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El‌ ‌posible‌ ‌futuro‌ ‌de‌ ‌la‌‌ ganadería‌ ‌

Rafael Tardáguila

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rafa-ok-ok.jpgLos motores de la ganadería uruguaya están a pleno. Muy alta faena y de animales más jóvenes, con precios récord. Los avances más lentos son, como es lógico, en la cría, el primer y más débil eslabón de la cadena. Pero es un error afirmar que este sector no responde a las señales de mercado. Lo está haciendo, a su paso. Los ciclos son largos, porque una decisión tomada hoy repercute en cómo será el sector dentro de más de tres años. Por lo tanto, precisa de políticas de Estado claras, estables y aperturistas que permitan trabajar con tranquilidad de que no se van a estar dando barquinazos que cambien las reglas de juego. De esa manera se podrá aprovechar cada vez más el enorme potencial que tiene esta parte del mundo para la producción pecuaria. En las últimas décadas ha habido varios intentos de planes para desarrollar la ganadería, casi todos ellos de bajo impacto desde el punto de vista productivo. Metas muy ambiciosas que terminan en frustraciones, como en el caso del Plan Estratégico del Rubro Ovino, del SUL, que en 2009 se propuso aumentar el stock ovino en 2 millones de cabezas (a 11,5 millones) cosa que, a todas luces, no se logró. Hoy hay en el país poco más de 6 millones. O los proyectos de desarrollo ganadero del gobierno de Batlle que, en su amplia mayoría, quedaron en la nada. La principal política que ha permitido que la producción ganadera en Uruguay comience a levantar vuelo ha sido la liberación de la exportación de ganado en pie. No fue ningún proyecto plagado de voluntarismos y buenas intenciones, sino una decisión política de corte liberal que se tomó a mediados de la década de 1990 y que dotó a la cría del imprescindible soporte en el precio del ternero, determinado por la posibilidad de venderlo fuera del país. Eventuales sequías y crisis forrajeras dejaron de tener el impacto devastador de las décadas anteriores por la simple razón de que la puerta estaba abierta para venderlo a otro lado, donde no hubiera ni sequía, ni inundaciones, ni ningún tipo de alteración que diezmara la demanda. Y se convirtió en una política de Estado, porque gobiernos de todos los sesgos políticos la mantuvieron. A partir de allí comenzó un lento pero paulatino desarrollo de la cría que todavía está en proceso, con los vaivenes del caso, pero con claras señales de hacia dónde se apunta. Claro que quedan aspectos por mejorar. Quizás el más notorio es la tasa de destete. Con las lógicas oscilaciones de una actividad productiva a la intemperie, desde que empezó el siglo XX la tasa de destete aumentó poco más de un punto porcentual, pasando de 64% a algo más de 65%. Es poco para dos décadas. Sin embargo, la casi certeza de un precio al menos compensatorio para los terneros ha permitido que su producción crezca, pero más que por el porcentaje de vientres que logra preñarse, lo ha hecho por un aumento en la cantidad de vacas en el rodeo de cría. Desde el año 2013 las vacas de cría son más de 4,2 millones, cantidad que nunca se había alcanzado antes, y en los dos últimos superan los 4,3 millones. imagen-tartaglia-page-0001-1.jpg En las dos últimas décadas del siglo XX Uruguay produjo, en promedio, 1,94 millones de terneros por año. En cambio, en la última década se destetaron, en promedio, 2,77 millones de terneros por año, con el hito de haber alcanzado los 3 millones en 2019. El aumento es de 43%, 830 mil animales más todos los años. Y por más que hubo años como 2017 y 2018, con más de 400 mil terneros exportados en pie, la amplia mayoría de ese crecimiento productivo terminó procesándose en la industria uruguaya. Entre 1981 y 2000 se faenaron en el país, en promedio, 1,5 millones de vacunos por año, en tanto que en la segunda década del siglo XXI aumentó a 2,18 millones, 680 mil animales más, un crecimiento de 45%, muy parecido al aumento de la producción de terneros. Uno de los argumentos clave para esta expansión fue la exportación de ganado en pie, porque no hay incentivo mejor para sostener una producción que el precio de venta. Y la exportación en pie da, evidentemente, las garantías suficientes para correr el riesgo. La mayor eficiencia de la recría y de la invernada también favorecen al precio del ternero. La menor edad de faena impacta en un aumento de la tasa de extracción y ayuda a respaldar el precio de los terneros, porque cuanto antes se llegue a la realización del negocio, más se podrá pagar por la materia prima. Es muy distinto si el producto final del ternero se logra tres años después a si se logra en un año y medio. En el ejercicio 2020/21 se estima que la edad media de faena de los novillos fue de 31 meses, poco más de 2 años y medio. Nunca se habían faenado tan jóvenes. La reducción de la edad de faena es consecuencia de un paquete tecnológico aceitado que se va extendiendo en el país y que incluye la recría de animales vigorosos y la terminación en pasturas de alta producción de forraje, con o sin suplementación, o directamente en corrales de engorde. Integrantes del sector de los feedlots estiman que este año saldrán de los corrales de engorde unos 400 mil vacunos, la mayoría novillos y un saldo de vaquillonas. Es un número trascendente si se tiene en cuenta que la faena de animales de estas categorías ronda actualmente 1,4 millones de cabezas. Por lo tanto, los corrales serían el origen de más de 1 de cada 4 de estos animales. El rodeo vacuno en Uruguay se vuelve cada vez más criador, dado que no ha aumentado mucho en la cantidad total de animales, pero han disminuido relativamente las categorías de invernada o improductivas en desmedro del rodeo de cría. Las de invernada, porque se aceleran las fases de recría y engorde y se faenan animales más jóvenes. Las improductivas, porque va disminuyendo la edad del primer entore de las vaquillonas. En los últimos tres años el rodeo de cría (vacas de cría y terneros) fue 62-63% del total de vacunos; a principios de siglo eran 56%. Se trata de un avance digno de aplaudir que acerca a la ganadería uruguaya a las de los países desarrollados. Hay otros máximos que pronto serán amenazados, como la cantidad de vacunos faenados en el país. Este año serán cerca de 2,4 millones, la mayor cantidad desde 2006, cuando se dio el máximo histórico de 2,59 millones. Si se acelera el proceso de recría y terminación y se acelera la tendencia de mejora en los números de la cría, en estos próximos años pasarán a ser normales faenas de 2,4-2,6 millones, desafiando aquel récord de 2006. Para eso se precisan políticas de Estado claras, estables y con la mayor cantidad de mercados abiertos, tanto para la carne -de manera de lograr el mejor precio posible- como para el ganado, para moderar eventuales crisis de demanda. El deber de Uruguay es tener la mayor cantidad de mercados abiertos y en las mejores condiciones de acceso posibles de manera de aprovechar al máximo todas las oportunidades comerciales que se den, sea China, países del sudeste asiático, Estados Unidos, Israel, Europa o el propio continente sudamericano. Si se dan las condiciones, la ganadería uruguaya va rumbo a un rodeo más cerca de los 13 millones que de los 12 millones de cabezas, con una elevada proporción del rodeo de cría en base a una rápida terminación de las de invernada y a una menor edad de entore, con faenas sostenidas por encima de los 2,5 millones, exportaciones en pie abiertas -indispensable para dotar a la cría de las garantías necesarias- y una producción anual de carne del orden de las 650 mil toneladas. Ese es el futuro en el mediano plazo, si se hacen las cosas bien.

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