Genética a la Esperanza de Gambetta y Vieytes nació en los albores del 1900 criando ovejas de las razas Merino Rambouillet, Romney y Lincoln. En 1930 se incorpora el Corriedale y en los últimos 20 años han logrado uno de los vellones de la raza más finos del país y de la región, con un promedio de 22 micras. En 2018 se incorporó el Merino Dohne y se agrandó el plantel de Poll Dorset, que desde un tiempo atrás se estaba trabajando.

Hoy la cabaña se transformó en la primera empresa de diseño y moda que produce desde la lana hasta la prenda, comprometidos con los clientes, los artesanos, la comunidad, el medio ambiente, la sustentabilidad y el bienestar animal.

En la pandemia —un tiempo difícil para muchas personas— al estar en el campo y en contacto con las mujeres del sector agropecuario, sobre todo con artesanas, Vieytes observó la necesidad que había de trabajar. “Fue un tiempo de párate en ciertas actividades. Me puse en contacto con una amiga del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL) quien me dio una base de datos de mujeres artesanas y empecé a armar el grupo de artesanas con las cuales trabajo hoy”, contó.

Ellas trabajan en forma independiente y los productores le proporcionan la materia prima. Trabajan con la materia prima de las tres razas. Como es sabido, el Poll Dorset es un ovino de lana gruesa, de unas casi 30 micras por lo que es destinada para la elaboración de alfombras. En el caso del Corriedale, de unas 22 micras, se hacen ponchos. Y la lana Merino, de 19 micras, se utiliza para las prendas más delicadas.

El establecimiento nació en los albores del 1900, por lo que tiene mucha historia, muchos cuentos y relatos para contar. De ahí su nombre. En aquel tiempo se trabajaba con diferentes razas que ya no existen en el país. “Es una historia de más de 100 años y me pareció interesante ese nombre para este emprendimiento que cumple en está Expo Prado un año. Llevó mucho tiempo de preparación por las pruebas, los diseños, encontrar con quién trabajarlo y demás. Hoy hay un grupo consolidado de artesanas de diferentes departamentos, como Paysandú, Salto, San José, Florida, Tacuarembó, Maldonado”, contó.

Desde el año pasado, el establecimiento cuenta con una certificación RWS, que brinda una seguridad en bienestar animal. Este año recibió nuevamente la auditoría y todo salió muy bien, afortunadamente. De la esquila anual del establecimiento se destina una parte muy pequeña al emprendimiento.

Si bien la marca tiene tan solo un año, ha sido invitada a participar de diferentes exposiciones y desfiles de moda. “Hago pequeñas colecciones y esas colecciones no las repito; una vez que la colección se termina, se termina”, dijo.

Tras la extracción, al producto se le realizan dos procesos. La artesana recibe la lana lavada, pero el hilado se hace a rueca y el es teñido natural: con cúrcuma, con caobina, con cáscara de cebolla, con eucaliptus, etc. También se trabaja en telar.

La productora reconoció que la lana, a nivel internacional, está pasando por un momento crítico y que su valor ha bajado. “Tenemos que ver también qué micronaje tenés; nosotros nos manejamos con menos de 19 micros y hasta 22, es decir, estamos dentro de lanas muy finas por lo que el producto es una materia prima realmente especial”, indicó.

En parte, la decisión del emprendimiento se tomó buscando otras oportunidades. “Seguimos trabajando mucho en los micronajes finos”, aseguró.