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Innovación rural desde la escuela: en Laureles crearon una máquina de alambrar con robótica y saberes del campo

La Escuela Nº 26 de Laureles impulsa un innovador proyecto junto a sus alumnos y familias para desarrollar una máquina de alambrar automática. La propuesta combina pensamiento computacional, tradición rural y vínculos con la Facultad de Ingeniería

Escuela Rural N° 30 de Laureles.
Maestra y niños de la Escuela Rural N° 30 de Laureles.

En la Escuela Nº 30 de Laureles, un paraje del interior profundo del departamento de Salto, una idea nacida entre pizarras y charlas sobre inteligencia artificial empieza a tomar cuerpo con impacto comunitario. La maestra Inés De Lisa lidera, junto a sus alumnos y toda la comunidad educativa, un proyecto tan innovador como arraigado en el territorio: la creación de una máquina de alambrar automática, desarrollada por niños y niñas en el aula, con apoyo de docentes universitarios y de las familias rurales.

La iniciativa comenzó a gestarse a fines del año pasado, cuando Carlos Guinovart, referente tecnológico del centro, propuso reflexionar sobre el impacto de la inteligencia artificial en el trabajo rural. “Trabajamos sobre los oficios tradicionales y discutimos qué lugar tiene la tecnología en ese mundo. Y ahí surgió el alambrado”, contó Inés. El disparador se integró de inmediato al trabajo pedagógico: se debatió el tema con textos argumentativos, se analizaron posturas a favor y en contra, y finalmente se pensó en un prototipo que pudiera replicar, en parte, el proceso del alambrado.

Escuela de Laureles, en Salto.
Escuela de Laureles, en Salto.

La idea, lejos de quedar en una consigna de clase, tomó vuelo. Durante el verano, Carlos gestionó un vínculo con la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República, que derivó en el apoyo de los docentes Gonzalo Tejera y Guillermo Trinidad, así como de tres estudiantes de grado. “Para nosotros era fundamental contar con un kit de robótica y con gente que supiera del tema, porque yo aprendo con los niños, no soy experta”, dice Inés, con humildad pero con convicción. “El año pasado hice un curso de robótica, pero todavía me falta una clase para completarlo. Sin embargo, ya estamos trabajando gracias a este apoyo”.

El jueves pasado, la escuela vivió una jornada que podría marcar un punto de inflexión. En el marco de los Eureka Learning Days, presentaron formalmente el proyecto a la comunidad. Participaron las familias, hubo talleres prácticos y se dio el puntapié inicial al armado del prototipo. El auxiliar de la escuela –quien antes de ocupar ese rol fue alambrador– compartió su experiencia con los niños, explicando las características del alambrado tradicional. Luego, se trabajó con el programa de programación en bloques Open Roberta, que permite simular comportamientos robóticos, y los alumnos comenzaron a diseñar los pasos que el futuro robot deberá ejecutar.

“Nos dimos cuenta de que el alambrado tradicional, con sus múltiples tensores y herramientas, es muy complejo para una máquina. Así que ahora estamos analizando qué tipo de alambrado podría adaptarse a un sistema automatizado”, explicó Inés. Ese proceso de indagación se entrelaza con otro proyecto de la escuela vinculado al bicentenario de la independencia, que promueve una mirada sobre los cambios y permanencias en los oficios rurales. “Trabajamos con la idea de que la tecnología puede ser aliada de la tradición, no su enemiga”.

Los alumnos tienen un rol protagónico. Participan en la investigación, diseñan esquemas, programan, se reparten tareas y discuten decisiones técnicas. “Para ellos, no es solo un trabajo escolar. Lo viven como un emprendimiento. Algunos ya se imaginan vendiendo la máquina, vinculándose con empresas. Se ven como pequeños empresarios”, dijo la maestra, entre sonrisas. Pero no lo dice como una fantasía: en el aula, los niños han asumido ese espíritu con naturalidad.

El camino por recorrer aún es largo. Las próximas etapas incluyen la participación en el Club de Ciencias de Salto en agosto, y una visita a la Feria Sumo de la Facultad de Ingeniería en septiembre. En paralelo, continuarán las instancias de trabajo virtual con los estudiantes universitarios, y el equipo de la escuela espera poder conseguir financiamiento para desarrollar un prototipo funcional más allá del aula. “No va a ser este año, pero lo estamos pensando a largo plazo. Nos gustaría hacer una versión real, que no dependa solo de un kit escolar”, contó Inés.

Llave de alambrar.
Tradicional llave de alambrar en mano de una alumna.

Además de la dimensión tecnológica, el proyecto ha generado un fuerte impacto en la relación escuela-comunidad. “Las familias están muy comprometidas. El jueves, varias nos pidieron seguir participando. Y eso es parte del espíritu de la escuela: la comunidad no es externa, es parte de cada proceso educativo”. Ese enfoque se refleja también en otro proyecto paralelo: talleres mensuales donde familiares enseñan oficios tradicionales a los niños, como parte de una propuesta de convivencia enmarcada en el Plan Nacional de Convivencia de ANEP. El cierre será el 25 de agosto, con juegos, desfile a caballo y una jornada completa dedicada al vínculo entre generaciones.

Lo que sucede en Laureles trasciende lo puntual. No se trata únicamente de construir una máquina, sino de construir conocimiento. “Los niños aprenden a resolver problemas reales. Y también a trabajar en equipo, a escuchar, a compartir saberes. A veces uno piensa que la tecnología es algo frío, pero en este caso ha sido un puente para generar comunidad”, dijo la maestra. Ella misma ha aprendido robótica desde cero y se ha sumado a los procesos de formación con una actitud abierta. “No es solo lo que se enseña, sino cómo se enseña y con quién se comparte”.

Otro de los aspectos que destacan desde la escuela es el enfoque transversal con el que se trabaja. Robótica, lengua, historia, ciencias, tecnología y habilidades sociales se entrelazan en un mismo proyecto. “No es un taller aparte. Está en el corazón de nuestro trabajo diario”, dijo Inés. Esa lógica de integración también ha permitido que se sumen nuevos actores, como los jóvenes de Ingeniería que colaboran desde Montevideo. “Las sesiones virtuales con ellos son muy valiosas. Los niños sienten que están trabajando en serio, que sus ideas son escuchadas y que esto tiene proyección”.

La visión a futuro es clara: seguir avanzando, paso a paso, hacia un modelo que pueda inspirar a otras escuelas rurales del país. “Queremos que esto no sea una excepción, sino una posibilidad real. Que otras comunidades vean que se puede innovar desde el campo, con lo que se tiene y con lo que se puede conseguir en red”, afirmó la docente. Para lograrlo, ya están en conversaciones con autoridades educativas y organizaciones sociales que podrían apoyar la continuidad del proyecto.

La experiencia de Laureles es una muestra clara de cómo la educación rural puede convertirse en un motor de innovación, sin perder de vista las tradiciones ni la comunidad. Con creatividad, trabajo colaborativo y una fuerte apuesta por la tecnología, la escuela liderada por Inés De Lisa sigue abriendo caminos, alambrando futuro con manos chicas, ideas grandes y un compromiso que contagia.

Puño y Letra cruza la frontera y llega a Argentina

Otro motivo de celebración para la comunidad de Laureles es la llegada oficial del proyecto Puño y Letra a Argentina. Esta iniciativa, que combina lectura, escritura y vínculo comunitario, nació en la propia escuela y hoy se expande más allá de fronteras.

“Eso es mérito de Carlos, que generó los vínculos”, dijo Inés. “Yo estoy en el grupo para aportar desde la experiencia acá en Uruguay. Pero nos llena de orgullo saber que lo que hicimos acá inspiró a otros”. La expansión no fue casual ni forzada: docentes argentinos se interesaron en replicar el proyecto al ver sus resultados. Así, Puño y Letra se convirtió en un modelo a seguir.

“El valor está en que no es un proyecto de una persona, sino de un equipo. Todos los docentes que lo implementan son parte del éxito”, afirmó la maestra. A fin de año, como cada ciclo, el grupo viajará junto con las familias para cerrar el año lectivo con una experiencia compartida. “Eso es Puño y Letra: aprendizaje, comunidad y alegría por crear juntos”.

Licenciada en Comunicación por la Universidad ORT (2017) y máster en Dirección de Comunicación Corporativa (2024). Desde agosto de 2020 forma parte del equipo de Rurales El País. Actualmente colabora con la revista de la Asociación Rural y produce el programa #HablemosdeAgro, que se emite los domingos por Canal 10. Además, acompaña a empresas del sector agropecuario en el diseño y la implementación de sus estrategias de comunicación. Anteriormente trabajó como periodista agropecuaria en El Observador y fue productora del programa radial Valor Agregado, en radio Carve.

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