo Mestre
Pablo Mestre

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