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Justicia

El sector arrocero nacional goza de buena salud y es importante decirlo: cuando va mal, va mal y se trabaja en consecuencia, pero cuando va bien, podemos celebrarlo. ¿No es sano hacerlo así? ¿No entrega mayor credibilidad después a cualquiera de nosotros en todas las actividades de la vida?

Hernan Zorrilla
Hernan Zorrilla

Sí. El momento es bueno. Los rendimientos acompañan la tendencia al alza de las últimas campañas, coronadas por rendimientos récord en promedio por hectárea en la zafra anterior. Para este año, el clima en verano no fue tan malo como podía esperarse, esto acompañó una leve baja en el costo por unidad de superficie sembrada y el panorama internacional de precios permite soñar con valores superlativos, para terminar alcanzando en el peor de los casos, algunos muy buenos.

El sector arrocero nacional goza de buena salud y es importante decirlo: cuando va mal, va mal y se trabaja en consecuencia, pero cuando va bien, podemos celebrarlo. ¿No es sano hacerlo así? ¿No entrega mayor credibilidad después a cualquiera de nosotros en todas las actividades de la vida?

La agricultura nacional, reconocida a nivel regional y mundial por sus excelentes desempeños, no puede manejar las dos principales variables que configuran el rendimiento y rentabilidad de su negocio: el clima y los precios. Pensemos que además Uruguay, por su escala, produce mirando hacia afuera, y el arroz es una prueba muy clara de esto: exporta el 95% de su producción.

¿Por qué hago referencia a esto? Porque antes de que salte algún “grito entre la montonera” haciendo alusión al buen momento de los arroceros, referido especialmente a los precios, en un momento en el cual otros subsectores quizás comparten esta bonanza, quiero decirles que es justo.

El agronegocio en Uruguay, al igual que muchas actividades de la economía nacional e internacional, funciona por ciclos. Algunas veces hay buenas producciones y malos precios. Otras veces hay malas producciones y buenos precios. En casos que preferimos no recordar, hay malas producciones y malos precios. Pero cuando llegan olas de buenos valores en el mercado internacional, sea por restricciones en India, por mermas productivas en otros países o por lo que sea, hay que estar preparados para capitalizarlo.

El sector arrocero, en el mismo año en el cual registró récord de rendimiento por hectárea y consolidó un precio definitivo de los mejores de la historia, terminó de pagar un fondo arrocero que en líneas generales, buscó solucionar un problema de endeudamiento que se arrastra desde principios de los 2000. Fueron años oscuros, con muchos productores obligados a salir del rubro y otros que, sacando los rindes más altos del mundo, cerraban campañas en rojo.

Independientemente del factor precio, el productor arrocero y los molinos hicieron los deberes: intentar sacar cada año más producción, adaptándose a los consumidores de la actualidad y haciéndolo de forma responsable ambiental, económica y socialmente.

El viernes pasado fue una fiesta para el arroz, pero es una alegría siempre que se inaugura una cosecha. Cuando hay rinde y cuando no. Cuando hay precio y cuando no. Después de muchos años, el sector arrocero nacional goza de muy buena salud. Y permítanme decirles, que es extremadamente justo.

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